APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL





MENSAJE DEL DÍA 2 DE ENERO DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



En la mañana de este primer sábado del año 1988, Luz Amparo, avisada por la Santísima Virgen, debidamente acompañada, baja a Prado Nuevo, donde se ponen a rezar el santo Rosario completo comenzando por los misterios del día, los gloriosos, siguiendo por los gozosos y, en tercer lugar los dolorosos. Es en el cuarto misterio doloroso cuando entra en éxtasis con las siguientes escenas y su correspondiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, ya estoy aquí para seguirte revelando tantos y tantos misterios, hija mía, ocultos a la humanidad.

AMPARO:

¡Ay, ay, ay! Veo a la Santísima Virgen que está orando en su casa. ¡Ay, en su casa! ¡Ay! José está también ahí, en la otra habitación. ¡Ay! Cuántos ángeles la acompañan a hacer oración. ¡Ay, ay! Los dos están orando ¡Ay! Ahí está Jesús. ¡Ah! ¡Ay, qué hermosura! Cada uno está en un aposento (aclara Amparo que el Niño está con la Virgen). Los dos se pasan la noche orando. ¡Ay, pobrecitos, qué frío sienten! ¡Ay! ¡Ay! San José da gracias a Dios su Creador por haberle concedido ser padre adoptivo de Dios, su Creador. ¡Ay! Reza en voz alta y dice:

SAN JOSE:

Dios mi Creador: os pido gracias para ser esclavo de vuestra Madre y Señora, quiero poner todo mi amor en el trabajo para sustentaros, para ayudaros. Quisiera haberos recibido en otro aposento mejor a éste.

AMPARO:

¡Cómo le caen las lágrimas!

SAN JOSE:

Vos os merecéis estar entre linos finos, no estar entre pajas. Os doy gracias, Dios mi Creador, por haber escogido a este esclavo vuestro para padre. ¡Aaay! Quiero protegeros de todo mal y quiero ayudaros con mi trabajo a sustentaros.

AMPARO:

Pone la cabeza en el suelo y sigue orando con la cabeza en el suelo. ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, cómo se estremece todo; todo se estremece! Un aire fuerte mueve las ventanas. ¡Qué aire, qué frío, pobrecito! Ahí está el Niño. ¡Ay, qué cosa más pequeña! ¡Ay, qué lindo eres! ¡Ahí está! ¡Ay, Madre mía, qué hermosura de Hijo tienes! Ahí está la Santísima Virgen con las manos juntas, dando gracias a Dios. Orando fuerte, dice:

LA VIRGEN:

Dios, mi Creador, ¡qué grandeza habéis concedido a esta vil creatura! No soy digna de ser Madre de Dios, mi Creador. Vos, Creador, hacéis que la creatura creada por Vos, sea Madre de Dios; y, despues de ser Madre, dejáis pura e inmaculada a esa creatura. Este es el mayor misterio de toda la creación.

AMPARO:

¡Ay, qué belleza tan hermosa tienes, Madre mía! -Sigue con las manos juntas pidendo a Dios:

LA VIRGEN:

Dios, Creador mío, ayudadme a criar a vuestro Hijo y mío: a amamantarle, a cuidarle; y que este alimento virginal que sale de mis pechos, que haga crecer en amor y sabiduría para los hombres.

AMPARO:

¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, Madre mía! Pero, ¿cómo te vas a poner a orar? ¡Ay, pobrecita, pues quiero ponerme igual! (Amparo se pone como ve a la Virgen: tendida en cruz, mirando al cielo; el brazo izquierdo no toca el suelo).

LA VIRGEN:

Dios, mi Creador, aquí está vuestra vil esclava compartiendo con Vos el dolor de todos los pecados del mundo. Estaré postrada en la Cruz como este Hijo mío de mis entrañas. Soy vuestra vil esclava. Vos me habéis dado este Hijo, y a los hombres lo entregaré para su redención y su salvación. ¡Ayudadme, Dios mi Creador!

AMPARO:

¡Ay, Madre mía, ay... (en voz muy baja) qué grandeza, Madre, Tú ahí...!

LA VIRGEN:

Si los hombres tomasen el ejemplo de esta esclava, en todos los hogares del mundo existiría la mansedumbre, la humildad, la pobreza, la castidad, la obediencia. Aquí postrada en cruz, Dios mi Creador, os pido por toda la humanidad hasta que pueda entregaros a mi Hijo para redimir al mundo.

AMPARO:

¡Ay, qué hermosura...!

LA VIRGEN:

HACED DE Ml LO QUE QUERAIS, Divina Majestad.

AMPARO:

Entra San José; abre un poco la puerta, ve a María en cruz y vuelve a postrarse de rodillas, dándole gracias a Dios por haberle dado por esposa a esta creatura tan inmaculada y santa. Y dice:

SAN JOSE:

Divina Majestad de Dios, quiero también participar en todo este dolor de mi esposo para el bien de la humanidad.

AMPARO:

Llora amargamente viendo que la Madre de Dios... ¡Ay, pobrecito! Viendo esa humildad tan grande.

LA VIRGEN:

Si los hombres imitasen la ciencia de Dios, las familias seguirían unidas. Los hombres han olvidado la unidad del Sacramento del matrimonio. Por eso en sus corazones existe el odio infernal. Se aprovechan los demonios de la soberbia de las almas para introducirlos en la ceguera; y los hogares son: ¡horrible! casa de odio, de discordia, de rencillas, de odios, de rencores, de venganzas. Sí hija mía: la mujer tiene que ser sumisa al esposo. Yo os doy mi ejemplo. El hombre tiene que entregarse a su mujer, y la mujer tiene que darse al hombre en humildad, mansedumbre. Os prometo, Dios mi Creador hasta el fin de mis días, reparar los pecados de los hombres. Dadme fortaleza, Dios mi Creador, para cuando llegue el momento entregar a mi Hijo a esta humanidad cruel. Sé que tiene que derramar hasta la última gota de su Sangre. Me ofrezco corredentora de mi Hijo por el género humano.

¿Sabéis, hijos míos, por qué en los hogares no hay paz? Por la falta de sacrificio, por la falta de oración, por la falta de penitencia. Los hogares están tibios con esa falta de amor. Los hombres se ensoberbecen con el enemigo; les hace ver que son ofendidos gravemente por su pareja. Y les hace ver todavía la ofensa más grande, para que el cónyuge no se arrastre a la pareja. ¿Has visto, hija mía, cómo mi santo esposo, se arrodilló ante Mí, con mansedumbre y humildad, y cómo la Madre de Dios se arrodilla ante el esposo que Dios le ha dado, con mansedumbre y humildad? Los esposos tienen que permanecer unidos, pero sus mentes están ocupadas en remunerar bienes materiales; les ciega el oro y se olvidan de Cristo.

Sí, hija mía, te he enseñado de qué forma puedes orar. La mejor oración es posarse en la cruz.

Los hombres están faltos de luz, ya te lo he dicho: si en los hogares, hija mía, invocaran los hombres al Espíritu Santo, los hogares estarían santificados, pero se han olvidado de esa Tercera Persona, tan importante en estos tiempos para santificar el mundo. Invocad al Espíritu Santo, hijos míos, para que vuestra ceguera desaparezca de vuestros ojos y veáis con luz; con esa luz que sólo el Espíritu Santo os puede dar. Y cuando el esposo falte a la esposa y la esposa falte al esposo, humillaos los dos, hijos míos, y pedíos perdón. Bienaventurados aquéllos que se humillan, que serán ensalzados ante Dios. Los hogares se destruyen por falta de amor.

Pedid todos los días a la Divina Majestad de Dios, al Divino Consolador, que os mantenga firmes en vuestra fe, en vuestra esperanza y en vuestra caridad. Pedid caridad unos con otros. Si no hay caridad, hijos míos, no podéis conseguir el cielo. La caridad es la virtud eterna, ¡la del amor! ¡Cómo te enseñó el Padre que su pecho rebosaba de amor hasta que se parte en tres! Y cada uno tiene su función, hija mía, pero los Tres tienen ese amor. El Padre crea, el Hijo redime, el Espíritu Santo santifica. Invocad al Espíritu Santo, hijos míos, para que estén vuestras almas santificadas por la luz del Espíritu Santo.

AMPARO:

¡Ay, Madre mía, qué grande eres, qué grandeza más grande! ¡Cómo te humillas! Si fuésemos capaces de humillarnos nosotros como Tú, Madre mía... ¡Ay!

LA VIRGEN:

Divina Majestad de Dios, os pido, por la humildad de esta vil esclava, y os repito: no soy digna de amamantaros y de ser Madre de tan Divina Majestad. Dios, dueño mío, deseo amaros y renuevo mi voto de castidad ante Vos. Para Vos nací y para Vos soy.

AMPARO:

¡Ay! ¡Ay, dejádmelo un poquito! (La Virgen le entrega al Niño con la cabeza sobre el brazo izquierdo. Amparo, que está ya de rodillas, le besa los pies) ¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué cosa más bonita! ¡Ay, qué hermosura...! ¡Ay, Dios mío! Yo quiero ser fiel a Vos también, ayudadme. ¡Ay! ¡Ay, qué hermosura de Niño! ¡Qué grandeza, Madre mía! ¡Aayyy...! Y siempre os veo orando, Madre mía. ¿Cuándo descansáis Vos? ¡Ay, pero que poco descansáis!

LA VIRGEN:

Los hombres pierden la mayoría del tiempo, hija mía, en el descanso, en el placer. Hay que reparar ese descanso y ese placer.

AMPARO:

¡Ay, y en esa tarima tan dura, sólo con una manta duermes Tú ahí, lo poquito que duermes! ¡Ay, Madre mía! ¡Y que nosotros busquemos tantas cosas.., ay!

LA VIRGEN:

Piensa, hija mía, que soy de Dios, y con Dios tengo que reparar. Jesús nació para reparar los pecados de los hombres, para morir por ellos. Yo quiero morir y reparar con El. Piensa que somos un sólo corazón y si uno sufre el otro sufre. Si ama, ama. Los dos sienten lo mismo, hija mía. Los dos corazones, en uno se han unido.

AMPARO:

¡Ay, Madre mía!

LA VIRGEN:

Y ya te dije, que tocando esta cabecíta, hija mía, ya tiene las espinas en ella, entre estos rizos rados, mira las espinas, hija mía.

AMPARO:

¡Ay, Madre mía, ay, tan pequeño, ya...!

LA VIRGEN:

Y mira sus manitas, cómo tienen las llagas.

AMPARO:

(En voz bajita) ¡Pero bueno, Dios mío! ¡Ay, ay!

LA VIRGEN:

Todo su Cuerpecito está llagado por los pecados de los hombres.

AMPARO:

(Sollozando) ¡Aayyy...!

VIRGEN:

¿Hasta cuándo los hombres van a seguir obstinados en el pecado? Volved vuestra mirada a Dios, hijos míos, y cumplid con los Mandamientos. Pero no olvidéis la oración, hijos míos, ni el sacrificio. El mundo se encuentra en esta situación porque los hombres han olvidado el sacrificio, la oración, el amor. Sólo piensan en los gustos, en los caprichos mundanos. La cruz la dan de lado, hija mía. Y en la cruz está la gloria.

AMPARO:

¡Ay, Madre mía! ¡Ay, pero qué hermosa eres! ¡Ay! Pero Madre mía, ¿Tú también tienes que sufrir tanto? ¡Y que dicen los hombres que Tú no sufres!

LA VIRGEN:

¿Tú no sufres, hija mía, por cada uno de tus hijos? Así sufre mi Corazón por cada uno del ser humano, porque soy Madre del ser humano. Cristo me dejó en la Cruz por Madre.

AMPARO:

¡Ay! Yo te prometo reparar, ayudarte a reparar los pecados de los hombres, pero déjame a mí, no Tú, que Tú no tienes pecado. ¡Ay, Tú no tienes que reparar, Madre mía! ¡Si Tú eres más blanca...! ¿Por qué vas a pagar Tú lo de los demás? ¡Ay, Madre mía, ayúdame a tener fortaleza, para poder hacer tantas cosas por la humanidad! ¡Ay! Y si tengo que estar clavada, ¡ay! que sea fuerte, para poder salvar muchas almas. ¡Ay, Madre mía, qué grandezas! ¡Ayyy, ay!

LA VIRGEN:

Sí, hija mía, pero ¡qué poco entienden los hombres estos misterios! Mi Corazón está triste y la Divina Majestad de Dios está ofendida gravemente, por todos esos hogares que están desunidos, hija mía, por falta de humildad, por falta de oración. (Pausa larga). Sed humildes; sin humildad no conseguiréis el cielo. Y no os dejéis con las cosas terrenas. Dejaos en Dios. Que vuestra mirada sea limpia y resplandeciente como el sol. ¡Ay, hijos míos! El mundo está a punto de desaparecer de la faz de la tierra, por el pecado de los hombres. ¡Cuánto sufre mi Corazón viendo la desunión en los matrimonios, la mala educación a los hijos, hija mía, la falta de oración y la falta de sacrificio! Amad mucho nuestros Corazones.

AMPARO:

¡Ay, Madre mía, qué limpieza tienes más grande, hasta tu ropa tiene un brillo...! ¡Ay, Madre, pero si tu ropa, di, te arrastras y no se mancha siquiera, Madre mía! ¡Ay, qué hermosura tienes! ¡Ay, ay... quiero orar contigo! ¡Ay, Madre, enséñame a orar como Tú, enséñame a ser humilde, enséñame a ver a tu Hijo en el pesebre! ¡Ay, Madre enséñame a reparar los pecados de los hombres!

LA VIRGEN:

Si los hombres pensasen en Cristo en el pesebre, en Cristo en la Cruz, Cristo olvidado, no se ocuparían tanto de ellos mismos.

AMPARO:

¡Qué pobreza, Madre mía! ¡Ay, qué pobreza tenéis ahí! y no os acordáis ni de alimentaros. ¡Ay! Pero tampoco tenéis sustento para alimentaros. ¡Ay, pero Dios mio, ayyy...!

LA VIRGEN:

Os pido, Dios mi Creador, que mandéis a vuestros ángeles. ¡Un poco de alimento para estas pobres creaturas tuyas! No queremos tener nada más que lo justo.

AMPARO:

¡Ay, pero no tenéis nada!

LA VIRGEN:

Dios mi Creador se vale de otras personas para sustentar a otras. ¡Ay de aquéllos que ponen toda su confianza en las riquezas! Hay que poner amor al trabajo para sustentar a la familia, pero no apegarse tanto a los bienes materiales, hijos míos. Yo nunca tuve nada, y nunca permitió Dios, mi Creador que me faltase nada.

AMPARO:

Los ángeles le llevan verdura. (Amparo sonríe gozosa) ¡Ay, Madre mía, qué grandeza! ¡Frutas, qué frutas! ¡Ay! ¿pero cómo pueden hacer eso?

LA VIRGEN:

Hija mía, si el hombre se dedicase a orar, Dios se ocuparía de su trabajo y de su sustento, de darle trabajo y alimento. Pero los hombres se entretienen, repito, con el pensamiento en lo mundano y olvidan a Dios.

AMPARO:

¡Ay, Madre mía! ¡Ay! Va a hacer la comida. La Santísima Virgen se levanta después de estar con la cabeza en el suelo. ¡Ay! se acerca a ver al Niño. ¡Huy, qué grandezas! Toca en el aposento de José.

LA VIRGEN:

José, esposo mío, amado mío: Dios, nuestro Creador, nos ha mandado sustento para alimentarnos; démosle gracias.

AMPARO:

¡Ay! y José dice:

SAN JOSE:

Gracias, Divina Majestad de Dios, por acordarte de esta vil creatura tuya.

AMPARO:

¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, ya está haciendo la comida! ¡Qué manos tienes, Madre mía! Se arrodillan a dar gracias a Dios y a bendecir los alimentos.

LA VIRGEN:

Gracias, mi Divino Creador, por estos alimentos que han mandado con tus fieles vasallos, a esta indigna esclava y a mi humilde esposo.

AMPARO:

¡Ay, qué poquito comes, Madre mía!

LA VIRGEN:

Hay que enseñar a los hombres, hija mía, que nada en cantidad es bueno. Sólo hay que enseñarles que tienen que sustentarse para vivir. Todo en cantidad, he dicho, no siendo el amor, todo lo del mundo es malo, hija mía. Aprended a mortificar vuestros sentidos en los alimentos.

AMPARO:

¡Ay, va a coger al Niño! Mientras come está con El en brazos. ¡Ay, Madre, qué Madre eres más grande! Los dos con la cabeza baja están comiendo. A San José le ha hecho un guiso con más cantidad que Ella. La Santísima Virgen tiene un pensamiento que no le revela a José, de que Cristo va a ser entregado a los hombres en una cruz. ¡Ay, no quiere que sufra! Mira al Niño y ve toda la Pasión. ¡Huyyy...! ¡Ay! Se pone la mano en el corazón; su angustia es grande. ¡Ay! José le pregunta:

SAN JOSE:

Esposa y paloma mía. ¿Qué os pasa?

LA VIRGEN:

Nada, esposo mío.

AMPARO:

¡Ay! No quiere revelárselo, porque sabe que va a morir antes que esto suceda, y no quiere que participe de ese dolor.

LA VIRGEN:

Dios, dueño mío, guardaré este secreto dentro de Mí, para que mi fiel esposo y humildísimo esposo, no sufra. Dadme a Mí, los misterios, que los vea, pero no se los reveléis a él. Quiero sufrir si es del agrado de Vos. Lo que podáis mostrarle a él, me lo mostráis a Mi para sufrir por él.

AMPARO:

¡Ay, ay, ay! como ve todo lo que va a pasar Jesús, quiere fortalecerse para que no lo note José ¡pobrecita! José la mira y se da cuenta que algo pasa; pero Ella disimula.

LA VIRGEN:

Comed, esposo mío, alimentaos, que necesitáis alimento para trabajar.

SAN JOSE:

Y Vos, dueña mía, paloma mía, esposa mía ¡qué poquito alimento habéis comido!

LA VIRGEN:

El necesario, esposo mio, para poder sobrevivir.

AMPARO:

El Niño los mira. ¡Ay, cómo acaricia la Virgen su cabeza! ¡Ay, le pide permiso!

LA VIRGEN:

Vos, Hijo de mis entrañas, ¿dáis permiso a vuestra indigna Madre para poderos dar un beso en el pie?

AMPARO:

¡Ay! El Niño sonríe y con su Cabeza le dice que sí. Coge su pie y se lo besa.

LA VIRGEN:

Gracias, Dios mio, por haberme dado este Hijo de mis entrañas e Hijo vuestro.

AMPARO:

¡Ay, ay qué Familia! ¡Cómo se respetan y cómo se aman! Los dos dan gracias por los alimentos, de rodillas.

LA VIRGEN:

Gracias, Dios, mi Creador, Creador nuestro, por este sustento que nos has traído; que nos sirva de fortaleza para ayudar a las almas a reparar los pecados de la humanidad.

AMPARO:

Levanta San José a la Virgen. ¡Ay, él se marcha haciéndole una reverencia con la cabeza y la rodilla, y al Niño le hace otra reverencia.

SAN JOSE:

Esposa mía, amada mía: me voy a ganar el sustento para alimentaros.

LA VIRGEN:

¡Adiós, esposo mío!

AMPARO:

¡Ay, ay! La Virgen va a amamantar al Niño. ¡Ay, cómo le da su alimento! ¡Ay, qué grandeza¡ ¡Ay, le está alimentando y rezando, ayyy...!

LA VIRGEN:

Sed humildes, hijos míos, os repito; en los hogares tiene que haber humildad, para haber unidad. A ti, hija mía, te seguiré revelando tantos misterios.

AMPARO: ¡Aayyy!

LA VIRGEN:

Quiero que adoctrines a los hombres con todos estos misterios y estas gracias, para que los hombres abran sus corazones y se aparten del vicio, del pecado. Invocad al Espíritu Santo. Ya te lo he dicho, hija mía: en estos tiempos, el Espíritu Santo tendrá que santificar los hogares, para que puedan estar unidos.

Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad.

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos. (Pausa larga).

Todos han sido bendecidos con gracias especiales, para la santificación de las almas.

Os repito: humildad y amor a la Iglesia, hijos míos. Sed hijos fieles de la Iglesia.

Adiós, hijos míos. ¡Adiós¡





MENSAJE DEL DÍA 6 DE FEBRERO DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)



En la madrugada de este día, previo aviso de la Stma. Virgen, Luz Amparo baja a Prado Nuevo acompañada de personas allegadas. Terminado el tercer Rosario tiene lugar la aparición de la Stma. Virgen que le dicta el siguiente mensaje.

LA VIRGEN: Hijos míos, aquí está vuestra Madre para revelaros otro gran misterio de los que Cristo (idioma extraño) quiso dejar para su Iglesia este gran testimonio. Dios quiso hacer todos estos misterios en su creatura para un día dejar testimonio a los hombres: el testimonio de presentar a Dios el sacrificio. Mi Corazón sintió tanto dolor cuando mi Hijo desapareció de mi Corazón en el Templo... Vas a ver todo este Misterio, hija mía, explícaselo a los hombres:

AMPARO: ¡Cuántas gentes! Hay muchos hombres y mujeres y niños. ¡Ay! todos bajan por ese camino. ¿Cuántos bajan? ¡Muchos! ¿Y a dónde irán todos juntos? Ahora hay uno que dice:

UNA VOZ: Las mujeres a un lado; los hombres a otro. Y los niños que vayan con las mujeres. Los mayores de 13 años que vayan con los hombres y los menores con las mujeres.

AMPARO: Todos van por ese camino. Hacen cánticos. ¡Ay! La Virgen va también con todas ellas. Y Jesús va también. José se va con los hombres. ¡Ay, cuántos ángeles van ahí al lado de la Virgen! ¡Ay, cuántos, muchos ángeles! ¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, van por ese camino andando! Más allá hay muchas caravanas. ¡Ay...! (ininteligible) ¿Esos son mulas o qué es eso? También hay camellos. ¡Huy, todos van por allá! Todos hacen oración juntos! ¡Ay, cómo pasan, cómo pasan...! Paran en el camino. Las mujeres se juntan con sus maridos y sus hijos. Todos se paran a comer. Todos arrodillados hacen oración. Y los ángeles y María y Jesús... Pero muchos no se arrodillan. ¡Ay, bendicen el alimento; se sientan en el suelo! ¡Ay, sacan alimento y comen! Jesús está ahí. José le parte el alimento y se lo da. María lo tapa para que no tenga frío y le pone en el suelo un trozo de manta para que se siente. Comen. Vuelven a levantarse a dar gracias a Dios por el alimento que les manda para sustentar su cuerpo, para darle gloria y alabanza. Siguen el camino, ¡qué camino más largo, ayyy! Vuelven otra vez los hombres con los hombres; las mujeres y los niños juntos; siguen el camino. ¡Ay, cuánta gente! ¡Ay, ay! María le dice a Jesús que El guíe sus pasos y alumbre los entendimientos para ver donde pueden refugiarse esa noche. Todos están en el campo. Los hombres y las mujeres se vuelven a juntar y a reunirse para pasar la noche. Los ángeles protegen a Jesús, María y José. Forman un corro y dentro de ese corro están los tres protegidos. No es todavía de día; se levantan todos, dan la orden de seguir el camino. Hay un letrero: Jerusalén. Todos van juntos, llegan a Jerusalén. ¡Qué Templo! ¡Huyyy! Es ése el mismo. ¿Y a qué vienen otra vez aquí? ¡Ay! Ahí se presentan todos. ¡Cuánta gente! Levantan los brazos en alto y ofrecen sacrificios a Dios Padre todos. San José, la Virgen y Jesús están juntos orando y pidiendo a Dios gracias para poder transmitir a la humanidad el Don de la Sabiduría -dice Jesús-; la Virgen pide el Don de la Humildad; San José la Humildad, la Castidad, la Obediencia. ¡Ah, todos juntos están orando con las manos en alto! Jesús se va de ahí. Uno lee un papel y dice:

UNA VOZ: Que todos los hombres y mujeres se reúnan en la plaza del pueblo para volver otra vez a sus hogares.

AMPARO: ¡Ah! Jesús se va, se esconde; la cabeza la pone en el suelo. ¡Ay! ¿Qué haces? Se mete detrás de las columnas. Mira por entre las columnas. ¿A quién vigila? Se esconde. ¡Ay, se va para allá y se esconde! ¡Ah! La Virgen y San José se marchan. Pero ahí se queda Jesús. ¡Huy, todos se han ido! están reunidos todos en la plaza. Vuelven a emprender el camino todos. ¡Ay! ¿Dónde se queda Jesús? ¡Ay, ay! Pero se quedan ángeles también ahí con El. ¡Ay, su Madre se va! ¡Ay, te quedas tú sólo! ¡Huy, sale del Templo! Va por las calles Jesús mirando todas las calles y recordando ¡ay! que un día tendrá que morir para salvar al mundo. ¡Ay, pobrecito, lo ve todo, pobrecito! ¡Anda... qué frío! Vas a tener frío tú solo. ¡Ay, pobrecito! ¡Ay, se queda ahí...! ¿y su Madre, dónde está? ¡Ay! ¿Su Madre dónde está? ¡Con todos! Pero, ¡qué lejos ya! Se reúnen todos a comer. Viene José; mira por todas partes. María mira a José buscando. Se pone la mano en el pecho:

LA VIRGEN: José, esposo mío, ¿dónde está mi Hijo?

SAN JOSE: Señora y paloma mía, creí que estaba con Vos.

AMPARO: La Virgen se desmaya; se va a caer.

LA VIRGEN: Lumbre de mis ojos, ¿dónde estás? Luz de mi alma, dueño de mi vida.

AMPARO: ¡Qué angustia, qué cara, pobrecita! ¡Ah! En seguida se reanima y le dice a José:

LA VIRGEN: José, esposo mío, tranquilizaos, Yo fui culpable por no tener cuidado de El.

SAN JOSE: No esposa mía, paloma mía, el culpable fui yo, que creí que estaba con Vos y no miré.

LA VIRGEN: Mi Corazón se parte de dolor, esposo mío. No puedo proseguir el viaje, volvámonos, que mi Corazón no encontrará sosiego hasta que no encuentre a la lumbre de mis ojos, al Rey de mi vida.

AMPARO: Se vuelven; van preguntando a todos:

LA VIRGEN: ¿Habéis visto a mi Hijo? ¿Habéis visto a mi Hijo?

AMPARO: Responden que no, que en todo el camino no lo han visto. ¡Cómo se angustia, pobrecita! ¡Ay! José quiere animar a la Virgen.

SAN JOSE: Esposa mía, no desfallezcáis de dolor, que mi corazón también desfallece. Me creo culpable.

AMPARO: ¡Ay, pobrecito! Mira al cielo y dice la Virgen:

LA VIRGEN: Dios, mi Creador ¡qué pronto habéis hecho desaparecer la luz de mis ojos!

AMPARO: ¡Ay, pobrecita!

LA VIRGEN: Yo ya veía que tenía que entregarle, pero pensé que todavía no era el tiempo. Pero, gracias, Dios mío, por haberme dado estos años de riqueza con su niñez y esta doctrina. Luz de mi alma, mi Corazón se traspasa de dolor, casi mi garganta no puede hablar; ¿dónde estáis luz de mi alma? Y vosotros, compañeros y vasallos de vuestro Dios, ¿no me podéis revelar dónde está mi Hijo?

AMPARO: Los ángeles no responden. ¡Ay, pobrecita, decidle dónde está! La consuelan. ¡Ay, pobrecita!

LOS ANGELES: Señora y Reina del cielo, consolaos; Dios quiere obrar en Vos estos misterios.

AMPARO: ¡Cómo se angustia la Virgen, pobrecita! ¡Cómo llora, cómo le caen las lágrimas! ¡Ay, pobrecita! San José llora también.

LA VIRGEN: Apresuraos, esposo mío.

AMPARO: Mira la Virgen al cielo y dice:

LA VIRGEN: Dios, mi Creador, ¿no me queréis revelar dónde está mi Hijo? Pienso que Arquelao... si habrá cogido a mi Hijo y lo habrá metido en prisión y estará recibiendo malos tratos...

AMPARO: ¡Ay, ay, pobrecita, cómo llora, cómo pregunta, ay!

LA VIRGEN: Lumbre de mi alma, fuego de mi Corazón, ¿os he tratado mal? ¿He sido indigna de ser vuestra Madre? Pero por estos años que habéis permitido que sea vuestra Madre real, concededme ver dónde estáis. Mi pensamiento es: si se habrá ido al desierto a hacer compañía a Juan... ¡Hijo de mi vida! ¿Estáis deseoso de sufrir por los hombres aún sin haber llegado vuestro tiempo? José preparaos; iremos al desierto a ver si lo encontramos con Juan el Bautista.

AMPARO: Se acercan los ángeles y le dicen:

LOS ANGELES: Señora, Reina de cielos y tierra, vuestro Hijo está cerca, no está tan lejos.

AMPARO: Va por las calles preguntando:

LA VIRGEN: Mujeres de Jerusalén, ¿habéis visto a un Niño de unos doce años, rubio, con los cabellos como el oro, su cara blanca, su alma como la leche y sus manos coloradas de sangre?

UNA MUJER: ¿Cómo es el Niño?

AMPARO: Dice esa mujer que viene.

LA VIRGEN: Es rubio, de doce años, con una belleza incomparable y una hermosura en su rostro que ningún ser humano puede tener.

OTRA MUJER: ¡Ah! Ese Niño estaba ayer por aquí; vino a mi casa a pedir limosna; le di limosna y le metí en mi casa a comer. Era un Niño distinto de los demás niños. Dentro de mí se obró algo que desde ayer mi alma siente una paz que nunca ha tenido.

AMPARO: Vienen otras tres mujeres y dicen lo mismo. ¡Ay, ay, pobrecita! ¿Dónde estará? ¡Ay!

LA VIRGEN: ¿Dónde os puedo buscar, lumbre de mi Corazón, hijo de mis entrañas? ¡Ya sé: iré a los hospitales, a los asilos, a donde los pobres; allí es donde podréis estar. José, esposo mío, vamos a los hospitales, a los asilos, a preguntar si ha pasado algún niño por ese lugar.

AMPARO: La Virgen pone la cabeza en el suelo, José también.

LA VIRGEN: Dios, mi Creador, iluminadme, para ver dónde está mi amado Hijo. Se me ha ido el sol que me alumbraba, la lumbre que me calentaba. Mi cuerpo está sediento del amor de mi Hijo. Mi alma no puede vivir sin El. Dios, Creador y Majestad divina, aquí está vuestra esclava para que clavéis sobre su Corazón todas las espadas de dolor que Vos queráis. Pero que me alumbre la luz que se me ha ido.

AMPARO: ¡Ay, ay, pobrecita! Llega a los hospitales. Hay enfermos ahí.

LA VIRGEN: Hijos de Jerusalén, contestad a esta Madre dolorida: ¿habéis visto a un Niño de 12 años blanco como una paloma?

AMPARO: ¡Ay! Todos se acercan.

UN ENFERMO: El Niño que vino ayer estuvo visitándonos, nos trajo alimentos y doctrina. ¡Cómo hablaba! Curó a muchos paralíticos, hizo ver a muchos ciegos. ¿De dónde es ese Niño?

LA VIRGEN: Algún día sabréis de dónde es. Todavía no ha llegado la hora.

OTRO ENFERMO: También estuvo en los asilos llevando alimentos a los pobres. Hizo grandes prodigios en las almas.

LA VIRGEN: Ya sabia Yo que no podíais estar en otro lugar. Pero todavía no ha llegado el momento, Hijo mío. No pienses, Hijo mío... (ininteligible). Es que mi Corazón está transido de dolor. José, sólo puede estar en el único lugar que falta; vayamos al Templo.

AMPARO: ¡Ahí está Jesús! ¡Huy, con todos esos de barbas! ¿y qué son? ¿Qué tienen en la cabeza: esos gorros con esas bolas, vestidos de "colorao"? ¡Huy! ¿Quién son? ¡Cuántos hay ahí! Están ahí en un corro todos. ¡Huy, Jesús se sienta ahí! ¡Ay! Explican esos.

UN DOCTOR: Vamos a ver, aquí hay muchas dudas de muchas habladurías que se van diciendo por ahí. Dicen que el Mesías ya ha venido al mundo. Se han obrado muchos milagros -dice la gente- con el Bautista, y que el Mesías está entre nosotros; que el Mesías ya ha venido.

AMPARO: Empiezan a hablar; se ríen, y unos dicen:

OTRO DOCTOR: ¿Cómo va a venir el Mesías, si el Mesías tiene que venir con un gran poder para liberar a su pueblo y dar muerte con guerra a todos los enemigos?

AMPARO: Unos dicen:

OTRO DOCTOR: Creo que estáis equivocado, el Mesías creo que está en la humanidad, que nació en Belén, que se vio una luz con una estrella.

OTRO DOCTOR: ¡Nada de palabras ni habladurías!

AMPARO: Dicen los otros:

OTRO DOCTOR: El Mesías vendrá temporalmente y redimirá al mundo temporalmente y pondrá orden temporalmente.

AMPARO: Jesús está oyendo, se levanta, se presenta en medio, y todos se miran.

UN DOCTOR: ¿Quién es este Niño con esa belleza extraordinaria?

AMPARO: Jesús dice:

JESÚS: Os estoy oyendo cómo disputáis, cómo dudáis. ¿Qué doctrina podéis enseñar? De acuerdo; vendrá el Mesías como vosotros decís, lleno de poder y majestad y dará muerte a sus enemigos; pero os olvidáis de que esa es la segunda venida. En la primera venida vendrá el Mesías; será hecho oprobio, escarnio; será crucificado; será despreciado; será humillado. Así es como redimirá a su pueblo. Y no será como vosotros decís una gloria temporal, será una gloria eterna, lo que vendrá a enseñar a los hombres; una doctrina con una Iglesia y unos Sacramentos para que los hombres puedan salvarse. ¡Ay, ciegos!

AMPARO: Todos decían: ¡Ay, mirad cómo dicen como decían antes!:

DOCTORES: ¿Quién es este Niño, esta sabiduría a esta edad?

JESÚS: No sabréis quién Soy hasta que llegue el tiempo; pero pensad que el Mesías vendrá primero a redimir el mundo con la gloria eterna y después vendrá a juzgar y vendrá a prender fuego a la tierra contra sus enemigos. Esta será la segunda venida; pero la primera os habéis olvidado de ella.

AMPARO: ¡Ay, cómo llegan ahora! Se sientan San José y la Virgen. La Virgen se coge el Corazón de alegría. Está escuchando a su Hijo.

JESÚS: Sí;

AMPARO: Dice a todos esos hombres.

JESÚS: Formaré una Iglesia, y en mi Iglesia habrá un sólo rebaño.

AMPARO: Pero los hombres no lo oyen. Oye una voz:

VOZ: No ha llegado el tiempo de explicar tan claramente esta doctrina.

AMPARO: Pero la Virgen entiende todas estas palabras y ve la Iglesia, ve la Eucaristía. ¡Huy! ve los sacerdotes ¡Míralo cómo va a instituir la Comunión! ¡Huy, huy, huy, todo lo siente! ¡Ay, cómo se llena de gozo la Virgen! Ve todo, todo: cómo la Iglesia está ahí; cómo el sacerdote da la Comunión. El Sagrario...

AMPARO: Levanta los ojos al cielo y dice:

LA VIRGEN: Dios, mi Creador, Divina Majestad, gracias por haberme llenado de todos estos misterios. No soy digna de todas estas gracias.

AMPARO: Jesús mira a su Madre muy serio; y la Virgen que siente dentro una sabiduría ¡Ay, ay! ¡Huy, qué grandeza! ¡Ay, lo que...! ¡Ay! ¡Huy, huy, huy, qué grandeza, ay!

JESÚS: Ya hemos acabado, Doctores. Cumplid con las Leyes, pero no las leyes que vosotros queráis poner a vuestro antojo.

AMPARO: Todos se miran y todos se van cuchicheando:

DOCTORES: ¡Nos ha dado una sabiduría este muchacho...! No podemos alcanzar a ver quién es, pero ¡tiene una sabiduría...!

AMPARO: Se acercan José y María.

LA VIRGEN: ¡Hijo mío!

AMPARO: Se acerca, le besa los pies. ¡Ay, qué grande eres! Le besan los pies a Jesús y le dice la Virgen:

LA VIRGEN: Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto, Hijo mío? Tu padre y yo te estamos buscando por todas partes.

AMPARO: Jesús se pone muy serio. ¡Huy, pobrecita!

JESÚS: ¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre celestial? ¿No sabéis que tengo que enseñar las doctrinas, para que los hombres reparen el pecado de Eva?

LA VIRGEN: Sí, Hijo, perdonadme.

AMPARO: Dice la Virgen:

LA VIRGEN: Me creí no ser digna de ser vuestra Madre. Creí haber faltado a mis cuidados de Madre, y por eso había desaparecido la luz de mis ojos. ¡Perdonadme, Hijo mío!,

JOSE: Y a mí también perdonadme. Yo también estaba preocupado por vuestra ausencia.

AMPARO: Jesús bendice a José y María. Los coge del brazo los levanta y los tres salen del Templo. ¡Ay, que alegría! ¡Ay, Dios mío!

LA VIRGEN: Así, hija mía, seguiré haciéndote ver otros misterios.

Sed firmes, hijos míos, con fortaleza. Pensad que la fortaleza no daña a la caridad y ¡ay de los hombres que por causa de ellos no llegue a realizarse mi Obra...!

Trabajad, hijos míos. Haced apostolado. Sed humildes. Y ¡fuera el ocio y la pereza! Anteponéis las cosas del mundo a vuestro Dios. ¡Qué pena me dan vuestras almas! Humildad os pido y diligencia, hijos míos, para obrar. No pongáis tasa a Dios para vuestras obras. Rezad todos los días el santo Rosario; que muchos de vosotros no lo rezáis, hijos míos. Sabéis que me agrada esa plegaria, y ¡qué poco correspondéis a mi amor!

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos.

Amad a la Iglesia, hijos míos. Si amáis a Cristo, tenéis que amar a la Iglesia.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Frecuentad este lugar, que es poco frecuentado por vosotros, hijos míos.

Humildad te pido. hija mía. ¡Adiós!





MENSAJE DEL DÍA 5 DE MARZO DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



En Prado Nuevo, El Escorial (Madrid). En la madrugada de este día Luz Amparo y sus acompañantes se ponen a rezar los quince misterios del santo Rosario. Terminados los gozosos rezados en segundo lugar, Amparo entra en éxtasis y transmite el siguiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, hoy el mensaje va a ser muy corto; sólo voy a decir unas palabras: Dios llora por la humanidad. La humanidad se hace la sorda; no hace caso a los mensajes celestiales. Ni las lágrimas de María, ni la Cruz de Jesús convierten a los hombres. Si los hombres no son mejores, dentro de breves momentos el globo terrestre temblará.

¡Oración, hijos míos, y sacrificio! Sólo esto puede salvar a la humanidad.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en el mundo. Rezad, hijos míos, para que los buenos seáis verdaderamente buenos y para que los malos se conviertan de sus pecados.

Así quedará a tierra. (La Virgen expresa gran tristeza; Amparo llora desconsoladamente viendo la tierra desierta y como anegada en aya candente. Sigue hablando la Virgen):

Sólo vuestro sacrificio, hijos míos, y vuestra penitencia podrán salvar a los más malos. (Sigue Amparo llorando).

Ni los buenos amáis a Dios, vuestro Creador, tal y como tenéis que amarle. Y moriréis todos juntos.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de tantas y tantas ofensas como se cometen en la humanidad.

También pido a ese pequeño número de almas consagradas, tan reducido, que sean fuertes y sigan amando nuestros Corazones. Son el bálsamo que mi Hijo presenta a mi Corazón para suavizar estas heridas. (Se refiere a las heridas de las espinas de su Inmaculado Corazón que Amparo contempla y llora en larga pausa).

Dios llora, hija mía, llora por sus almas consagradas; llora por su iglesia. Está agonizando en el huerto de Getsemaní, hijos míos.

Es necesario que los hombres oren, porque Dios está agotando su justicia; y su misericordia ya está casi agotada. (Dice Amparo que, a medida que la catástrofe se vaya extendiendo, disminuirán los sujetos en que ejercer la justicia y la misericordia).

Son tiempos graves, hija mía, y los hombres no quieren enmendarse. Mi Hijo me ha puesto como tabla de salvación para salvar a la humanidad.

Y vosotros, almas consagradas, aquéllos que todavía sois capaces de seguir el Evangelio, tal como es, y vivís escondidos del mundo en sacrificio y penitencia, ¡sed fuertes, hijos míos! Venid a vuestra Madre que Yo os protegeré con mi manto como la gallina protege a sus polluelos bajo sus alas, y derramaré gracias sobre vosotros.

Alabad a Dios, vuestro Creador. Los hombres han olvidado que han sido creados sólo para amar y glorificar a Dios. Y vosotros que os llamáis buenos: sin sacrificio, ni penitencia, ni oración, ni una vida austera, ¿podréis conseguir el cielo? Es necesario que estéis preparados día a día. Faltan segundos para que la tierra tiemble y buenos y malos mueran juntos. Porque los buenos no son tan buenos y los malos siguen siendo malos.

¡Haced caso, hijos míos, a vuestra Madre!

Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde. Sin humildad no se consigue el cielo.

Levantad los objetos, que serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos.





MENSAJE DEL 2 DE ABRIL DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Habiendo rezado Luz Amparo y sus acompañantes en Prado Nuevo de El Escorial, los quince misterios del santo Rosario, terminado el quinto misterio de dolor. contempla a la Virgen Dolorosa y transmite el siguiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, la situación del mundo es grave. Los altos puestos de la Iglesia están demorando mucho decir a las almas el gran peligro que encierra El mundo. Es necesario, hija mía, que se haga una llamada urgente a toda la humanidad a penitencia y oración. Así quedará el mundo, hija mía. (Pausa durante la cual ve al mundo anegado en lava incandescente y agua).

Vas a empezar besando el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como hay en la humanidad. No avisan a los hombres el peligro que acecha a esta humanidad sin Dios. Hay un falso movimiento en las almas. hija mía. van a la iglesia para ocupar los primeros puestos y para que sean admiradas por los hombres, pero no cumplen con la Iglesia como Cristo instituyó sus leyes. Mira, hija mía, cómo ponen a mi Hijo los pecados de tos hombres. (Pausa y llanto de Amparo al ver a Jesús llagado y desfigurado por el pecado).

Vuelve a besar el suelo en reparación de las ofensas que se hacen al Inmaculado Corazón de María.

Y vosotros, almas consagradas, dedicaos a vuestro ministerio y olvidaos de las concupiscencias de la carne. Sois escogidos por Dios; sed piedras vivas y explicad el Evangelio en su esencia, tal como es.

Y vosotros, laicos, ayudad a los pastores y enseñad todos unidos la riqueza que hay en la Iglesia. Explicad que hay manantiales divinos para alimentar a los hombres. Que todos vengan a estas fuentes inagotables. Y juntos todos, hijos míos, a la piedra angular; a esa piedra preciosa que Cristo puso en la tierra para salvar a la humanidad; y todos unidos, hijos míos, formad un sólo rebaño con un sólo pastor. El rebaño de Cristo no puede estar dividido, hijos míos. Amad mucho a la Iglesia; y todos aquéllos que estéis sedientos acudid a este manantial inagotable. Nunca se agotará este manantial; son tres bocas las que sustentan a este manantial: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Acudid todos, hijos míos, y aprended de Jesús. Cumplid con las leyes que El ha instituido para la salvación de los hombres. Todo el que venga y coma el Pan celestial y beba de este manantial tendrá vida eterna, hijos míos, y participará un día en este banquete celestial con los bienaventurados, ángeles y arcángeles; querubines y serafines.

Pero ¡ay, de aquéllos hipócritas fariseos que ocupan los primeros puestos para que los vean! Más les valiera no haber nacido, hija mía, porque mira lo que tiene reservado Dios para ellos. (Gime asustada viendo una niebla muy densa y oscura en la profundidad de un túnel sin salida).

Velad y orad, hijos míos, para no caer en tentación. Muchos el día del Juicio, hijos míos, muchos vendrán, pero no serán escogidos.

El Angel, hija mía, de la Justicia divina está sellando las frentes de los escogidos. Y el ángel de la maldad, de la mentira también sella las frentes y las manos.

¡Cuidado, hijos míos!, vais a ser sellados aquellos que no habéis sido. (Pausa). ¡Haced honor a este sello. hijos míos! es muy importante este sello en vuestras frentes; corresponded a él con oración y sacrificio. Amad nuestros Corazones.

Los tiempos son graves, hija mía, ¡La apostasía es muy grande en el mundo. Los cristianos son cristianos de apariencia, pero no son practicantes a las leyes de Dios.

Amaos unos a otros, hijos míos, y llevad el Evangelio por todos los rincones de la tierra.

Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde; con humildad se conseguirá el cielo.

Rezad todos los días el santo Rosario con devoción, hijos míos. Es la hora de María. María reinará sobre toda la humanidad, hijos míos. Así lo quiere Dios, que mi Inmaculado Corazón reine. Pero cuidado, hijos míos el rey de la mentira quiere ganar la batalla y cree que está a punto de ganarla. No os dejéis engañar, hijos míos, por ese rey de maldad y de perversidad.

Acudid a este lugar, hijos míos. Todos los que acudáis a este lugar recibiréis gracias especiales y muchos seréis sellados con este sello especial, el sello de los escogidos. (En una pausa muy larga contempla tristemente derrumbarse gran parte de la ciudad de Roma).

Mira, hija mía, si está próximo. (Ve desaparecer de diversas maneras personajes actuales). Por eso te pido: sé víctima de reparación por todos los pecadores del mundo.

Y vosotros, aquéllos que os llamáis de Dios, dejad el mundo y dedicaos a las almas. Mis hijos queridos, ¡qué poco amáis nuestros Corazones! Olvidaos del mundo, hijos míos, y ocupaos de vuestros ministerios. En las almas hay mucha falta de fe, hijos míos. Trabajad, orad, haced penitencia; veréis cómo estaréis firmes en el camino del Evangelio.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas que se hacen a nuestros Corazones.

Es preciso sufrir, hija mía, para conquistar almas para el rebaño de Cristo.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos. (Pausa)

Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de sus almas.

Os bendigo, hijos míos.

La paz os dejo, hijos míos.

Adiós.





MENSAJE DEL DÍA 7 DE MAYO DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

Voy a empezar, hija mía, por el cáliz de la amargura. Bebe unas gotas, hija mía. Se está apurando (pausa, angustia y tos de Amparo mientras se la oye beber).

Es necesario, hija mía, apurar el cáliz del dolor para purificar a las almas. En estos tiempos, hija mía, graves, hay que invocar al Espíritu Santo no con fiestas, hija mía, sino con amor, con sacrificio y respeto y penitencia.

Mira, hija mía, cuando el Espíritu Santo viene sobre los Apóstoles a cada uno le otorga gracias especiales para poder llevar el Evangelio por todas las partes del mundo. Mira a Pedro; las gracias que le otorga para poder regir su Iglesia. A Juan como hijo y protector mío; y a María, hija mía, como Madre de la Iglesia, le da todo el entendimiento de lo que iba a suceder en La tierra.

Este momento es grave, hija mía, grave, muy grave para mi Iglesia. Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en mi Iglesia. Dios sigue olvidado en las almas, hija mía.

Arrodillaos y rezad esta oración, hijos míos:

Oh Padre celestial, arrodillados delante de vuestras divinas plantas imploramos que venga el Espíritu Santo sobre nosotros y nos otorgue los Dones que necesitamos para poder sobrevivir en la tierra... El Don de Sabiduría, el Don de Entendimiento, el Don de Fortaleza, el Don de Prudencia, el Don del Consejo, el Don de la Piedad, el Don..., hijos míos, ese Don es muy importante, el Don de la Humildad. También es importante el Don del Temor. El que no teme a Dios no entrará en el Reino del cielo.

Decidle, hijos míos a vuestro Padre Eterno que venga el Espíritu Santo sobre vosotros y rija vuestras vidas y guíe vuestros pasos y sea vuestro Consolador en vuestras penas y aflicciones. Seréis perseguidos, hijos míos. El anticristo con sus secuaces en la tierra está apartando a los de Cristo, que son los cristianos, de los suyos, para perseguirlos y castigarlos. Lo hace muy astutamente, hijos míos. Los hombres se dejan llevar por las palabras y las promesas, y sus ojos se deslumbran, hijos míos, ante tantas y tantas promesas como hacen y caen como gazapo en la trampa.

No os dejéis arrastrar, hijos míos. Seréis sellados por el Espíritu Santo. La tiniebla no puede dar nunca luz a la luz. La luz a la tiniebla es la que alumbrará, hijos míos. La tierra se ha convertido en desorden, en crimen, en odio. No olvidéis orar, hijos míos. Amaos unos a otros, y que se os conozca por la cruz, por el amor, por la humildad, por la unidad, como aquellos primeros cristianos que fueron perseguidos. Que no os deslumbren las palabras ni las promesas, hijos míos. Yo estaré con vosotros en todos los momentos de vuestra vida, hijos míos. Cuando en los últimos tiempos el enemigo quiera apoderarse de vuestras almas, este sello relucirá en vuestra frente y nada ni nadie podrá quitaros este sello, hijos míos. Sed humildes, muy humildes.

Mira, hija mía cómo vino el Espíritu Santo sobre los Apóstoles en el Cenáculo. (Pausa larga en la que Amparo se dobla para atrás hasta casi tocar con la cabeza en el suelo a impulso de clarísima luz).

EL SEÑOR:

Mira a todos aquellos que participaron en la muerte de Cristo, hijos míos. Mira cómo fueron gravemente castigados. Estos son los sayones; mueren fulminantemente. Mira aquellos que me dieron las bofetadas; también son castigados gravemente. Mira, hija mía, aquellas pobres mujeres que lloraron amargamente mi Pasión, cómo son llenas y revestidas de gracias. Mira los demonios, cómo se estremecen en lo más profundo de los infiernos aullando, hija mía, y gritando su perversidad. Y mira todos aquellos que gritaban: "¡Crucifícale, crucifícale!" Sus males y sus perversidades se han extendido en la tierra y siguen, siguen aumentando los males atroces. El mundo está invadido, hija mía, de todos esos males. Ese es su castigo, ése es su tormento, hija mía. Ahí siguen multiplicándose en la tierra. Millones y millones de almas han sido arrastradas por sus pecados al infierno.

LA VIRGEN:

Pero mira, hija mía, cómo gozan los bienaventurados: todos aquellos que han meditado la Pasión de Cristo, la han vivido en sus propias carnes, hija mía; mira tu gloria. Todos aquellos que han amado a la Iglesia tal como la tienen que amar, tienen que enseñar el Evangelio, los hombres de hoy, tal como está escrito, hija mía, para encontrarse con los bienaventurados.

Están desfigurando el Evangelio, mis Leyes, que me las dejó mi Hijo, dentro del pecho están escondidas, hija mía, las Tablas de la Ley, y ¡qué mal aprovechadas han sido!: Amarás al Señor tu Dios, con todas tus fuerzas, con todo tu entendimiento y con toda tu voluntad; no jurarás el Nombre de Dios en vano; santificarás las fiestas en Nombre de Dios; honrarás a tu padre y a tu madre; no matarás; no cometerás actos impuros; no levantarás falsos testimonios ni mentirás; honrarás a la mujer de tu hermano; no codiciarás los bienes de tu hermano. Esas son las Tablas de la Ley que los hombres han olvidado, hija mía.

Por eso os digo que pidáis a Dios eterno que venga su divino Espíritu sobre vosotros para poder subsistir entre tanto mal como hay en la humanidad, hijos míos.

Yo seguiré derramando gracias sobre todas las almas que acudan a este lugar.

Los hombres han olvidado mis palabras, hijos míos: Pedí que en este lugar se hiciese una capilla en honor mi nombre y que viniesen a rezar de todas las partes del mundo, que todo el que acuda a este lugar será bendecido y marcado con una cruz en la frente. Y ahora prometo que todo el que acuda a este lugar será sellado para que el enemigo no pueda arrebatar su alma.

¡Cuidado con los hombres, hijos míos! Que las leyes de los hombres son contrarias a las leyes de Dios, por eso hacen desaparecer todo principio religioso en la tierra y os señalarán con sus leyes para ser perseguidos, hijos míos. ¡Animo y fortaleza! La fortaleza es muy importante en estos tiempos, hijos míos. Amaos unos a otros. Uníos, hijos míos, como los primeros cristianos; no os separéis y protegeos con la oración, con el ayuno con el sacrificio. ¡Que no os arrastren a esas leyes destructoras, hijos míos, que pueden mancillar vuestra alma! Los hombres se hacen los sordos y ¡ay de aquéllos que no hacen caso de mis palabras! Males, grandes males caerán sobre ellos. A muchos de ellos caerán males sobre su cuerpo porque se hacen sordos a la llamada de Dios.

Vosotros, almas consagradas, avisad a los hombres del gran peligro que acecha a la humanidad; no os quedéis mudos ni sordos. No os lavéis las manos como Pilato.

Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde. Ama a la Iglesia con todo tu corazón y cumple las leyes que Dios restituyó.

Y vosotros, hijos míos, repartíos de diez en diez; id por los pueblos y que nada os acobarde ni nadie, hablad del Evangelio. El mundo está necesitado de almas que hablen del Evangelio tal como es, hijos míos. Gritad a los hombres que los tiempos son graves y repartíos por el mundo sin importaros las penalidades del mundo, ni las persecuciones, ni las calumnias. Hay muchos que dicen que están conmigo y están contra Mí.

Vosotros, hijos míos, id gritando la esencia que hay en la Iglesia. Y que todos vengan a esas fuentes para que los enemigos no arrastren a tantas almas.

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales.

Os bendigo a todos, hijos míos, y la paz os dejo.



MENSAJE DEL DÍA 4 DE JUNIO DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Como es habitual, Luz Amparo, avisada por la Stma. Virgen, acude a Prado Nuevo muy de mañana acompañada por hijos suyos y algunas otras personas de su confianza. Rezan el santo Rosario completo y, en el misterio catorce (cuarto glorioso), Luz Amparo, con expresión de gozo, mirando al cielo de rodillas, queda en éxtasis, al hacer su presencia la Stma. Virgen, que a través de ella transmite el siguiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, ya está aquí María, la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres.

Voy a explicar a los hombres, el por qué María es la llena de gracia y bendita entre todas las mujeres, porque así la Divina Majestad de Dios quiere que lo explique:

Antes de nacer mi Hijo, la Divina Majestad de Dios me elevó al cielo, y me hizo ver toda la gloria que tenía preparada para todos los hombres. Me hizo ver también la descendencia como venía del linaje de Adán y Eva; pero también me hizo ver que era concebida sin mancha, me hizo ver los pecados de la humanidad, cómo el hombre había perdido el paraíso y cómo era necesario que otra Mujer y otro Hombre reparasen los pecados de la humanidad.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en el mundo. (Luz-Amparo se inclina y besa el suelo).

Mira, hija mía, Dios me elevó al cielo, ante su Divinidad, y me hizo participar de su gracia y de su sabiduría, y me otorgó grandes dones, y me atribuyó también grandes atributos de sus atributos, para que reinara sobre la humanidad. Me concedió ser Madre de Amor y de Misericordia y me dio gracias como a ningún ser humano le otorgó, para que Yo estas gracias pudiera distribuirlas sobre los mortales. Mandó a las estrellas, al sol y la luna, que todos me obedeciesen, a todos los llamó por su nombre, a los peces, a las aves, a los reptiles, a todos les dijo que me obedeciesen y me nombró como Madre de toda la humanidad. También me dio el título de Reina de las estrellas y Señora de todo lo creado. Por eso María es tan odiada, hijos míos, por eso el enemigo hace que desaparezca el nombre de María.

Dios mi Creador quiso que María trajese a Jesús al mundo para redimir a la humanidad, y que todos los hombres le conociesen; y ahora pide la Divina Majestad de Dios que María sea la que prepare el camino para que reine su Hijo. Por eso soy Reina y Madre de Misericordia, consuelo de los pecadores y de los afligidos.

Hoy, hija mía, van a aparecer diez Coros de Ángeles y sellarán frentes de todos los que acudan a este lugar. Todos aquellos que estéis sellados recibiréis gracias, amor y protección mía. Todos serán sellados en el cuarto misterio de gloria. Y unos a otros verán sus frentes selladas. Que acudan todos a este lugar, que todos serán bendecidos y sellados en sus frentes. La hora se aproxima más y más y los hombres no dejan de ofender a Dios, hija mía. Orad, orad y haced oración para que toda la humanidad se salve, hija mía.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas almas consagradas como ofenden a Dios.

Vosotros, almas consagradas, despertad de ese eclipse que tenéis, invocad al Espíritu Santo para que vuestra luz vuelva a vuestra alma y no os desviéis del camino de la salvación y de la penitencia. Estáis fríos por falta de oración, hijos míos.

Rezad el santo Rosario todos los días. Con el santo Rosario, hijos míos, se arreglarán muchos problemas: espirituales y morales; nacionales e internacionales. Pero la mejor oración, hijos míos, es la Santa Misa. Acudid todos los días a recibir a Cristo; El instituyó la Eucaristía y dijo que el que comiera su Cuerpo y bebiera su Sangre viviría eternamente.

AMPARO:

(Amparo hace una exclamación de alegría y su rostro refleja un gozo indescriptible mientras dice con énfasis): ¡Ay...! ¡El gozo que siente el alma cuando se recibe a Cristo...

LA VIRGEN:

Y vosotros, jóvenes, acudid a vuestros hogares a una hora temprana. El castigo puede suceder en la oscuridad de la noche. Uníos en vuestros hogares y rezad el santo Rosario. Venid a nuestro Corazón, que nuestro Corazón os protegerá, hijos míos.

Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor, hija mía; está casi acabando. (Amparo toma entre sus manos algo y se lo acerca a la boca, se le oye la deglución que le produce arcadas).

Cuando el cáliz se acabe será terrible, hijos míos.

Orad, hijos míos, para no caer en tentación.

Frentes serán selladas. (Amparo se levanta, mira en derredor y se arrodilla).

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

La paz os dejo, hijos míos. Adiós.





MENSAJE DEL DÍA 6 DE AGOSTO DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)



Luz-Amparo, como todos los primeros sábados de mes, en Prado Nuevo, a tempranas horas reza el Rosario, acompañada de unas pocas personas de su confianza y queda en éxtasis al hacer su presencia la Stma. Virgen, que le comunica el siguiente mensaje:

SANTÍSIMA VIRGEN: Vas a empezar, hija mía, besando el suelo, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Hoy, hija mía, este mensaje va a ir más dirigido a los conductores de mis leyes, a aquellos maestros que no entran en el cielo ni quieren que los demás entren, hija mía. Aquellos que han escandalizado a tantos y tantos corazones, y ellos no dan fruto y no quieren que las almas den fruto por ellos. Ni quieren que trabajen por la salvación de las almas. Ni ellos trabajan ni dejan trabajar, hijos míos.

Muchos corazones os han admirado, doctores de la Ley, pero habéis escandalizado a muchos corazones. Os admiraban como verdaderos imitadores de Cristo, y verdaderos portadores del Evangelio, pero habéis cambiado, hijos míos, vuestra vida por comodidad, por dinero, por honores y habéis introducido a muchas almas en el abismo; y no dejáis, hijos míos, a mis portavoces que hablen de mi mensaje. Os reís de ellos, los difamáis, los calumniáis, y sabéis, hijos míos, que la mayoría de estas manifestaciones son provocadas por vosotros, por vuestra falta de amor a la Iglesia, por vuestra falta de respeto al Vicario, por vuestra falta de entrega, hijos míos, pero vuestra soberbia os deja ciegos, y no os deja ver la situación del mundo, hijos míos.

Mira, hija mía, voy a enseñarte cuatro cálices, dos divinos y dos infernales, los divinos están rebosando de justicia y de misericordia y los infernales... verás el dragón desde su guarida cómo derrama la iniquidad que estos cálices contienen. Mira dónde está el dragón escondido, hija mía, y explica:



AMPARO: Veo un animal grande, muy grande, con unas pezuñas como del cocodrilo, unos ojos como de serpiente, ¡oh...!, una cabeza aplastada larga, muy larga, con dientes de cocodrilo, ¡ay...!, con las pezuñas ha cogido uno de los cálices, y lo está derramando sobre toda la humanidad; es odio, envidia, lujuria, ¡ay...! con esa cabeza de serpiente tan larga, la mueve a un lado y a otro y coge al vuelo a las almas, y las introduce dentro... ¡Ay..., qué tripa tiene!... ¡ay!, con esa gran boca, ¡ay, cómo las coge...!, ¡ay... qué movimientos más rápidos!, ha derramado ya el cáliz entero, y las almas caen selladas por el 666 en sus frentes; miles y miles de almas se han introducido dentro de su estómago, ¡ay... ay! al otro lado veo a María con Jesús, cada uno con un cáliz, rebosa su misericordia y su amor, ¡ay...!, pero ahí también está el ángel de la justicia muy severo, también caen almas a esta parte, porque donde cae lo que está dentro de ese cáliz... ¡Ay... cuántas almas hay selladas!, ¡ay, Dios mío!, ¡ay, la Virgen tiene un Corazón que atrae a las almas!, ¡cuántas van!, ¡ay, Madre mía, no dejes a ese dragón infernal que coja más, ¡ay...!, ahí está el bien y el mal..., ¡ay... cuánto mal...!

SANTÍSIMA VIRGEN: Es necesario, hija mía, que vuelvas a besar el suelo, en reparación de tantos pecados como se cometen en la humanidad.

Van a ser selladas las frentes que quedan en este lugar sin sellar. Hijos míos, el hijo de la iniquidad quiere aprovecharse de la mayor parte de la humanidad. Sed fieles al Evangelio, hijos míos, sed imitadores de Cristo.

Y vosotros, maestros de las Leyes, salíos del mundo y sed esos cristos docentes; predicad el Evangelio tal y como está escrito, hijos míos. Retiraos de las comodidades, de los placeres, de los honores, y entregaos al sacrificio, a la penitencia y a la oración. Sólo desde la oración y desde el sacrificio podréis salvar vuestras almas, hijos míos. Amaos unos a otros como Cristo os enseñó a amaros.

Y vosotros, guías del pueblo, no os interpongáis en el camino de mis portavoces, y dejad que hagan lo que vosotros no hacéis.

Cristo coge a las almas miserables, pobres e incultas, porque sabe que de su naturaleza humana puede sacar grandes virtudes para comunicárselas a los hombres.

Sí, hija mía, mi Hijo te ha escogido como miseria humana, pero tú te has dejado en sus manos, te has dejado labrar, hija mía, y has conseguido la virtud de la humildad, de la obediencia, que es lo más importante, hija mía. Piensa, hija mía, que mi Hijo te escogió víctima de reparación, y te repito tantas veces: tu misión es sufrir, hija mía; ayuda a nuestros Corazones a salvar a la humanidad corrompida por el pecado de la carne, de tantos y tantos vicios. Los hombres están materializados en el dinero, en la carne, y olvidan las Leyes de Dios, hijos míos.

No alberguéis odio en vuestro corazón, amaos, practicad ese mandamiento primero que Cristo os enseñó: "AMAOS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO."

Todas las frentes que acudan a este lugar, serán selladas con un fuerte sello, para que el enemigo desde su guarida, no pueda atacarlos.

Mi Hijo manda sus portavoces para enseñar a los hombres a amar a la Iglesia, a amar al Vicario; vosotros guías del pueblo y conductores de Cristo, amad a vuestro Vicario, amad a la Iglesia. No seáis soberbios, hijos míos, ¿quiénes sois vosotros para decir a quién tengo que manifestarme? Amad mi Corazón y veréis con claridad, hijos míos, habéis olvidado que María es la Madre de Dios, y no es ninguna herejía decir que es Madre de la Divinidad de Jesús, y que Dios me otorgó todos los dones y me dio gracias para derramarlas en este final de los tiempos, hijos míos. Convertíos, hijos míos, arrepentíos; orad, orad, para no caer en tentación.

No os riáis de mis mensajes, hijos míos. Según tratéis a mis portavoces, seréis tratados. Humillaos y reconoced vuestra soberbia. Todo lo tengo dicho, hijos míos, pero no dejaré de manifestarme en este lugar hasta que consiga lo que he pedido, hija mía, aunque los hombres se hagan los sordos. Vuestra Madre Dolorosa se manifestará en este lugar a los hombres.

Tú, hija mía, sé humilde y abandónate en las manos de mi Hijo. Tendrás pruebas muy duras, hija mía, pero nadie podrá matar tu alma, aunque los hombres intenten matar tu cuerpo. Humildad te pido, hija mía.

Hoy hay una bendición muy especial para todos los que acudan a este lugar y todas las frentes, no importa edades, ni colores, ni altos, ni bajos, ni ricos, ni pobres, todos serán sellados con este sello especial, hijos míos.

Seguid acudiendo a este lugar; os dije un día que por vosotros saldrá esta obra adelante; no me defraudéis, hijos míos. Refugiaos en mi Inmaculado Corazón, porque mi Inmaculado Corazón triunfará sobre toda la humanidad.

Los hombres están ciegos, y no ven la situación del mundo, y repito el mundo está enfermo, con una enfermedad mortal que sólo por Cristo y María podrá salvarse.

Amad a la Iglesia, hijos míos, frecuentad los Sacramentos, amad al Vicario de Cristo, rezad todos los días el santo Rosario, el Rosario hija mía, es un rezo exquisito, litúrgico. Amad a vuestra Madre, hijos míos, y amaos unos a otros.

Yo me manifiesto en muchos lugares, para recoger el rebaño que está disperso por todos los rincones de la tierra, y muchas almas, hija mía, han caído en mi rebaño; aunque estoy triste por los que se dejan sellar por el enemigo, mi Corazón tiene mucha alegría porque se salvan muchas almas, y muchos han sido sellados con la señal de los escogidos.

No os dejéis, hijos míos, arrastrar por esos profetas falsos que confunden la doctrina y buscan los honores terrenos. Aquí, a este lugar, están acudiendo muchos profetas falsos, hijos míos. Orad, para que sepáis distinguir dónde está la verdad.

Y vosotros, guías del pueblo, que os estáis tragando (1) el mosquito y estáis dejando (2) el camello, está escrito: vigilad, que por los frutos los conoceréis, y aquéllos que no están conmigo van en contra mía. No difaméis, no faltéis a la caridad a mis portavoces, hijos míos, y no os riáis de aquellos maestros, que aunque pocos, todavía quedan, que llevan el Evangelio tal como es, con esa esencia de la vida y la muerte de Cristo. No os riáis, porque ¡ay de vosotros cuando os presentéis ante Cristo! Allí será el rechinar de dientes y allí serán los llantos, y no habrá compasión para vosotros. Yo os amo a todos, hijos míos, todavía estáis a tiempo, convertíos y arrepentíos, venid a María que María es el camino recto y seguro para ir a Jesús. Dios Padre me ha puesto como camino de salvación, como puerta del cielo, para que todos entréis por Mí para ir a Jesús.

Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los enfermos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. La Paz os dejo, hijos míos. ¡Adiós! ...

(1) Preocupándoos mucho de insignificancias.

(2) No haciendo caso de cosas importantes.





MENSAJE DEL DÍA 2 DE JULIO DE 1988 (PRIMER SÁBADO MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Durante el rosario de la mañana temprano tiene lugar la aparición de la Stma. Virgen que transmite a Amparo el siguiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, hoy mi Corazón viene lleno de dolor porque mi Iglesia se ha dividido. ¿Sabéis por que, hijos míos ha podido el enemigo dividir mi Iglesia? ¡por la falta de oración y de sacrificio!

Quiero que renovéis vuestro espíritu y maduréis en el sacrificio y en la oración, hijos míos. Donde hay oración y sacrificio bien hecho Satanás no puede reinar. Como Madre de la Iglesia, hijos míos, mi Corazón está dolorido.

Me gusta la oración bien hecha. No me gusta la oración rutinaria, hijos míos. La oración bien hecha, hijos míos, es dialogar con Dios, es comunicarse con Dios, es aprender de Dios, aprende a ser feliz, porque la felicidad viene de Dios, hijos míos. Por eso cuando los hombres dicen que todas las obras son buenas, si no están llenas de Dios no pueden ser buenas las obras. La felicidad la da Dios, hijos míos. Los hombres han olvidado al Dios

los hombres y convierten a los hombres en dioses. Muchos, hijos míos, que se llaman conductores de Dios sólo son conductores de manos, pero su deseo no es que Cristo entre dentro de su corazón.

Quiero que no dejéis de orar, hijos míos, y estad en constante comunicación con el Vicario de Cristo. Pedid, rezad, consoladle. Todo esto que Yo he realizado, de vosotros depende, hijos míos, todo lo que se ejercite para la gloria de Dios.

Te lo dije, hija mía, la Iglesia se está demoliendo por falta de amor a Dios. Porque el hombre ha olvidado que es creado sólo para amar a Dios y glorificarle.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en el mundo.

Pedid mucho por la Iglesia, hijos míos. La Iglesia está en Getsemaní.

Os dije que llegaría este momento de obispos contra obispos, sacerdotes contra sacerdotes. Estos momentos son graves, hijos míos, muy graves.

Acudid a este lugar y rezad el santo Rosario con devoción y pedid a vuestra Madre, como Madre de la Iglesia, que proteja a los hombres de este mal que les acecha. Los hombres no le dan importancia a la oración, hijos míos. Mirad a vuestro alrededor y veréis la situación del mundo: crímenes, odios, envidias, rencores... ¡Y dicen que no hace falta orar, hijos míos! Amad a la Iglesia con todas sus consecuencias, hijos míos. Por una desobediencia el mundo está en pecado; y los hombres siguen desobedeciendo a Dios y se crean dioses para sus fines, hijos míos. No dejéis de orar y haced sacrificios, veréis cómo Satanás no reina en mi Obra.

Quiero que vayáis de pueblo en pueblo y dejéis la semilla echada. Que se formen cenáculos en los pueblos donde vayáis, para que no quede en el olvido la oración. En el Cenáculo se apareció Cristo a los discípulos, hija mía. En el Cenáculo se me apareció a Mí, haciendo oración y penitencia. Por eso os pido que allí donde vayáis, dejéis buen fruto, hijos míos.

No dejaré de bendeciros en este lugar, aunque los mensajes se acaben, hijos míos. Pero mis plantas virginales no dejarán de frecuentar este lugar. Estad tranquilos, hijos míos.

Y tú, hija mía, no te abandones en la oración ni en el sacrificio. Nosotros estamos contigo, y Dios está por encima de los hombres.

Si me amáis, hijos míos, y abrazáis los Mandamientos de la Ley de Dios y las Leyes que Dios ha instituido, mi Hijo se manifestará en vosotros y os dará la vida eterna.

Aunque estoy llena de dolor, hija mía, también tengo gozo, porque en el cielo casi todos los días hay fiesta de almas que se convierten en este lugar. Hoy hay gran fiesta en el cielo por ese alma que murió ayer, hijos míos, ¡tantos años separado de Cristo y cómo ha vuelto a la Vida!

Aunque los hombres han perdido la razón y viven como locos, hijos míos, ocupados sólo de lo material, de los goces del cuerpo, pero Yo derramo gracias sobre los hombres y mi Corazón de Madre los protege de la señal de Satanás.

Dije que todas las frentes serían selladas y os repita, hijos míos, seguiré sellando frentes y os las veréis unos a otros el día del castigo. Todos seréis señalados y os veréis Unos a otros la frente.

Mira que gran multitud hay señalados, hija mía.

AMPARO: ¡Ay, Madre, cuántos

LA VIRGEN:

Pero mira cuántos, hija mía, se precipitan en el infierno, aunque los no cristianos, hija mía, trabajan mejor que los que se llaman cristianos. Porque los cristianos niegan la existencia del infierno, y al negar la existencia del infierno niegan la existencia de Dios. Está escrito, el infierno está preparado para Satanás y sus secuaces.

Orad, amad, hijos míos, para que no caigáis en tentación.

Humildad os pido, hijos míos, porque muchos de aquéllos que se llaman míos, se engríen y piensan en ellos mismos y quieren averiguar los misterios del Altísimo. No pueden averiguar los secretos de Dios, porque están ciegos y su ceguera no les llevará a descubrir la verdad.

Acercaos a la Eucaristía, hijos míos, amad a la Iglesia, amad al Papa, hijos míos.

Sobre este lugar derramo gracias especiales, aunque muchos recibáis la cruz, hijos míos. La cruz es el camino del cielo y muchos de vosotros os ocupáis sólo de los bienes materiales, de educar a vuestros hijos para el mundo, hijos míos, y os olvidáis de Dios; Dios es el último. ¡No seáis hipócritas, hijos míos! A Dios no se le puede engañar. ¡No os confiéis que falta mucho tiempo para vuestra salvación! Puede estar más cerca de lo que vosotros os pensáis, hijos míos.

El demonio ronda todo este lugar; y muchos falsos videntes están jugando con la doctrina de mi Hijo, hijos míos. Están sembrando su condenación. ¡Qué pena de almas! Ellos y los que se dejan arrastrar por ellos, hijos míos.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecadores del mundo.

AMPARO: ¡Cómo lloras, Madre mía!

LA VIRGEN: Lloro por la situación del mundo. Y gozo cuando se salvan las almas.

AMPARO: A ver Madre, las lágrimas.... ¡Ay!

LA VIRGEN:

Tocad las lágrimas, hijos míos, uno por uno tocad mis lágrimas (Amparo recoge las lágrimas de la Santísima Virgen como las recogió el 15-IX-1983, ante la multitud de peregrinos; pero en esta ocasión los seis acompañantes son invitados, y las tocan en la mano de Amparo). Las lágrimas de vuestra Madre, que como dije, hija mía no hay ninguna profundidad donde meterlas, de tantas y tantas lágrimas como derramo por la humanidad.

Hijos míos, amaos unos a otros (pausa) y respetaos.

Hija mía, lo he dicho, ¡qué poca importancia le dan los hombres a Dios!: Manda su Hijo para traer la Vida en aquel tiempo, y los hombres lo entregan a la muerte. En este tiempo quiere que se conozca el nombre de Dios, y los hombres olvidan a Dios y se convierten en dioses.

Hija mía, humildad te pido, para la salvación de las almas.

Adiós, hijos míos.

Voy a daros una bendición muy especial, para vuestra protección y vuestra fortaleza, y para todos los que acudan a este lugar para la salvación de sus almas.

Levantad todos los objetos, hijos míos.

Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales, para la conversión de los pobres pecadores.

La paz sea con vosotros, hijos míos.

Adiós.





MENSAJE DEL DÍA 3 DE SEPTIEMBRE DE 1988, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Como es habitual todos los primeros sábados de mes, Luz-Amparo Cuevas, avisada por la Santísima Virgen, baja a Prado Nuevo a tempranas horas de la mañana, acompañada de algunos familiares y personas de su confianza.

Rezan las tres partes del Rosario y en el cuarto misterio de la tercera parte, Luz Amparo con una alegría indescriptible y mirando al cielo, de rodillas queda en éxtasis al hacer su presencia la Santísima Virgen, que a través de ella, transmite el siguiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, mi mensaje va a ser corto pues todo lo tengo dicho, y todo se cumplirá desde el principio hasta el final.

Seguiré manifestándome a mis altavoces, para que se lo comuniquen a los pueblos, porque por medio de estos portavoces las almas irán a Dios.

Es necesario, hijos míos, que en estos tiempos haya una reconciliación del hombre a Dios. Dios está gravemente ofendido y los hombres no cambian. Aflige tanto nuestro Corazón los pecados de la humanidad, pero lo que más aflige nuestro Corazones los pecados de las almas consagradas. Mi hijo ha puesto riachuelos de gracias en su Iglesia, para que los hombres beban de estas fuentes vivas, para salvar a la humanidad es necesario estas fuentes, pero los ministros de la Iglesia, hijos míos, administran mal estos riachuelos; dejan escapar hilos de agua divina y la desaprovechan para el bien de las almas. Se quedan ciegos, sordos y mudos, hija mía, a la gracia, y convierten los púlpitos fríos, oscuros, en sepulcros silenciosos.

Es necesario reparar los pecados de la humanidad; por lo menos, queremos que se salve la tercera parte de ella.

Sed firmes en la oración, orad, que todo aquel que permanezca en la palabra del Verbo, tendrá vida; porque el que permanece en el Verbo, permanece en el Padre, y permanece en el Espíritu Santo; pues el Espíritu Santo se puso en comunicación con el Padre, y los dos mandaron a Cristo a la tierra, para redimir a la humanidad.

Amad mucho a la Iglesia, hijos míos. Los hombres se han olvidado de Cristo y se han introducido en el pecado.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Los administradores de los Sacramentos, olvidan la doctrina de Cristo, y ellos aplican la doctrina que a ellos les conviene; y transmiten a los hombres células cancerosas que el demonio aprovecha para aprovecharse de la humanidad.

Es necesario, en estos finales de los tiempos, la oración y el sacrificio, hijos míos, la juventud está corrompida por el pecado, por el vicio; está enferma, pero con una enfermedad que no tiene remedio, hija mía; sólo María, que es corredentora de la humanidad, puede ayudar a las almas a salvarse en estos tiempos.

Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas, hija mía.

Pedid, hijos míos, que ese rebaño que está esparcido por el mundo, se encauce en el rebaño de Cristo. Los tiempos son graves, muy graves, y las almas siguen obstinadas en pecar y pecar, hijos mios. Los jóvenes los enloquece el mundo, y se precipitan en el infierno miles y miles de almas al día, hija mía. Se pierden la eternidad por el gozo, y por el placer corporal.

Amad a la Iglesia, amad al Papa, hijos míos. Seguid yendo de pueblo en pueblo, llevando el Evangelio que es la sal de la tierra, conquistad almas para el rebaño de Cristo; amaos los unos a los otros, hijos míos, como mi Hijo os enseña a amaros. El hombre ha deformado el amor y lo ha convertido en placer. Los hombres fueron creados para amar y glorificar a Dios su Creador, y para amarse unos a otros como a ellos mismos, pero ¡qué deformación han hecho del amor...!

Rezad el santo Rosario, hijos míos, con el santo Rosario podréis alcanzar la salvación. Frecuentad los Sacramentos. El que come el Cuerpo de Cristo y bebe su Sangre, tendrá vida eterna, hijos míos.

Como te he enseñado a ti, hija mía, no se puede ir al Padre sin pasar por el Hijo; el Hijo es la Iglesia.

Acudid todos a este lugar, que todos los que acudáis a este lugar, recibiréis gracias especiales, hijos míos. En estos tiempos, el enemigo está sellando frentes para poder apoderarse de la mayor parte de los hombres.

Sed humildes, hijos míos, la humildad es importante para la salvación. Orad, no os durmáis, hijos míos, el enemigo está al acecho de vuestras almas, y con la oración no podrá apoderarse de ellas.

Hoy voy a dar una bendición especial, con gracias muy especiales.

Levantad los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos.

Pero antes quiero, hija mía, que también sepas que tiene valor el sacrificio, la penitencia, y que mira mi Corazón cómo está rodeado de espinas, pero por el sacrificio y por la penitencia, vas a arrancar tres espinas que han llegado a purificarse. Arranca tres espinas de mi Corazón, hija mía.

(Amparo hace ademán de arrancar algo en el aire, tomándolo entre sus dedos con profunda expresión de dolor).

Han sido purificadas gracias al sacrificio y a la oración; ¿ves cómo tiene valor el dolor, hija mía?

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo -

La Paz te dejo, hija mía.





MENSAJE DEL DÍA 1 DE OCTUBRE DE 1988, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Avisada por la Stma. Virgen, Luz Amparo baja a Prado Nuevo acompañada de personas allegadas. Terminado el décimo quinto misterio del santo Rosario entra en éxtasis contemplando a Jesús y María y transmite el siguiente diálogo:

LA VIRGEN:

Aquí estoy, hija mía, para decir a la humanidad que los hombres no saben orar. Orad, hijos míos, que a la medida que oréis recibiréis vuestras gracias. Los hombres se han olvidado de orar; y donde no hay oración no hay amor.

Vas a empezar besando el suelo, hija mía, por la falta de amor que hay en la humanidad. (Amparo se inclina y besa el suelo.)

Los hombres han olvidado que todos los miembros de su cuerpo tienen que ejercitarlos en el amor. (Larga pausa). Si uno de estos miembros no lo ejercitan queda muerto, hijos míos; así está vuestro corazón; por falta de ejercitarlo en el amor, está muerto; ¿y queréis transmitir vida vosotros que estáis muertos, hijos míos? Repito que el hombre ha sido creado para amar. Dos cosas son necesarias en el hombre: el amor y el dolor, hijos míos. El amor para no cometer el mal y el dolor para reparar el mal. Pero vosotros, hijos míos, ejercitáis el mal y olvidáis el bien.

Estos tiempos son graves, hija mía, el mundo está en estas condiciones por falta de amor unos a otros. El amor, hija mía, sufre; el amor no se cansa de esperar al que ama; el amor sufre por el amado. Así es el amor, pero el hombre lo ha convertido en odio, interés, placer. Sólo se arreglaría el mundo si el hombre fuese capaz de amar y dar como Cristo hasta el último átomo de su amor. Así es el amor, hija mía: no cansarse del amado, pedir por el amado, entregarse al amado. En estos tiempos es muy necesario que los hombres hablen a los otros hombres del amor, hija mía. ¿Qué vais a dar vosotros, que no sentís en vuestro corazón nada más que odios, intereses, envidias? Sólo se consigue el amor orando; el alma

que no ora no puede amar, porque el alma que ora está en comunicación con el Amado. Por el mundo está en estas condiciones, hija mía: Mira qué reducido es el número de los escogidos... Por eso te digo, hija mía: el que ama sufre. Así amó Cristo a todos los hombres y se entregó al sufrimiento por ellos. Los hombres quieren amar sin sufrir; y en el amor existe el dolor, hija mía. Sólo pido que recéis todos los días el santo Rosario, que muchos de vosotros no rezáis ni un solo Rosario, hijos míos... ¿No os da pena de mi Inmaculado Corazón?

AMPARO: ¡Señor! Yo quiero amarte con todo mi corazón y quiero que me enseñes a amar. ¡Yo te amo con toda mi alma! Tú dame lo que quieras después.

EL SEÑOR:

Mi Luz querida: tu agonía es mi agonía; y tu agonía es más fácil que la mía. Porque tu agonía es en un lecho blando, hija mía, y la mía fue y sigue siendo en una calle empinada con un madero sobre mis hombros, cayendo y levantándome. Y luego, hija mía, fui suspendido en una Cruz, al sol; que mis heridas se achicharraban y mis venas estallaban. Con una fiebre tremenda en mi garganta que me hacía cada vez más penosa la respiración, hija mía. Tu agonía es más cómoda que la mía, ¡sigue adelante, mi Luz querida! Ya sabes que la víctima tiene que ir agonizando poco a poco para salvar a la humanidad.

AMPARO:

Con tu ayuda, Señor..., pero a veces no puedo... Dame un poquito a beber del cáliz, para fortalecerme, mi Señor. (Hace ademán de tomar en sus manos un cáliz que lleva a los labios y bebe, viéndosele y oyéndosele la deglución). Sé que es amargo, mi Señor, pero si sirve para la redención aquí me tienes, Señor.

LA VIRGEN:

No puedo ya más hablar a los humanos, lo tengo todo dicho, hija mía; y no hacen caso de mis mensajes. Tú, hija mía, no pierdas la humildad; la humildad te sostendrá para poder soportar el sufrimiento.

Y PROMETO A TODO EL QUE ACUDA A ESTE LUGAR ASISTIRLE EN LA HORA DE LA MUERTE Y DARLE GRACIAS ESPECIALES EN LA VIDA.

Venid, hijos míos, que vuestra Madre derramará gracias sobre vosotros. Pero, ¡ay de aquéllos que no ejercitan su corazón en amar! Todo el que ama recibirá vida eterna. Sin amor no hay gloria, hija mía. El hombre emplea su sabiduría para el mal y es ignorante para el bien.

Amaos los unos a los otros como Cristo os ama, hijos míos.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados y tantas faltas de amor como se cometen en el mundo, hija mía. (De nuevo besa el suelo. En la retransmisión de la tarde la multitud también lo besa humildemente).

Y no olvides que mi Hijo quiere que llegues al Gólgota, hija mía, para morir con El. No va a ser muy largo tu trayecto en la tierra; pero, hija mía, te pido que conviertas muchas almas para el rebaño de Cristo. Tienes que trabajar mucho y tu tiempo no es muy largo, hija mía.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos.

Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.

Acudid a este lugar, hijos míos, que os promete vuestra Madre derramar muchas gracias sobre vuestros hogares y vuestras almas.

Y tú, hija mía, no dejes en tu corazón de ejercitar ese amor. Los corazones que no aman están muertos, hija mía. Manténlo vivo con tu amor, hija mía; ama mucho y sufre mucho por las almas. No hay cielo sin dolor..., ni recompensa sin amor.

Adiós, hijos míos. Adiós.





MENSAJE DEL DÍA 5 DE NOVIEMBRE DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



A tempranas horas de la mañana, Luz Amparo, como en otras ocasiones, es avisada por la Stma. Virgen. Acompañada de personas allegadas, baja a Prado Nuevo donde rezan los quince misterios del santo Rosario, comenzando por los gloriosos. En el cuarto misterio doloroso, Luz Amparo entra en éxtasis contemplando al Señor y a la Stma. Virgen que le dictan el mensaje que ella transmite como sigue:

LA VIRGEN:

Hija mía, hoy mi mensaje va a ser corto. Hace tiempo que te dije que los mensajes se irían acortando.

Hoy voy a dar una llamada a las almas consagradas:

Tú, alma consagrada, vive de Cristo y vive y aliméntate con los Dones del Espíritu Santo para que puedas transmitírselo a los hombres. Enloquece por la Iglesia y enseña a los hombres la verdadera justicia y el verdadero amor. Aliméntate de la sabiduría de Cristo y enseña a las almas su mensaje, el mensaje del Evangelio.

Y tú, hija mía, no tengas miedo a nada ni a nadie; mi amor te sostiene; mi amor te guía. Por tu generosidad, hija mía ese alma se salvará y otras muchas más. La generosidad, hija mía, es fruto del amor.

EL SEÑOR:

Aliméntate de mi Costado, imprégnate de mi Sangre, hija mía. La Ley que impuse a los hombres fue la Ley del amor, pero los hombres han destruido esa Ley, hija mía. Yo te impongo a ti esa Ley, la Ley de mi amor. No niegues nada a tu Jesús, hija mía, y tu Jesús no te negará nada a ti.

Sólo el que está impregnado de la Sangre de Cristo puede comprender y puede hacer fructificar el amor, hija mía.

LA VIRGEN:

Yo a todo el mundo que acuda a este lugar: derramaré gracias especiales para las almas y llevaré la paz a sus hogares.

EL SEÑOR:

Vuelvo a repetirte, hija mía: aliméntate del caño de mi Costado. Si tú eres fiel a mi gracia, hija mía, Yo nunca te quitaré lo que te he dado. Ama mucho a tu Jesús, hija mía, y tu Jesús te amará a ti.

LA VIRGEN:

Rezad todos los días el santo Rosario con devoción, hijos míos. Acercaos a la Eucaristía.

Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde. A mi Hijo le gusta tu candidez. Mi Hijo vino a condenar al mundo la mentira, la hipocresía. ¡Sé limpia de corazón, hija mía!, y sigue la Ley que te impuso mi Hijo de amarle con todo tu corazón y amar al prójimo como a ti misma. Sólo con el sacrificio y la penitencia, hija mía, se salvarán las almas. ¡Ama nuestros corazones y nuestros Corazones te amarán a ti, hija mía! -Siempre te han amado; desde muy niña fuiste protegida por Ellos, hija mía,- y mi Hijo te dará lo necesario para poder sobrevivir en la tierra y luego, hija mía, ¡la vida eterna!

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados que cometen las almas, hija mía, y ama con todo tu corazón, hija mía. ¡Nunca será castigada el alma que ame! La Ley que Dios impuso al hombre, la primera Ley fue el amor, hija mía.

Y vosotros, hijos míos, todos los que acudáis a este lugar, seréis bendecidos y vuestras frentes serán selladas para que el enemigo no pueda sellarlas, hijos míos.

Levantad todos los objetos.

Todos han sido bendecidos, hija mía.

La paz os dejo, hijos míos.

Adiós.





MENSAJE DEL DÍA 3 DE DICIEMBRE DE 1988 (PRIMER SÁBADO DE MES)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Como todos los primeros sábados de mes, Luz-Amparo, llamada por la santísima Virgen, acude a Prado Nuevo a tempranas horas de la mañana, acompañada de sus hijos y unas pocas personas de su confianza.

Rezan las tres partes del Rosario, y en el quinto misterio de la tercera parte, Luz-Amparo de rodillas queda en éxtasis, al hacer su presencia la santísima Virgen que por su boca transmite el siguiente mensaje:

LA VIRGEN:

Hija mía, hoy voy a hacer un llamamiento a todas las víctimas orantes y dolientes; a aquellos pequeños crucifijos que mi Hijo escoge para portavoces de la humanidad:

Hijos míos, seguid haciendo oración y penitencia por vuestros hermanos, por aquellas almas que han traspasado la bóveda del cielo por sus pecados. Que el cielo se ha enrojecido de vergüenza por tantos y tantos pecados que han cometido de lujuria, de soberbia, de hipocresía, de apego a lo material... Seguid orando, pequeños portavoces, para que estas pobres almas puedan salvarse; pero ¡ay, de aquéllos que cargan su culpa sobre las espaldas de sus hermanos!, su sufrimiento será terrible porque muchos de vosotros, hijos míos, queréis quedar absueltos de vuestra culpa, sin dolor, sin reparación. Vuestra soberbia os sigue introduciendo en el mal, en el pecado, en la envidia, en la soberbia, en la hipocresía, en la falta de caridad. ¡Ay de vosotros que no escucháis a mis portavoces!, vuestro dolor será terrible.

¿Queréis, hijos míos, llegar a la cumbre sin dolor? Y si la Víctima inmolada inocente, su Padre cerró los cielos para que no se omitiese nada de su dolor; para que se consumase hasta el sacrificio de la Cruz, ¿cómo vosotros, pecadores empedernidos, sois capaces de alzar la vista al cielo sin arrepentiros de vuestros pecados? No tentéis a la Justicia divina de Dios por vuestros pecados, por vuestra soberbia. Humillaos, hijos míos, está escrito: "el que se humilla será ensalzado".

Mi Hijo derramó su Sangre por muchas partes de la tierra para dejar santificados muchos lugares. La derramó ante los jueces; la derramó en el Templo; la derramó ante los soldados flagelantes; la derramó ante los hombres de la ciencia, para que aplicasen la ciencia fijándose en lo divino, no en lo humano; porque si se aplicaba la ciencia según el entendimiento humano, no dirían la verdad.

Todas las calles de la ciudad fueron manchadas de sangre para purificarlas, aún pensando que muchos de los hombres cometerían crímenes atroces y pecados gravísimos contra Dios su Creador. Derramó su Sangre delante de los soldados para darles ejemplo de humildad; para que su odio fuese convertido en amor; derramó su Sangre en el Templo para que acatasen sus Leyes los sumos sacerdotes; derramó su Sangre ante los gobernantes para que gobernasen con justicia y con amor; derramó su Sangre ante los reyes -reyes temporales- para que enseñasen a los hombres y aplicasen su monarquía según la Ley de Dios, pero para que no se envaneciesen, porque un día vendría mi Hijo a quitarles su corona y a hacerse El Rey de Reyes y a castigar a todos aquellos que no lo aplicasen según las Leyes escritas. Derramó su Sangre por toda la humanidad, aún sabiendo que para muchos por los que había derramado su Sangre iba a servirles para su condenación este derramamiento de sangre.

Sí, hija mía, como a mi Hijo no le quedó ni gota de Sangre, porque fue el Cordero degollado, víctimas inmoladas sois de reparación para salvar a la humanidad, hijos míos.

También derramó su Sangre en la Cruz, para que los hombres la aceptasen con amor y con humildad. ¡Y los hombres han hecho mofa de todo este dolor! Y, si para el Hijo de Dios vivo fueron cerrados los cielos hasta después de su muerte que se rasgaron, para que entrase el día de su Resurrección, ¿cómo para vosotros, ingratos, pensáis que sin dolor podéis alcanzar el cielo?

Yo fui víctima al mismo tiempo que mi Hijo porque era Corredentora con El del género humano.

Arrepentíos, haced penitencia, haced oración.

Pronto llegará el Hijo del Hombre y pedirá cuenta a cada uno según sus obras. Y llegará con un gran poder y una gran majestad. Y muchos de vosotros quedaréis atónitos ante su presencia, y ni aún en ese momento os avergonzaréis de vuestra culpa, hijos míos. No provoquéis más a la Justicia divina con vuestro pecado. Os apegáis a las cosas materiales y olvidáis las divinas, hijos míos.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo. Y sigue siendo ese pequeño crucifijo; derramando tu sangre para la salvación de las almas, hija mía. ¡Ama con todo tu corazón! Y que nadie te aflija, hija mía, y nada te turbe.

Seguid acudiendo a este lugar pisado por mi planta virginal.

Sólo la ingratitud de los hombres es capaz de ofender a Dios gravemente. Si a cualquiera de los animales Dios le hubiese puesto una razón, estaría alabando a Dios desde la mañana a la noche, ¡y vosotros creaturas que lo habéis recibido todo, hasta la Sangre del Cordero degollado, no dejáis de ofender gravemente a Dios! ¡Hasta dónde llega vuestra soberbia, hijos míos, hasta dónde vuestra hipocresía!

Pero mi Hijo, aún sabiendo que derramando su Sangre muchos se iban a condenar, la derramó por aquellos, por aquellas almas santas y justas que hoy se encuentran en el cielo testigos de su muerte. Mira qué gran número, hija mía, fue testigo de la muerte del Redentor. Pero mira, hija mía, los que quedaron y se condenaron en el abismo por su falta de humildad, por su falta de amor. Se dejan tentar, como Eva, por el enemigo en vez de pedir a Dios consejo antes de hablar y entablar la conversación con Satanás. Su malicia ya fue dando los pasos hacia el enemigo y entabló su conversación porque su soberbia no le hizo (en voz muy baja habla unas palabras en idioma desconocido) ver con verdad que sólo Dios podía reinar, sino que su soberbia les hizo ver que serían dioses como Dios, y se fue a entablar conversación con el enemigo. Entonces se vio su lujuria, su soberbia; pero ni aún pidió a Dios perdón en ese momento ni llamó para preguntar quién era y de dónde venía aquella voz, sino que ella se regocijaba; y no contenta con regocijarse ella llamó a Adán y le provocó para que cayese. Y en vez de humillarse cuando oyó la voz de Dios, Adán se excusaba diciendo que había sido Eva y Eva se excusaba diciendo que había sido el enemigo. No vio su soberbia.

Eso os pasa a vosotros, hijos míos, que en vez de rechazar al enemigo conversáis con él y os dejáis arrastrar por él. Mi Hijo fue tentado, pero en su tentación no quiso conversación con el enemigo y alzó su vista al cielo orando, orando y comunicándose con el Padre para no caer en tentación. Pero vosotros, hijos míos, en vez de orar cuando os viene una tentación, caéis y os regocijáis en ella. ¡Pobres de vosotros! Repito que queréis quedar exentos de vuestras culpas y cargáis vuestros pecados en la espalda de vuestros hermanos para que ellos los reparen. Huís de la cruz y del dolor. La cruz es salvación, hijos míos. Ni Yo huí del dolor, ni Cristo tampoco, hijos míos. Que vuestros pecados queden limpios como la nieve por vuestro sacrificio y vuestra penitencia. Pero no os ensoberbezcáis engreyéndoos. Pensad en Pedro, que cuando pecó no levantó la vista del suelo, sólo la levantaba para pedir al Padre perdón de sus pecados. Su vista quedó pegada al suelo y sus mejillas quedaron hundidas por el dolor y las lágrimas. ¿Cómo sois capaces, hijos míos, después de enrojecer los cielos y avergonzar a los ángeles, de levantar vuestras cabezas sin dolor ni arrepentimiento? Humillaos, hijos míos, y pedid perdón a Dios de vuestras culpas.

Y tú, pequeño crucifijo, sigue inmolándote por la salvación de las almas. Las víctimas tienen que ser orantes e inmoladas. Ama con todo tu corazón a los seres humanos y retírate de aquello que te daña, hija mía, Yo te protegeré; mi Inmaculado Corazón velará por ti. El hombre piensa sólo en los cariños terrenos y se ocupa poco de los divinos.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como ofenden nuestros Corazones.

Sólo con penitencia y oración se salvarán las almas. Esto lo han olvidado los hombres. Sin dolor no hay redención.

Seguid acudiendo a este lugar, que derramará mi Corazón muchas gracias para la salvación de las almas.

Y vosotros, despertad, que mi Hijo está derramando fuentes de gracias sobre vosotros. ¡Cómo las desaprovecháis, hijos míos! Amaos los unos a los otros, como mi Hijo os ha amado. Y tú, hija mía, sigue reparando los pecados de los demás; piensa que eres víctima, y la víctima tiene que inmolarse.

Rezad el santo Rosario todos los días; acercaos a la Eucaristía pero antes lavad vuestra conciencia, que muchos de vosotros no le dais importancia al pecado. Os asusta el pecado pero no os asusta la ofensa. Os asusta el pecado porque no le veis, no lo queréis ver grave, hijos míos, pero cuando gozáis del pecado no os asusta ofender gravemente a Dios.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con gracias especiales, para que muchos de vosotros os fijéis en lo divino, que lo tenéis completamente olvidado, hijos míos. Vuestro corazón está seco de amor a Dios. Y el que no ama a Dios, su amor hacia los hombres no es limpio. Si amas a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con tus cinco sentidos, amarás al hombre con todo tu corazón.

Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde y compórtate con fortaleza, con energía. La paz os dejo, hijos míos.




APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL