APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL





MENSAJE DEL DÍA 7 DE ENERO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

Hija mía, mi Corazón viene transido de dolor, porque los pecados aumentan cada día más en esta humanidad. Yo intercedo a mi Hijo por toda la humanidad, pero los pecados han traspasado la bóveda del cielo, hija mía, y Dios ha querido dejar las cosas en mis manos.

Rezad el santo Rosario, hijos míos, os lo exijo, todos los días. El Rosario será la salvación de la humanidad. Amaos unos a otros; el mundo está falto de amor, hijos míos.

Mi Corazón está muy afligido porque no puedo sujetar el brazo de mi Hijo.

Los hombres hablan de paz, mueven los labios, hija mía, pero su corazón no lo ejercitan en el amor; tienen un corazón frío y tibio, sólo piensan en almacenar riquezas. Y el segundo Mandamiento de la Ley de Dios, la mayor parte de los hombres no lo practican, amar al prójimo como a ti mismo. Cada uno, hija mía, mira para sí mismo y para los suyos.

¡Ay, hasta cuándo, hijos míos, os voy a avisar que de un momento a otro la divina Majestad de Dios va a mandar a sus ángeles a hacer justicia a la tierra! Los hombres se ocupan del cuerpo pero no se ocupan del alma.

Hijos míos, mi Corazón está triste. Yo quiero con mis lágrimas ablandar el Corazón de mi Hijo; pero mi Hijo ha dejado las cosas en mis manos. Yo soy la llena de gracias, Yo soy la puerta del cielo; Yo traje la luz al mundo

y os daré la luz para vuestra salvación. Así lo quiere mi Hijo, y los hombres me retiran de sus corazones. Muchos mueven sus labios y creen que vale la plegaria, pero no ejercitan su corazón, sólo se preocupan en almacenar y guardar y tener llenos sus graneros. ¡Qué pena, hijos míos!

Mira, hija mía, el lugar reservado para todos aquellos que han dejado padre, madre, hermanos, hermanas, herencia y haciendas. Un lugar privilegiado tendrán en el cielo. Pero aquellos que mueven los labios y no mueven el corazón, Satanás es dueño de su alma, y vendrá por su alma, hija mía, y la transportará con él a un lugar tenebroso.

Mis palabras son cortas, porque lo he dicho todo ya, hija mía. Mi Corazón está muy afligido. Yo derramo gracias y Dios quiere que me manifieste en muchos lugares del mundo para salvar a la humanidad, pero los hombres se hacen los sordos y no quieren escuchar mis palabras; están encenagados en el pecado. Hija mía, mira mi Corazón, me lo han puesto los pecados de los hombres. Los pecados de la carne afligen mucho mi Corazón, hija mía.

Sed puros, hijos míos, amaos los unos a los otros y rezad la plegaria favorita del santo Rosario, que agrada tanto a mi Corazón.

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para vuestra salvación. Yo derramaré gracias en abundancia sobre todos vosotros.

Acudid a este lugar, hijos míos, que aúnque se acaben mis palabras no se acabarán mis gracias, hijos míos.

Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

Os bendigo, hijos míos, como el padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 4 DE FEBRERO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN.

"Hija mía, mis palabras van a ser muy cortas, porque la humanidad cada día está peor. Los gobernantes de las naciones sólo piensan en subir al poder; los gobernantes de los pueblos, muchos de ellos, se aprovechan del nombre de Dios para sus fines políticos, hija mía. El mundo está en un caos terrible, que sólo acudiendo a mi Inmaculado Corazón el mundo podrá cambiar.

Quiero, hija mía, que durante tres meses, me saquéis en procesión por todos estos lugares y cantéis cánticos de alabanza. Todo el que acuda a mi Inmaculado Corazón no quedará defraudado, hijos míos.

Haced penitencia, haced oración; sacrificaos, hijos míos. El mundo está cada día en una situación más grave.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas. (Pausa). Todos han sido bendecidos, hijos míos. Acudid a este lugar, que todo el que acuda a este lugar, mi Corazón Inmaculado lo llenará de gracias. Orad mucho, hijos míos, orad.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 4 DE MARZO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

"Hijos míos, mi Corazón está triste, os sigo repitiendo, porque la situación del mundo es grave, muy grave. El hombre no llega a comprender la gravedad de la situación, hijos míos. La misericordia de todo un Dios está dispuesto a derramarla sobre la humanidad; pero la humanidad se hace la sorda, y no escucha mis palabras. Sólo el mundo se puede arreglar porque Dios-Amor derrame su amor sobre los hombres.

¡Ay, insensatos!, pero ¿hasta cuándo, hijos míos, os tienen que estar avisando?

EL SEÑOR:

Sí, hijos míos, si los hombres no cambian y rechazan mi misericordia aplicaré mi justicia. Si mi Madre hubiera dejado un solo instante de interceder por todos vosotros, por toda la humanidad, la humanidad estaría ya reducida a cenizas. Podéis dar gracias a mi Madre, hijos míos, a sus plegarias y a sus lágrimas; esas lágrimas de dolor que salen de lo más profundo de su Corazón, enternecen mi Corazón.

Si los hombres cambiasen y los cristianos fuesen buenos cristianos, y los buenos más buenos y los malos menos malos, el mundo se arreglaría; pero falta oración, penitencia y sacrificio. Los hombres viven en tinieblas, en las comodidades, en la materia.

También si los pastores, muchos de ellos, los pastores de la Iglesia, no estuviesen tan relajados y se diesen cuenta de la importancia de su ministerio y la misión que tienen tan importante, que Dios ha puesto esa belleza de la Iglesia en sus manos y las almas para salvarlas. Pero hay una relajación en la mayoría de los conventos, en la mayoría de los sacerdotes. Y lo que más duele al corazón de todo un Dios es la tibieza de sus almas consagradas. Tienen que hacerse cristos para realizar el misterio tan importante que hay en la santa Misa; no se dan cuenta de su misión. El sacerdote tiene que ir a por las almas y conquistarlas para Dios y ocuparse de la Iglesia. ¡Mal aman a la Iglesia y mal me aman a Mí muchos de ellos!

Almas escogidas, cambiad vuestras vidas; la oración la habéis abandonado, el sacrificio y la penitencia; por eso estáis tibios, hijos míos. La misión más importante que tenéis en la tierra es la de pastores de almas, y muchos de vosotros es de lo que menos os ocupáis, hijos míos.

Rezad mucho por los sacerdotes, por las almas consagradas, hijos míos. Que amen nuestros Corazones y prediquen el Evangelio a las almas y las conquisten para el rebaño de Cristo.

LA VIRGEN:

Orad, hijos míos, haced penitencia y oración. No lo toméis a broma, hijos míos, que el mundo está en esta situación por falta de oración y penitencia.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como cometen mis almas escogidas.

Acudid a este lugar, hijos míos y no rechacéis las gracias. Yo derramaré muchas gracias sobre todos vosotros; acudid a este lugar. Este lugar está bendecido y hoy pongo mis plantas sobre él.

Hijos míos, cuánto me agradan vuestras plegarias y vuestros cánticos, ¡cuánto alegráis mi Corazón! ¡Me agrada tanto cuando vuestras plegarias salen de lo más profundo de vuestro corazón! Consoláis mi Corazón afligido con vuestros cantares, hijos míos, ¡gracias, hijos míos! Seguid acudiendo a este lugar, que seréis bendecidos y derramaré gracias sobre vosotros. No os dejéis conducir por profetas falsos, y vais de aquí "pa" allá. El mundo está invadido de profetas falsos, hijos míos. Yo doy un mensaje universal al mundo; que el mundo no se haga el sordo.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los moribundos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 1 DE ABRIL DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

"Hijos míos, os empiezo diciendo: Oración, oración y penitencia. Satanás está suelto en el mundo. Hijos míos, unid vuestras oraciones, vuestras lágrimas y vuestros dolores, vuestros sufrimientos, a mi dolorido Corazón. Con Satanás hay varios secuaces para apoderarse del mundo: el secuaz de la soberbia; el secuaz de la lujuria; el secuaz del adulterio; el secuaz de la envidia; el corruptor de los pueblos; el secuaz del desenfreno, hija mía; y el secuaz de la tibieza adormece a las almas y las entibia y las dirige para donde quiere. Y esas almas se dejan conducir por las manos del enemigo; abandonan la cruz por los placeres y los goces del mundo.

Mi Corazón tiene una herida muy profunda, hija mía, por esos movimientos modernos que suavemente se van infiltrando en mi Iglesia santa para confundir la doctrina y para destruir la palabra de Dios. Muchas iglesias las han convertido en recreo con la "tapadera" de confirmaciones y preparaciones. No hay respeto en el tabernáculo. ¿Cómo no va a estar triste mi Corazón, si muchos de los hombres que están manejando la Iglesia no respetan a los sacerdotes santos? Se ha perdido todo el pudor en el mundo, ¿cómo no voy a llorar, hija mía, y cómo no va a estar triste mi Corazón?

Los que tenéis fe, hijos míos, no os dejéis arrastrar por los deslumbramientos del mundo y por las vanidades del mundo; permaneced en Cristo, y Cristo permanecerá en vosotros.

Qué mala formación y qué uso hacen de mis iglesias, diciendo que catequizan a las almas, hija mía; las preparan para el mundo, hija mía, no para Dios. ¿Cómo no va a estar triste mi Corazón?, si en muchos seminarios, ya te lo he dicho, hija mía, no preparan a las almas para el servicio de Dios, sino para que los sirvan: les gustan los halagos. Te lo he repetido muchas veces: las comodidades, los halagos y el mundo, en muchos seminarios, son triunfadores. Yo quiero almas entregadas a Dios, no entregadas para idolatrar a los hombres. ¡Qué tristeza siente mi Corazón, porque quiero pastores de almas; pastores que den su vida por las ovejas! Por eso sufro, hija mía, porque en muchos lugares, esas almas salen de los seminarios idolatrados y mundanizados. Necesito almas fuertes, hija mía, almas víctimas que reparen los pecados de todas esas almas.

Sé fuerte, hija mía. ¡Si supieran los hombres lo que mi Corazón los ama, resbalarían por sus mejillas lágrimas de gozo y alegría! Se mofan de mi Obra muchos de los que se llaman cristianos, ¡qué tristeza siente mi Corazón!...

Si Yo les digo que les daré el ciento por uno... ¡cuántas almas ya han recibido el ciento por uno y están gozando de la divina Presencia y de la divina Majestad de Dios!

AMPARO: Te pido por Mª Luisa, Madre mía, ¡llévala contigo!

LA VIRGEN:

Hija mía, ya te lo dije ayer: cuando hoy doblen las campanas, en el cielo estarán tocando a gloria por su entrada triunfal; gracias a tantas gracias como ha recibido en este lugar. No te entristezcas, hija mía, alégrate, hoy está gozando de Dios; ¡mayor premio!, hijos míos.

Se hace poca oración y poco sacrificio, y el mundo está necesitado de oración y de sacrificio. Los hombres se ríen de la Palabra de Dios. ¡Ay, cuánto rechinar de dientes y cuántos llantos habrá el día del Juicio final!

Amaos los unos a los otros, hijos míos. Acudid a este lugar, que Yo derramaré gracias sobre vosotros para que os conservéis fuertes en la fe y ante las tempestades del enemigo.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Amad mucho a la Iglesia, amad al representante de Cristo y pedid por él. Amad mucho a los sacerdotes; pedid por ellos; pedid por su santidad, para que sean santos pastores.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 6 DE MAYO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



EL SEÑOR:

"Hijos míos, venid a Mí que Yo os abriré mi costado y beberéis de él. Venid y me conoceréis, hijos míos. Yo os embriagaré con el fuego de mi amor, abrasaré vuestros corazones. Yo, que derramé mi sangre para redimir a la Humanidad a cambio de desprecios y de desamor, hijos míos, Yo amo a los hombres de buena voluntad. Venid, que Yo derramaré gracias sobre vosotros. Yo bajé a la Tierra para que vosotros, hijos míos, pudieseis alcanzar el Cielo. Yo pasé hambre para dejaros alimento hasta el fin de vuestras vidas. Pasé sed para dejaros fuentes de agua viva, para que os saciaseis en ella, hijos míos. Yo pasé por la muerte para que vosotros pasaseis por la Gloria. ¿Os parece poco amor, hijos míos, que todo un Dios esté pendiente de sus criaturas? Y ¡Qué poco caso hacen, hija mía, a mis palabras!

Quiero oraciones con obras; no oraciones sin obras, hijos míos. La oración sin obra es pobre. También quiero recuperar a todos esos hijos perdidos; yo los llamo, hijos míos, les abro mi corazón, les doy mis gracias, y me rechazan. ¿Hasta cuándo quieren las criaturas que el Creador se humille y se haga gusano por ellas, hijos míos?

Venid a Mí, hijos míos, todos los que estáis agobiados y cansados que Yo os fortaleceré.

Hija mía, los hombres han olvidado la penitencia, la oración y el sacrificio, y el mundo va, cada día, peor. Amenaza un gran castigo sobre el mundo, al que Yo no voy a retirar, hijos míos. Si los hombres con sus oraciones, sus sacrificios y penitencias lo para... pero si no, hijos míos, Yo no vuelvo a sostenerlo.

¡Cuántas gracias estoy derramando sobre las almas, y cómo las almas se dejan arrastrar por este mundo corruptor; los deja tibios y ciegos, hija mía, y en esa ceguedad sólo hacen la voluntad que ellos quieren no la voluntad de Dios, hijos míos! Os he dicho muchas veces que Yo amo a los hombres, pero ellos ni ante el espectáculo de mi Cruz, ni ante mi muerte se arrepienten; y rechazan las gracias.

Penitencia, penitencia pido; sacrificio y oración. No os dejéis arrastrar por el deslumbramiento del mundo, hijos míos; es la hora del reinado de Satanás y quiere destruir a las almas. Sed fuertes, hijos míos, acercaos a la Penitencia, a la Eucaristía, amad a la Iglesia; en ella encontraréis las fuentes que necesitáis para fortalecer vuestra alma. Yo no sólo alimento vuestra alma sino os doy el pan de cada día, hijos míos.

LA VIRGEN:

(Amparo suspira gozosamente.) Sí, hija mía, hoy vengo con mi manto de oro, (Amparo suspira) por las oraciones, hija mía, que salen de lo más profundo de los corazones, y por las obras que los seres humanos realizan para la gloria de Dios, aquí estoy como la Madre de Dios, como la Puerta del Cielo, Refugio de los Pecadores y Consoladora de los Afligidos. Así me llaman los hombres y así es vuestra Madre: Pura e Inmaculada. Yo velo por vosotros, hijos míos, porque mi Hijo al pie de la Cruz me lo dejó dicho. He ahí a mi Madre, le dice al Hombre; y a Mí, hijos míos, me dice: He ahí a mi Hijo. Soy Madre de todos los hombres y Corredentora con Cristo; Él quiso que participase en la Maternidad divina y lo amamantase a mis pechos. Y Él quiso que estuviese al pie de la Cruz como Corredentora del Género Humano. Por eso Dios deja el mundo en mis manos, porque es la hora de Satanás, y Satanás me desprecia y me odia, pero Yo apretaré su cabeza y no permitiré que arrastre a las almas.

Sed humildes, hijos míos, y amaos unos a otros como Cristo os amó.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo. Sí, hija mía, mi Corazón Inmaculado es ultrajado y mi Hijo quiere que sea venerado.

AMPARO:

Madre mía, ¿qué hago yo, si no tengo fuerzas, si no puedo más? Madre mía, ayúdame, (sollozando) ayúdame. Madre mía, (llorando) no quiero que mi tiempo sea aquí muy largo. (Gime.)

LA VIRGEN:

Hija mía, tu tiempo no será muy largo en la Tierra. Te prometo que no tardaré mucho en llevarte, hija mía, pero todavía tienes una misión en ella. Sabes que tu misión es sufrir, hija mía, y desde que naciste te escogí para ello.

AMPARO:

(Llorando.) ¡No tengo fuerzas! (Sollozando repetidas veces.) Madre mía, ayúdame y dame fuerzas para todo lo que me das.

LA VIRGEN:

Tú sé obediente, hija mía, como lo has sido hasta ahora. . . y sé humilde. Refúgiate en nuestros corazones. Ámanos mucho, hija mía, que nuestros corazones te aman. Tú eres el instrumento para extender al mundo el Mensaje.

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 3 DE JUNIO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



EL SEÑOR:

"Hijos míos, aquí estoy una vez más, ofreciendo a los hombres fuentes de salvación. Yo ofrezco a los hombres que vengan a beber del agua de esta fuente de vida eterna, y los hombres no hacen caso; Yo me ofrezco como amigo y me rechazan; les enseño mi palabra y mis leyes, y se hacen los sordos, hija mía; me quedo como alimento de sus almas para alcanzar la vida eterna, y alimentan sus almas de pasiones, de gustos, de placeres y vicios. ¿Hasta dónde, hija mía, han llegado los hombres? Ya lo he repetido, que los pecados de los hombres han traspasado la bóveda del cielo. Yo les ofrezco mi voz y no quieren escucharme. Os he ofrecido mi Madre para vuestra salvación, hijos míos, y grito fuertemente que mi Madre os ama con todo su corazón.

LA VIRGEN:

Sí, hijos míos, os amo con todo mi Corazón Inmaculado. Parece que todo está perdido, porque Satanás tiene abierto el abismo, pero Yo lucharé, hijos míos, lucharé, porque sois obra de Dios y fuisteis redimidos con su sangre. No permitiré que Satanás os arrastre, hijos míos; uníos a esta obra, hijos míos, que os enseñaré a que vuestros corazones sean generosos, y sacaré fruto de ellos para vuestra propia salvación. Haced caso, hijos míos, de las palabras de mi Hijo; cumplid sus leyes, y, sobre todo, la ley del amor, hijos míos, esa ley tan importante, amarás a tu Dios y al prójimo como a ti mismo. Los hombres, hijos míos, tenéis la conciencia dormida y también vuestra fe está empobrecida. Sacad vuestra fe, hijos míos, y sed fuertes y bebed de las fuentes que Dios ha puesto para vuestra salvación.

Os pido austeridad y muchas veces os lo he pedido, hijos míos, y vosotros vivís en comunidad. Los que vivís en comunidad seguid, hijos míos, el Evangelio para aquellos que se acerquen a vosotros aprendan la austeridad y lo que vosotros habéis dejado para la salvación de vuestras propias almas. Yo pido a los hombres que sean austeros y ellos viven en las comodidades, derrochan el dinero en gustos y en placeres, sin acordarse de los que pasan hambre, de los necesitados. ¡Ay, hijos míos, cumplid las bienaventuranzas! Bienaventurados los pobres porque ellos serán hartos y bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Hijos míos, os pido que renunciéis a vuestra propia vida de gustos y de placeres. Imitad a Cristo, hijos míos, Él os dio ejemplo y os lo dejó para que vosotros lo practicarais, hijos míos.

¡Hasta cuándo nuestros Corazones tienen que estar sufriendo por la ingratitud de los hombres! Pedid por los sacerdotes. Si los sacerdotes fuesen santos y viviesen una vida de santidad, cuántas almas salvarían, pues mi Hijo les dio poder para hacer y deshacer. Pido que los sacerdotes estén en su puesto al servicio de las almas, día y noche. El sacerdote es hombre de Dios, no es hombre de mundo y tiene que ocuparse del rebaño que Dios le ha encomendado, que son las almas. Vosotros respetadlos, hijos míos, que ellos, si no cumplen, serán juzgados.

¡Cuántas almas salvarían con su ejemplo de santidad! Pero también arrastran muchas almas con su mal ejemplo al abismo, hijos míos. Pedid por ellos que sean hombres de Dios y se dediquen por todo el mundo a predicar el Evangelio, para que resurja y resucite la fe en los corazones. Pedid por las almas consagradas, que se consagraron para Dios y ¡cuántos conventos están más en el mundo que orando y pensando en la salvación de las almas! ¡Pobres almas! ¡Si muchos se avergüenzan hasta de un distintivo que los distingue como hombres de Dios! Más parecen hombres mundanos que sacerdotes y almas consagradas. Se avergüenzan de esa vestidura que es sagrada y que un día fueron revestidos con ella; la han arrinconado y viven, hija mía, como cualquier hombre, sin importarles aquella vestidura. ¡Cuánto agrada a mi Corazón ver a un sacerdote revestido con el distintivo de sacerdote, y a un alma consagrada con su vestidura..., muchos se avergüenzan de ella. ¡Qué pena, hija mía, avergonzarse de una vestidura tan hermosa como la que, el día que renunciaron al mundo, cubrió todo su cuerpo! El mundo se arreglaría si los religiosos y las religiosas estuviesen orando y sacrificándose por los pecadores, (en muchos conventos no hay más que tibieza) y si los sacerdotes, en vez de dedicarse a las cosas del mundo, se dedicasen al rebaño de Cristo, a la salvación de las almas. El sacerdote es como el médico, tiene que estar pendiente, día y noche de las almas; pedid por ellos, hijos míos. Y vosotros, aquellos que habéis dejado todas las cosas, vuestras haciendas y vuestro dinero para los pobres, Dios os dará ciento por uno. ¡Qué pocos quieren seguir este camino, hijos míos; cuánto les cuesta renunciar; cuántos se pierden la eternidad por gustos y caprichos y vanidades del mundo! Sed fuertes, hijos míos, los que estáis dentro y los que están fuera; orad... haced penitencia y haced oración por los pobres pecadores.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen a mi Inmaculado Corazón. Y tú, hija mía, transmite a las almas que, si no cumplen con los mandamientos de la Ley de Dios, no se salvarán. Transmíteles el amor; ése es el mandamiento más importante; que compartan con los que necesitan. Hay muchas almas necesitadas, hijos míos, acordaos de ellas.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores.

AMPARO: (Elevando un rosario con su mano). Bésalo, Madre mía.

LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 1 DE JULIO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



EL SEÑOR:

"Hija mía, aquí está tu Jesús clavado en una cruz; mira a mi Madre al pie de ella. ¿Sabes quién me causó este dolor, y el dolor del Corazón de mi Madre?: los pecados de la Humanidad, los pecados de los hombres. Tu Jesús desnudado, en la Cruz, azotado, sediento, hambriento de almas. Y las almas, hija mía, ni viéndome sediento, ni hambriento, ni despreciado, ni ensangrentado, renuevan su vida, hija mía. Muchas palabras, muchas promesas, hija mía, muchos propósitos... Ignorad vuestras palabras, si no van unidas al arrepentimiento y a las obras. Muchos prometen, hija mía, y muchos mueven los labios, pero es una mentira. Yo quiero, hija mía, que cumplan la ley de mi Evangelio; por eso los busco, porque son obra de mi creación.

¡Qué ingratos son los hombres, hija mía, Yo les he dado todo y ellos qué poco dan! Piensa en mi dolor, hija mía: Yo aquí, purgando los pecados que no había cometido. ¡Qué tristeza siente mi Corazón, hija mía! También quiero que tú participes de esa tristeza, hija mía. Yo fui inocente y, te lo he dicho muchas veces, que pagué por los culpables. Los hombres dicen amar a Dios y ¡qué poco consuelo recibo de ellos, hija mía!

El mundo está en un caos muy grave: las familias destruidas, hija mía; las parejas que quieren contraer matrimonio, no quieren mi sacramento, lo rechazan. Las parejas que quieren ir al matrimonio pierden todo su candor, pierden toda su pureza y Yo los unjo de mi gracia y ellos rechazan esa gracia, hija mía. El mundo está corrompido por el pecado.

¡Ay, Juventud, cuánto hacéis sufrir a nuestros Corazones, hijos míos!

¿Y los pastores de mi Iglesia?... ¡Pobre Iglesia! La Iglesia es flagelada por la mayoría de los sacerdotes; se han descarriado, hija mía, y viven en un rebaño sin pastor. Yo hago un llamamiento a todos los sacerdotes para que vuelvan a su ministerio y cumplan la misión de pastores del rebaño; ellos, que son pastores del rebaño de Cristo, se desvían y cada uno va contagiando al otro. La Iglesia está flagelada, hija mía, está pasando por Getsemaní; está en el Gólgota, hija mía; por eso hago esta llamada a los ministros de la Iglesia; que vengan y se refugien bajo el manto de mi Inmaculada Madre. Hijos míos, vosotros os habéis desposado con la Iglesia y ¡qué mal correspondéis a vuestro ministerio! Abandonad el mundo y pedid al Espíritu Santo luz, y Él acrisolará vuestras almas y las dejará puras, obedientes, pobres, humildes y sacrificadas. Sois desleales a la Iglesia, hijos míos.

LA VIRGEN:

Y Yo, como Madre dolorosa, sufro esta pasión incruenta que está pasando la Iglesia. La Iglesia tiene una herida muy profunda de sus almas, de esas almas preferidas por Dios, de esas almas que tanto ama Dios: sus sacerdotes. Hijos míos, ¡cómo os dejáis arrastrar por la astucia de Satanás y herir tan gravemente a la Iglesia, a vuestra esposa!; no olvidéis que estáis desposados con Ella. No seáis desleales, hijos míos, y venid aquí, a vuestra Iglesia, y todos juntos oraremos por la infidelidad de los sacerdotes, de las almas consagradas, de todos los fieles, hijos míos.

Los conventos están bloqueados, muchos de ellos, por el hielo; no hay calor en ellos ni unidad. Pedid, hijos míos, para que mis sacerdotes, queridos por mi Inmaculado Corazón, sean fieles a lo que se comprometieron. Olvidaos del mundo y dedicaos a la Iglesia. Hay mucha mies y pocos operarios para trabajar en ella. Venid todos, hijos míos, y consagraos a mi Inmaculado Corazón y pasad conmigo los dolores y las angustias que está pasando la Iglesia de Cristo. No seáis desobedientes a vuestro Pastor, al representante de mi Hijo en la Tierra; obedecedle, hijos míos, que le hacéis sufrir mucho; y obedeced a vuestros superiores. Hijos míos, ¿cómo os dejáis arrastrar por Satanás, que ni os deja orar ni obrar?; sed muy humildes, vuestra misión es la de pastores de almas. Tenéis grandes rebaños para trabajar. Muchos os habéis dedicado a los trabajos del mundo y os habéis olvidado para lo que habéis sido llamados, para la dedicación de las almas, hijos míos.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen por mis almas escogidas. Y tú, hija mía, repara con Nosotros los pecados de toda la Humanidad. La mayor parte de la Humanidad está sin Dios, hija mía, y Satanás se apodera de sus almas.

Orad mucho y haced penitencia.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 5 DE AGOSTO DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



EL SEÑOR:

"Hijos míos, tenéis que pedir mucho y orar mucho por la situación del mundo. La situación del mundo es grave, los hombres están viviendo como en los tiempos de Sodoma y Gomorra. La mayoría se han apartado de Dios y ninguno está en el puesto que le corresponde. Los sacerdotes, en vez de ocuparse a pastorear a las almas y que coman de ese pasto sagrado que hay en mi Iglesia, la mayoría son asalariados del mundo; sin olvidarse (Amparo suspira varias veces) de que son almas para estar al servicio de las ovejas. Las almas consagradas, en vez de dedicarse a la oración y a la penitencia, muchos de ellos han abandonado su vestidura y se han introducido en el mundo.

Las familias no enseñan a sus hijos que tienen un deber sagrado de cumplir (Amparo suspira) con la Ley de Dios; se les olvida enseñarles la fe y la moral. Los seglares, hija mía, la mayoría viven como malos cristianos, sin querer aceptar la palabra que Yo mando y mi palabra que está escrita. Pongo a instrumentos para comunicarles mi palabra pero se olvidan de mi palabra porque están ocupados en sus negocios; y les interesa más el negocio y vivir según la carne más que según el espíritu.

Esas madres que matan a sus hijos dentro de sus entrañas, esos crímenes tan horribles que cometen con esos seres inocentes. Las parejas, hija mía, van al matrimonio sin la vestidura de la gracia porque esa bestia feroz de las siete cabezas, con tres ojos en cada una, que es la lujuria, el placer de la carne, les ha quitado la gracia y muchos de ellos van a contraer matrimonio (Amparo suspira profundamente) por la ilusión de ese traje que lo llevan para que todos se deslumbren; pero si oyeran, en ese momento, en el templo la voz de Dios, les diría: "pero, hijos míos, cómo habéis venido a participar de mi banquete si vuestra vestidura es muy resplandeciente por fuera pero vuestra alma está desnuda y llena de harapos". ¿Hacia dónde camináis, hijos míos, que habéis perdido vuestra dignidad y vais hacia el camino de una cárcel oscura y tenebrosa porque vivís en los placeres y no vivís según la Ley de Dios? (Amparo suspira.) ¡Qué pena de sociedad! Rezad, hijos míos, para que esta sociedad cambie y abrace en sus corazones mi reino, y que los gobernantes gobiernen con nobleza, justicia y santidad.

¿Qué han hecho del mundo, hija mía?; lo han cambiado. Los hombres han cambiado mis leyes y nada lo ven pecado, hijos míos.

LA VIRGEN:

Sí, hijos míos, mi Corazón está muy afligido porque no guardan los hombres las leyes ni los mandamientos; y muchos llegarán a la presencia de mi Hijo y tendrán que oír las palabras tan terribles de "Id, malditos al fuego del infierno, porque no sois dignos de estar en la Casa del Padre". No habéis querido cumplir con las leyes que se os han impuesto para la salvación de vuestras almas, y vivís según vuestros gustos, hijos míos, en los placeres, en la abundancia, en las comodidades. . . ¡Qué pena de almas!

Mi corazón sufre y no hace nada más que dar avisos a las almas para que se conviertan, y mi Hijo me manda a la Tierra para dar mensajes a los hombres y para recordarles a cada uno que no cumplen con sus obligaciones. Orad mucho, hijos míos, haced penitencia, no clavéis más espinas a mi pobre Corazón que os ama con todo mi Corazón.

Intercedo a mi Hijo pero no cambiáis, hijos míos, vuestra conducta; seguís pecando gravemente y cometiendo crímenes atroces. ¡Hasta cuándo!, hijos míos. El tiempo se aproxima y no cambiáis vuestra vida; sólo os preocupa la materia y os olvidáis del espíritu, hijos míos. Honrad a vuestra Madre y amad a Dios vuestro creador. ¿Cómo, hijos míos, no pensáis que el hombre no puede vivir sin Dios, y que el que vive sin Dios vive en la tiniebla y en la oscuridad? Buscad la luz, hijos míos, retiraos del mundo y poneos al servicio de Dios, vuestro creador. No os preocupe tanto las cosas de la Tierra. Sí, hija mía, mira este paraíso; ¡cuántos lo pierden porque se enfrascan en los pecados y se apegan a la materia!

Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor, hija mía, porque los hombres siguen obstinados en pecar sin hacer caso al Evangelio, ni a los mandamientos, ni a mis palabras, ni a mis mensajes. (Amparo coge un cáliz invisible, traga y tose.)

Está amargo, hija mía. Quedan pocas gotas porque los hombres no quieren cambiar sus vidas, y el cáliz ya se ha derramado.

¿No veis, hijos míos, cómo Dios, vuestro creador, os ayuda con la oración? La oración tiene poder. Se ha acabado la batalla. Los ángeles han luchado contra vuestros enemigos y han ido cayendo uno a uno; han conseguido la victoria, por eso os digo, hijos míos, que aúnque aún queda algún enemigo, también irá cayendo como no se convierta y sea capaz de reconocer sus pecados y sus miserias. Amaos los unos a los otros, hijos míos; ya sabéis que Dios es el que gana siempre la batalla. Si vosotros venís a Él, hijos míos, Él os extenderá los brazos y os perdonará vuestros pecados y os acogerá en su rebaño y participaréis de su herencia.

Seguid viniendo a este lugar, hijos míos. En este lugar se reciben muchas gracias. Ya sabéis que para Mí no ha habido distancias, que he seguido derramando las gracias desde este lugar, hijos míos. Pensad que aquí también ha venido vuestra Madre a daros avisos y a derramar sus gracias. Todos estos lugares han sido bendecidos por mi mano virginal y por la mano divina de mi Hijo. Sed pacientes y, con paciencia, alcanzaréis todo, hijos míos. ¿No veis, hijos míos, que después del martirio viene la gloria? Ahora recibiréis la gloria, hijos míos; sed humildes y pacientes; seguid acudiendo a este lugar que tantas gracias ha derramado mi Corazón.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Muchas almas os habéis convertido en estos lugares, hijos míos, nunca lo olvidéis y dad testimonio de ello.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pecadores; todos han sido bendecidos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 2 DE SEPTIEMBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



EL SEÑOR:

"Hijos míos, aquí estoy para derramar gracias sobre vosotros, pero también me gustan los corazones agradecidos. Sed agradecidos, hijos míos, por tantas y tantas gracias como habéis recibido en este lugar, y también dad gracias todos aquellos que tenéis bienes, porque todo es venido de la mano de Dios; pero no es por vosotros mismos, ni por vuestros esfuerzos, porque muchos de los que vivís bien, hijos míos, no os acordáis de los que sufren, de los que padecen hambre y sed y están desnudos.

Tú, hija mía, no te angusties por esas lenguas difamadoras; son lenguas que Yo un día maldeciré, porque no les importa la calumnia ni la mentira. Yo dije que se fundaran Obras de Amor y Misericordia y tú haces mi voluntad. Nada te importe de lo que digan, hija mía, si de Mí dijeron que estaba poseido por Belcebú; y si oraba me criticaban; y si comía y bebía me criticaban igual, hija mía. Esas almas dicen dar doctrinas. ¿Qué clase de doctrina y de catequesis pueden dar las almas que son capaces de difamar, de calumniar y de vivir en el mundo según sus gustos? Son como los paganos que ni entran en el Cielo ni dejan entrar a los demás. Que cada uno de los que difaman contra esta Obra haga lo mismo que han hecho los que viven en ella.

AMPARO:

Que hablan, a, oh...

EL SEÑOR:

Sí, hija mía, mira: hablan, hablan pero ni son capaces de ir a recibir la penitencia; no necesitan sacramentos. Hablan de los sacramentos pero no los practican, hija mía. Mira lo que le espera a las almas ingratas que viven según sus gustos, y según el cuerpo, no según el espíritu. (Amparo suspira profundamente.) No escucharé sus lamentos ni sus lágrimas porque sus lágrimas en ese día serán lágrimas de plañideras y no las escucharán mis oídos. Nada te angustie, hija mía. Yo soy el Todopoderoso y el que te ha pedido fundar estas Obras de Amor y Misericordia; y Yo te he pedido que lo mejor para el pobre y es lo que estás haciendo; lo mejor se lo estás dando al pobre. Nada hay oculto, hija mía, pueden comprobarlo.

El hombre se cree poderoso y son siervos inútiles, la mayoría; dicen amar a la Iglesia sin entender la palabra de Dios; dicen que mis mensajes son catastróficos, ¿pero están ciegos y sordos, hija mía? ¿Pero no ven que el mundo está lleno de catástrofes? ¡Ay!, hijos míos, si a Mí me gustan las almas humildes, no las vanidosas que se envanecen ellas y me rebajan a Mí. Creen tener poder para hacer las cosas; el hombre siembra y riega, pero si Yo no mando el agua y el sol, el fruto no puede salir, luego ¿cómo es el hombre tan soberbio y tan inculto diciendo que los mensajes son catastróficos? Entonces, la palabra de Dios está escrita también es catastrófica. ¡Incultos, que no entendéis ni hacéis y tampoco queréis dejar a los que entienden y hacen!

¡Ay!, madres que preferís que vuestras hijas estén en el mundo en pecado mortal, en la concupiscencia de la carne. No os importa, hijos míos, la concupiscencia; no la entendéis. No os importa que vuestros hijos estén en pecado ni os preocupáis de ellos, y cuando sienten la llamada de Dios os angustia y los queréis introducir donde vosotros estáis introducidos; haciendo vuestra voluntad, no la voluntad de Dios. ¡Hasta cuándo vais a acabar de ofender a estas criaturas que han dejado todo para dárselo a los pobres! El camino lo tenéis abierto, haced vosotros lo mismo. No hagáis lo que el joven del Evangelio que, cuando le digo que venda sus bienes y se los dé a los pobres y me siga, no escucha mis palabras y no vuelve otra vez a caminar junto a Mí, sino quiere seguir a Dios pero sin dejar nada. ¡Qué ingratos sois, hijos míos, que muchos de vosotros ni os vais a salvar ni queréis que se salven los demás!

Yo enseño a los hombres a amar a la Iglesia; y a los sacerdotes a estar en su ministerio, a pastorear a las almas, no a que muchos de ellos son esclavos de sus pasiones y les atrae más el mundo que Dios. ¿Cómo vais a enseñar a todo un Dios lo que tiene que decir a sus almas? Yo amo a mis sacerdotes, y como los amo los corrijo; y lo primero que hice, cuando llegué ante mi Padre, fue pedir por todos los sacerdotes para que fuesen pastores, no fuesen asalariados; y luego pedí por el mundo, para que todo el mundo hincase la rodilla ante Dios su Creador. Y ¿qué habéis hecho hijos míos, como os dije? Habéis vuelto el mundo al revés. No veis las impurezas que hay en el mundo. El pecado de la carne está invadiendo el mundo, y el hombre que cae en lujuria cae en todos los pecados. No se le da importancia al pecado, hijos míos, por eso está el mundo en esa situación. Por eso, madres que amáis tanto, según vosotras, muchas de ellas a vuestros hijos, ¿cómo no los vigiláis para que vayan por el camino del Evangelio? Y, ¡cómo os preocupáis cuando encuentran ese camino! Ni soy tirano, como decís, que ¡vaya un Dios! o ¡vaya una Madre que amenaza a sus hijos! ¿Cuántas madres estáis amenazando a vuestros hijos porque no les dejáis libertad para vivir el camino que han escogido? ¡Ay, ingratos, hasta cuándo un Dios Todopoderoso tiene que dar avisos a sus criaturas! Permitís que vuestros hijos se condenen junto a vosotros y no sois buenas madres cuando no os ocupáis dónde están vuestros hijos; cuando llegan a encontrar a Dios es cuando os preocupa; eso hacen los secuaces del Anticristo, introducirse en familias, en amistades, para destruir a las almas. Una madre quiere la felicidad de sus hijos...

LA VIRGEN:

. . . Y eso quiero Yo, hijos míos, vuestra felicidad. Yo reprendo a mis hijos porque os he dicho muchas veces que cuántas madres habéis reprendido una y otra y otra vez a vuestros hijos y viendo que vuestros hijos se introducen en el camino de la perdición habéis vuelto a decir: hijos míos, ¿no veis que os estáis perdiendo, que Dios hizo el Cielo y los Infiernos? Y el hombre se le olvida que existe el Infierno; sólo piensa en ir a la Gloria, sin obras. Todos los que hacéis buenas obras y todos los que estáis sin purificar venid a mis manos y entregádmelas, hijos míos, y entregaos vosotros que Yo con mis manos puras y virginales os purificaré a vosotros y a vuestras obras y se las entregaré a la Divina Majestad de Dios. Pero no seáis necios, hijos míos, y sed como las vírgenes prudentes; tened siempre la lámpara encendida y para que una lámpara luzca tiene que estar llena de aceite y combustible, hija mía; por eso el hombre que está sin Dios y que dice amar a Dios y no ama al prójimo no cumple los mandamientos. Dejad libertad a vuestros hijos, esa libertad santa para seguir el camino del Evangelio, y no seáis tan ingratos vuestros corazones que martirizáis a vuestros hijos porque sois egoístas y los queréis para vosotros. Si toda creatura es de Dios y Él toca cada uno de los corazones, y coge y deja lo que quiere, ¿cómo vais a ponerle trabas a Dios, hijos míos?

Sed todos uno, hijos míos, y tened un solo corazón para amar a los que lo necesitan, hijos míos. ¡Cuántos, mira, de los que aparentan ser buenos y cumplir la doctrina, mira dónde se encuentran, hija mía; han aparentado ante los hombres, pero cuando han llegado ante el Juez Supremo, ha aplicado la justicia, porque no habían, hija mía, obrado "na" más que con palabras y no pude aplicar mi misericordia. Por eso se encuentran en ese lugar.

¡Ay, padres y madres de familias, caminad por el camino firme y seguro!, no os quedéis en el tiempo y no viváis falsamente, aparentando ante los demás lo que no sois. Que los matrimonios se respeten mutuamente unos a otros; pero ¡ay de aquéllos que son infieles! El adúltero no entrará en el Reino de los Cielos. El mundo está invadido por la carne, por los pecados de impureza. Yo odio, hija mía, la impureza. Amo mucho los corazones puros; pero los hombres hoy se han desenfrenado, viven en un desenfreno que no hay quien los frene, hija mía, se han abandonado y se han dejado de amar a Dios su Creador. Y la creatura sin Dios está hueca; y los fariseos e hipócritas tampoco entrarán en el Reino de los Cielos. Y Yo ensalzo a los humildes y oculto a los poderosos. A mi Hijo le agrada más un alma humilde que todos los poderosos que haya en la Tierra.

¿Quiénes son los hombres para decir a quién tengo que manifestarme? ¿Es que no hay motivo de manifestarse una madre a sus hijos viendo la situación del mundo, para avisarles el gran peligro que hay en él y para recordarles el Evangelio?, para eso bajo a la Tierra. Porque los hombres cambian, quitan y ponen a su antojo lo que les agrada. ¡Ay de aquéllos que quitan y ponen, más les valiera no haber nacido! ¡Ay, aquellos que deforman la doctrina!, cuando se presenten ante Mí les diré: retiraos de Mí, que habéis deformado la palabra de mi Hijo en la Tierra y muchas almas habéis arrastrado hacia la perdición por vuestras falsas doctrinas. ¡Id malditos, al fuego eterno!; esas serán las palabras y así lo digo y así se cumplirá. Aunque mi Corazón de Madre intercede por todos los hombres, pero ¿por los hombres que reniegan de Dios? Yo no admito aquellos hombres que reniegan de mi Hijo.

Amad a la Iglesia, hijos míos, amad al Papa; sufre mucho viendo la situación que hay en el mundo, y sufre mucho por aquellos pastores infieles y desobedientes a sus palabras.

Y tú, hija mía, digan lo que digan, no te angusties; si comes van a decir y si ayunas van a seguir diciendo, hija mía. No te importe nada más que el Reino del Cielo y amar a los necesitados. Todo está limpio, que se pueda ver. Nada te angustie, hija mía.

Y todos los que habéis recibido gracias en este lugar, dad testimonio de ellas, hijos míos; y amad a la Iglesia y confesad vuestras culpas. Acercaos al sacramento de la penitencia, que muchos de vosotros no lo hacéis, hijos míos.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres moribundos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 7 DE OCTUBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



EL SEÑOR:

"Hija mía, aquí tienes, hija mía, al Cristo Redentor, al Cristo crucificado. ¡Cómo los hombres pueden decir que Cristo no sufre por la Humanidad! Aquí me tienes, hija mía. Aquí estoy desgarrado por los pecados de los hombres. Los hombres son ingratos, hija mía, y pocos se compadecen de mi pobre Corazón. Yo vengo, hija mía, a advertirlos y pongo a mi Madre por mensajera para que los advierta; y a cambio de eso recibo ingratitudes y desprecios, hija mía. ¡Qué pocos se compadecen de mi pobre Corazón, tan afligido por la Humanidad! Yo sigo mi Pasión porque los hombres ingratos, con mi muerte, no quisieron llegar a Mí y aceptar las leyes de Dios; por eso falta en mi Pasión, porque en mi Pasión no pude redimir a toda la Humanidad; no, hijos míos, porque Yo no quisiese redimirlos, porque Yo bajé a la Tierra para redimir a los hombres, sino los hombres son los que no quieren ser redimidos con mi Sangre.

¡Cómo los hombres pueden mutilar mi Evangelio!, muchos de mis pastores lo mutilan. Y el Evangelio se compone de un Cristo bondadoso, amoroso, misericordioso, que perdona los pecados; pero también hay palabras escalofriantes en mi Evangelio, de un Cristo juez y severo para los que no aceptan la voluntad de mi Padre. Son palabras escalofriantes cuando en mi Evangelio digo: "Id, malditos, al fuego eterno que está preparado para Satanás y sus secuaces". ¡Cómo adornáis el Evangelio, hijos míos! No prediquéis el Evangelio que a vosotros os gusta, hijos míos, predicad mi Evangelio tal como es; así fue escrito para la salvación de los hombres. Cómo lo podéis mutilar, hijos míos. ¡Ay de aquéllos que os calláis y adornáis las palabras del Evangelio! Predicad al Dios Amor y Misericordioso, pero no os comáis al Dios de Justicia, al Juez de vivos y muertos. ¡Cómo escondéis a los hombres la palabra del Infierno, hijos míos! ¡Qué pena de almas...! que Yo tengo dicho en mi Evangelio que ¡ay del que quite o añada alguna palabra que no sea la mía! Cuando vienen las palabras crudas, hijos míos, las adornáis. El hombre se puede salvar por el amor y por el temor, hijos míos. No escondáis al hombre lo que Cristo dejó a la luz y lo dejó escrito; no son palabras sólo del Antiguo Testamento, son palabras del Nuevo Testamento. Yo vine a perfeccionar el Evangelio, las Leyes, a formar una Iglesia para que todos los hombres se acercasen a beber de esos canales para su salvación; y puse unas Leyes, unos Mandamientos. El que cumpla con los Mandamientos se salvará. El que practique mi Evangelio vendrá al Reino de Dios.

¡Cómo a los hombres podéis decirles que ya están salvados, hijos míos, si los salva la gracia, el amor, el camino recto y seguro para ir a Cristo! Sed humildes, hijos míos, y no queráis recomponer lo que a Cristo le costó tanto para la salvación de los hombres: el Evangelio, tal como es, hijos míos; hay partes dulces y hay partes amargas; así es la muerte dolorosa y la resurrección es gloriosa. Pero aquí me tienes, hija mía, al Cristo viviente, desgarrado, clavado, coronado y agujereadas sus manos por los clavos. ¿Quién me pone así, hija mía, si no son los pecados de los hombres? (Luz Amparo llora y gime prolongadamente.)

Participa conmigo, hija mía, en la agonía, en el Gólgota, en mi Pasión. Para Mí no hay pasado ni futuro, hija mía, todo es presente; por eso los hombres creen que todo pasó. Para Dios no hay pasado, repito, hijos míos, ni hay futuro. Para Dios hay un presente. El futuro de los hombres está en mis manos, hijos míos. Sí, hija mía, sí, desgarrado mi corazón. Todo mi Cuerpo fue desgarrado por los pecados de los hombres y no sólo fue desgarrado, sino que siguen desgarrándome, hija mía.

¡Ay de mis almas consagradas! ¡Ay de aquellos sacerdotes que no siguen el Evangelio y lo predican a su antojo y se ríen de aquellos que lo hacen como Dios quiere que lo hagan! Esas almas fieles, hijos míos, pastores fieles, míos de mi Corazón: sed valientes y predicad el Evangelio tal como Cristo os lo enseñó; no os comáis nada, hijos míos. ¡Cómo no va a estar triste mi Corazón viendo la situación del mundo, si en el mundo cada día hay más males y los hombres cada día son peor! Predican un Cristo-Hombre pero no un Cristo-Dios. Mi Divinidad se juntó con la Humanidad y se hizo Hombre para enseñar a los hombres, pero Yo no perdí la Divinidad. La Divinidad estaba creada, (ya existía) pero bajó a la Tierra y se engendró en las entrañas de María para enseñar a los hombres las verdades y el camino recto y seguro. Y Yo grito a los hombres: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, el que venga a Mí tendrá vida eterna. Pero ¿cuántos vienen a Mí, hija mía? ¡Son tan pocos y su vida es tan poco entregada y es tan superficial...!

LA VIRGEN:

Hija mía, mira a mi Hijo, Yo fui Corredentora con Él y sigo siendo Corredentora con Cristo porque sigue sufriendo mi Corazón por los pobres pecadores, hija mía. Sólo vengo a recordar a los hombres el Evangelio que ya está escrito; que lo prediquen y lo practiquen tal como está, hija mía; que no lo mutilen, ni lo recorten. ¡Ay sacerdotes tan amados de mi Corazón y del de mi Hijo, tened compasión de estos pobres Corazones que tanto os aman, y que vosotros, muchos de ellos, pagáis con ingratitudes y con desamor! Buscad a Dios y no os retiréis del camino de la luz, hijos míos. Pensad que la luz alumbra, hijos míos, y la tiniebla ciega. La palabra sin obras no sirve, hijos míos, pero las obras sin palabra y sin oración tampoco tienen mérito ante la Divina Majestad de Dios.

Yo te enseñé, hija mía, que tenías que ver a Dios en los hombres, pero que no vieses a los hombres Dios, porque los hombres no son Dios. Un día, si son capaces de aceptar mi gracia, llegaré a interceder por ellos en la puerta del Cielo, como ahora pido a mi Hijo por todos los pecadores para que Dios los haga Dioses. Amaos los unos a los otros, hijos míos, como mis hijos que sois, hijos míos os pido que tengáis un poco de misericordia de nuestros Corazones. Hace muchos años que mi Inmaculado Corazón viene avisando a los hombres y los hombres se quedan sordos y mudos.

AMPARO:

Jesús, Jesús, yo quiero amarte por los que no te aman. Yo pediré por todos los sacerdotes para que sean fieles. Yo no quiero que sufras. Yo quiero compartir contigo Jesús... (sollozos de Luz Amparo.)

EL SEÑOR:

Sí, hija mía, por eso escojo almas víctimas para ayudar a los pobres pecadores. (Pausa prolongada con sollozos de Luz Amparo.)

AMPARO:

Jesús, que los hombres te vieran, que no pareces ni Tú.

EL SEÑOR:

¿No me vieron en aquellos tiempos, hija mía? y muchos se salvaron y otros se condenaron, hija mía. Si me volvieran a ver, pasaría lo mismo, hija mía; por eso los hombres no pueden decir que todos están salvados, porque si los hombres hubieran estado salvados no hubiera habido necesidad de poner el planeta Tierra para que los hombres con sus sacrificios y sus penitencias repararan sus pecados. Repito, soy un Dios de Amor, de Misericordia y de Dulzura, pero soy el Juez Supremo; que nadie se asuste por estas palabras, son palabras escritas en el Evangelio, no las comáis, hijos míos. Y si alguien os predica lo contrario es anatema, hijos míos. El Evangelio hay que explicarlo desde el dolor hasta la gloria.

LA VIRGEN:

Sed muy humildes, hijos míos, y amad mucho nuestros Corazones. Yo seguiré derramando gracias para los pobres pecadores. ¡Cuántas almas se han salvado en este lugar, y mis pastores no quieren aceptarlo!, pero, hijos míos, no seáis soberbios. Yo me manifiesto a los humildes y les comunico mis palabras, y rechazo a los orgullosos y a los poderosos.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores. Amaos, hijos míos, y amad a Dios con todo vuestro corazón. Amad a la Iglesia, hijos míos, amad al Santo Padre y a los representantes de la Iglesia.

Todos los objetos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 4 DE NOVIEMBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

Hija mía, hoy voy a derramar muchas gracias sobre todos los que acudan a este lugar. Los ángeles serán encargados de sellar todas las frentes.

Quiero, hijos míos, que me saquéis en procesión. Los hombres han olvidado que este lugar también es sagrado. Sacadme en procesión para que los hombres eleven sus plegarias a Dios su Creador. A Dios le gusta que los hombres oren de buena voluntad y que sus oraciones salgan de lo más profundo de sus corazones; le gusta que le pidan, ya lo dice el Evangelio: "pedid y recibiréis", pedid la lluvia, hijos míos, pues el hombre, por mucho que quiera meterse en los misterios de Dios, nunca podrá alcanzarlos, porque Dios manda la lluvia a la Tierra cuándo quiere y hace crecer las plantas con el sol y el agua. ¿Quién puede llegar al Sol, ni mandar el agua a la Tierra?; por eso os pido que quiero que vuestras oraciones salgan de lo más profundo de vuestro corazón. Los hombres oran, pero muy pobremente; su oración es muy pobre y, a veces, piden, piden pero no dan. Dad un poquito de amor a Dios vuestro Creador.

EL SEÑOR:

¡Cómo huís de Mí, hijos míos, y Yo voy tras de vosotros para enseñaros mi doctrina y vosotros os escondéis y os hacéis los sordos, hijos míos! No os escondáis, hijos míos, si Yo vengo a enseñaros la verdad y a recordaros que la verdad está escrita en el Evangelio y, repito, que los hombres lo mutilan. ¡Ay pastores que mutiláis el Evangelio, y no enseñáis a los hombres las verdades que hay en Él, todas las verdades, hijos míos! No ocultéis al hombre lo que está escrito. ¡Cómo os inventáis un evangelio a vuestro gusto, hijos míos! Os da miedo, muchas veces, de decir las verdades porque os podéis quedar solos en el templo de Dios. ¡Ay, hijos míos, si tenéis muchos que acuden al templo pero no les explicáis las verdades y la doctrina tal como está escrita, malos pastores sois, hijos míos!; muchos sois funcionarios, no sois pastores del rebaño de Cristo; funcionáis en el mundo. ¡Ay almas tan queridas por nuestros Corazones!, ¿cómo no escogéis los buenos frutos de donde salen los frutos, que os da lo mismo que se contagien los buenos y los malos, con tal de que vuestro templo se llene aunque no amen a Dios vuestro Creador? ¡Ay pastores cuando os presentéis ante la divina majestad de Dios! Dios os ha dado muchas gracias y os va a pedir mucha responsabilidad a aquellos que no cumplís la palabra de Dios y no sois valientes para enfrentar.

AMPARO:

¡Ay, Dios mío, estamos igual! ¡Ay, éste tampoco nos quiere! . . . ¡Ay... Ay, Dios mío!...

EL SEÑOR:

¡Qué cobardía, hijos míos! Los que no van contra Mí, están conmigo. ¿Cómo vosotros vais contra ellos? Sólo os gusta coger a aquellos fariseos que gritan mucho pero obran poco. ¡Ay, hijos míos, enseñad la doctrina como Cristo os la enseñó y os la dejó escrita!

Hijos míos, ¡qué apodo os han puesto más hermoso, el apodo de "los virginianos"! ¡Qué hermosura hijos míos, Virginianos por María, por la Virgen, Madre de todos los hombres!

¡Ay aquellos sacerdotes, que no escogéis del árbol bueno los frutos buenos! Si Yo sólo vengo a recordaros que prediquéis el Evangelio como es, ¿por qué tenéis miedo a predicarla tal como es? No engañéis a los hombres, hijos míos, enseñadles a amarse, pero enseñadles a orar y enseñadles el sacrificio y la penitencia; o ¿a qué vine Yo al mundo?; ¿no vine a sacrificarme por los hombres? ¿Cómo ocultáis el sacrificio? Hijos míos, os repito, sólo os quedáis con el Dios-Amor; pero a los hombres no enseñáis el Juez Supremo de vivos y muertos. Hijos míos, y aquéllos que sois fieles a mi doctrina no os acobardéis por nada ni os avergoncéis de vuestra vestidura; sed fuertes, hijos míos, y dad ejemplo a los que no lo hacen.

Yo pido a los hombres que amen un poco a nuestros Corazones, y vengo a enseñarles las verdades, a enseñarles a amar. Hijos míos, no seáis árboles estériles, sed árboles fértiles; allí donde estéis dad buen fruto, hijos míos. Yo vengo a enseñar el amor, la misericordia hacia los necesitados, pero los hombres viven entre los hombres sin conocerse y sin amarse, sin preocuparse del desvalido ni del que sufre. Hijos míos, tened misericordia de aquéllos que os extienden la mano.

Mira mi Corazón, hija mía.

AMPARO:

Qué amor sale de ese Corazón!; ¡Oh, Dios mío, qué llamaradas de amor!

EL SEÑOR:

Hija mía, con un poquito de este amor que Yo doy a los hombres, si los hombres fuesen capaces de darme un poquito de amor y consolarme... pero ¿qué recibo, hija mía?, ingratitudes, desprecios, persecución; pero sería capaz de abrasar a la Humanidad con un poquito de este amor que sale de mi Corazón, hija mía. Yo, hija mía, doy este amor a los hombres, pero los hombres no abren su corazón para que penetre la gracia dentro de él. Hijos míos, ¡qué amor tan inmenso tengo a los hombres y qué poco amor recibo de ellos!

AMPARO:

¡Ay, Señor!, ¡ay, qué Corazón!, ¡ay, de Fuego!... Eres el fuego que abrasa a la Humanidad... Si la Humanidad se dejase abrasar por ese fuego... ¡Ay qué grandeza, Dios mío!... ¡qué Corazón, Dios mío!... ¡Ay... que quema y abrasa! ¡Ay¡

EL SEÑOR:

Así es el amor de Dios, hija mía, que abrasa a los hombres, pero los hombres, la mayoría, son bloques de hielo que no dejan derretir el hielo que llevan en su corazón con este volcán de fuego que tengo Yo dentro del mío. Hijos míos, cuántas gracias habéis recibido en este lugar y cuántos las habéis rechazado, hijos míos.

Mira, hija mía, vas a ver una escena muy dolorosa... (Luz Amparo suspira, profundamente.) ... ¿ves estas cinco jóvenes, hija mía?

AMPARO:

¡Ay, sí!, estuve hablando con ellas.

EL SEÑOR

Cuatro de ellas perecieron en un accidente, hija mía; rechazaban tus palabras, decían que no existía el infierno. Ellas mismas te van a hablar, hija mía.

ALMA CONDENADA

Estamos aquí no por nuestra voluntad, sino por la voluntad de Dios. Si no, nosotros por nuestra voluntad no haríamos nada más que maldecir, pero Dios es el que quiere que venga a deciros que estamos condenadas. ¡Yo que decía que nadie había venido a decir que había infierno, que nadie me lo había dicho, que no lo creía y me reía junto con mis compañeras!; no creía en la existencia del infierno y me reí de todo, de la Iglesia, de los componentes de la Iglesia, de las palabras que tú me decías; acuérdate que te dije: "yo todavía no he visto ese infierno, tendrían que venir y verlo yo con mis propios ojos para creer en él"; pues aquí estoy gritando:

¡Estoy en el infierno! Me dejé llevar por los placeres, por mis gustos...

AMPARO:

¡Ay, Dios mío!

ALMA CONDENADA:

Y aquí estoy sufriendo. Si no fuera porque Dios ha querido mandarme a decir la existencia de él... hay una barrera entre la Tierra y los Infiernos. Yo rechacé

a Dios, renuncié a Dios, igual que mis compañeras. Una de ellas no está aquí, pero nosotros estamos aquí para toda la eternidad, maldiciéndonos y maldiciendo. Yo oí a muchos pastores que el infierno no existía, pero ni creía en la misericordia de Dios ni en la existencia del infierno. Yo viví mi vida junto con mis compañeras. Viví los placeres. Viví rodeada de comodidades. Todo lo quería alcanzar. Tenía ansias de vivir, del placer. ¡Maldita hora que no creí en el Evangelio ni en las palabras de Dios! Digo estas palabras porque Dios me hace decirlas, si no, os digo que sólo desearía arrastraros conmi...noso.

AMPARO:

...¡Ay, ay, cómo los arrastran, unos a otros!

ALMA CONDENADA:

Éste es el deseo de los condenados: arrastrar almas. El demonio lo muestra todo bello como nos lo mostró a nosotros, y caímos en su trampa; y nuestra soberbia, nuestra lujuria...

AMPARO:

...¡Ay, ay!, ¡Dios mío, ay Dios mío, tan jóvenes!

EL SEÑOR:

Ni juventud, ni vejez, hija mía. El hombre no respeta a Dios.

AMPARO:

¡Ay qué tristeza, todo el que llegue a ese lugar, Dios mío! ¡Ay!, os lo decía, que creyerais en Dios; ¡ay, y os reíais de mis palabras!

ALMA CONDENADA:

¡Pero no tengas compasión de nosotros, porque seguiremos maldiciéndoos y cuántas más palabras hayamos oído de vosotros, más os maldeciremos y nos maldeciremos unos a otros! Que sepáis que no estoy aquí por mi voluntad, que estoy aquí por la voluntad de Dios para gritaros: "¡Estoy en el infierno, estamos en el infierno!" No oréis por nosotros, no queremos oraciones ni plegarias, sólo nuestros labios pronunciarán maldición.

AMPARO:

¡Ay qué tristeza, Dios mío, ay, Dios mío, ay, Dios mío! No permitas Dios mío, que se condenen las almas, Señor... Señor...

EL SEÑOR:

Ellas, hija mía, con su libertad se condenan. Yo no las condeno, hija mía. Mira esta otra, también estaba entre ellas. Quedó con una hora de vida, y en esa hora de vida acudió a Dios y recordó el infierno y recordó la misericordia de Dios y pidió perdón a Dios de sus pecados y pedía las gracias que Dios dejó a los hombres para la salvación en la tierra; y mira, hija mía, está en un lugar donde pronto, con vuestras oraciones y sacrificios, saldrá de él. Mira dónde está, hija mía.

AMPARO:

¡Ay, ahí también está sufriendo!

ALMA PURGANTE:

Sí, estoy sufriendo, pero ¡gracias, gracias que me acordé de las últimas palabras!... Y aquí estoy esperando que Dios purifique todos mis pecados, pero yo quise recibir esa gracia y pedir perdón a Dios de todos ellos. Yo que había vivido tan mal, pensando en los placeres del mundo, olvidándome de Dios, en la última hora, Dios se apiadó de mi alma, porque yo sentí esa luz divina y me acordé del infierno y pedí perdón a Dios de todos mis pecados, y Dios me los perdonó; pero tengo que purificarlos; pero he visto el rostro de María. ¡Gracias! Orad por mí y orad por todos los que estamos aquí. Sólo os pido oraciones. Yo tengo que pagar mis culpas, Dios es justo y misericordioso. Os suplico oraciones, oraciones... Y, ¡gracias!

EL SEÑOR:

¿Ves, hija mía, como las almas... la que abre sus labios para invocar mi Nombre recibe la gracia y la salvación eterna? Yo vine a derramar mi sangre por toda la Humanidad para la salvación de los hombres, pero muchos de los hombres la pisotean y me rechazan y me desprecian; pero aquéllos que abren sus labios y siento un poquito de amor en su corazón, mi Corazón se derrite por ellos para salvarlos. Por eso, soy misericordioso y soy juez. Y quiero que se hable de mi misericordia y de mi justicia.

Sacerdotes míos, santos, los que seguís mi Evangelio, y los que sois perseguidos por los que confunden mi doctrina: sed valientes, tenéis una misión muy importante en la tierra; pastores de almas, enseñad como pastor que el pasto está en la Iglesia y que los hombres se salvan si quieren acudir a Ella. El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna, pero hay muchos de vosotros que coméis mi Cuerpo y bebéis mi Sangre sacrílegamente; recibiréis condenación eterna.

LA VIRGEN:

Amad a nuestros Corazones y nuestros Corazones os inflamarán, pero dejaos, hijos míos, inflamar por nuestro amor, Yo soy Madre de los pecadores y quiero salvaros a todos. Acudid a este lugar que recibiréis muchas gracias, hijos míos, y amaos unos a otros como Cristo os amó, que dio su vida por vosotros, hijos míos. Mi Corazón Inmaculado reinará en toda La Humanidad. Acudid a Mí, que Yo os llevaré a mi Hijo, hijos míos. Amad mucho a la Iglesia. Amad al Santo Padre. Amad y pedid por los que la componen y por aquellos que se han desviado y más que pastores son asalariados, para que vuelvan al rebaño y no dejen a las ovejas. Las ovejas siempre tienen que tener un pastor para guiarlas a comer donde haya buenos pastos. Hijos míos, dedicaos a vuestro ministerio y no confundáis a las almas. Si no seguís el camino del Evangelio, no confundáis a las almas y salíos de ese camino para no dañar el rebaño. El pastor tiene que dedicarse a su rebaño.

Pedid, hijos míos, para que los hombres cambien, pues en el mundo no hay paz porque Dios no está en él. ¡Ay, almas que tanto aman nuestros corazones!, no seáis ingratos y volved al camino de Cristo para predicar el Evangelio entero, sin mutilar; así ayudaréis más a las almas. No creáis, hijos míos, que porque tengáis los templos llenos es mejor para vosotros, sino hay que ver el fruto de los que van al templo.

Pecadores, a todos os pido que por muy graves que sean vuestros pecados, Dios siempre está dispuesto a perdonarles, hijos míos. Acudid a Él. Frecuentad el Sacramento y haced visitas al Santísimo. ¡Qué triste está Cristo en el Sagrario viendo que los hombres lo desprecian y lo rechazan! Yo voy detrás de vosotros, hijos míos, y sois vosotros los que tenéis que venir detrás de Mí; pero como también tengo una gran misericordia, quiero agotarla para salvaros. Sed humildes, hijos míos, y orad y desprendeos de las cosas materiales antes de que vuestro corazón deje de latir; estad muertos antes a las cosas que os apeguen y que sean obstáculo para llegar a Mí. Yo derramaré muchas gracias sobre todos vosotros, hijos míos. Oración, oración, hijos míos, y obras de amor y misericordia pido. Entregaos todos a mis obras.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos con bendiciones especiales. También serán bendecidos todos estos lugares y todos estos objetos.

Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.





MENSAJE DEL DÍA 2 DE DICIEMBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

Hijos míos, aquí estoy otra vez avisando a los hombres del gran peligro que hay en la Humanidad. Mira, hija mía, si hay corrupción en el mundo, cómo van en triunfo los siete pecados capitales. Mira cómo los hombres, hija mía, adoran. . . (Pausa, Luz Amparo gime) mira cómo están hundidos en el pecado...

LUZ AMPARO:

Qué horror... ¡Ay... Dios mío!

LA VIRGEN:

¡Qué ofendido está mi Corazón, hija mía! Mi Corazón está lleno de espinas por la ingratitud de los pecadores.

LUZ AMPARO:

(Con voz entrecortada entre gemidos.) ¿No podría sacar ninguna espina?

LA VIRGEN:

No, hija mía, están muy profundas, porque el hombre hoy al pecado no le da importancia, hija mía, y cada día nuestros Corazones están más afligidos. (Gemidos de Luz Amparo.) Pide mucho, hija mía, para que, todos estos pecadores que clavan las espinas en nuestro Corazón, cambien sus vidas y se arrepientan, hija mía. Sólo puedes sacar una... (Luz Amparo quita, entre gemidos, una espina del Corazón de la Virgen)... mira qué agujero más profundo has dejado en mi Corazón. . . Hija mía, sigue pidiendo por ellos, hija mía. Por eso sigo dando avisos a los hombres; sus pecados han atravesado, hija mía... Mira, la bóveda del Cielo está atravesada por el pecado. Y por eso sigo dando avisos, para que los hombres cambien y no se dejen arrastrar por las mentiras de Satanás, hija mía. Satanás está reinando en el mundo; por eso van los siete pecados capitales en triunfo, porque los hombres se dejan arrastrar por la astucia del enemigo.

EL SEÑOR:

Yo fundé la Iglesia, hijos míos, y la fundé para que dijesen la verdad que hay en ella; por eso pido que el Evangelio lo prediquen como está escrito. Acercaos a la Iglesia, hijos míos. En la Iglesia está vuestra salvación, ahí hay fuentes de...

LUZ AMPARO:

CIii! . . . ¡Huy!... cuántas fuentes de gracias salen del Corazón del Señor; ¡Ay, y todas caen sobre los hombres!

EL SEÑOR:

Yo la fundé para que los hombres se reunieran en ella y bebieran de esas fuentes, y encontraran el amor, la paz, y la verdad. Algunos pastores predican lo contrario de la verdad, predican un Evangelio descabezado; pero, hijos míos, ¡hasta cuándo tengo que estar dando avisos a aquellos pastores que no viven el Evangelio, hijos míos!; cambiad vuestras vidas y no arrastréis a las almas al camino de la perdición; decid la verdad de la Iglesia, hijos míos. La Iglesia fue fundada por Cristo para que los hombres hablen de Cristo; hablad de mi pasión, de mi muerte, hablad que, siendo el Hijo de Dios, me anonadé y bajé a la Tierra para salvar a los hombres. Por eso vengo a recordaros que el Evangelio no lo explicáis, muchos de vosotros, tal como es.

Dedicaos a las almas, hijos míos, que las almas necesitan que se les hable de las verdades que hay en la Iglesia, para que acudan a esas fuentes y sacien su sed en ellas. Pero, hijos míos, ¡si no predicáis la penitencia, la oración y el sacrificio! El sacramento de la Penitencia es muy importante hijos míos, para vuestra salvación.

¡Ay, aquellos pastores que confundís a las almas, aquellos pastores que os rebeláis contra la verdad, que no sois imitadores de Cristo y que no obedecéis al representante de Cristo! ¡Ay de vosotros, hijos míos! ¿Y quién sois vosotros para decir a quién tiene un Dios que manifestarse? Me manifiesto a los humildes para confundir a los soberbios y a los poderosos; y no entráis en el Cielo, muchos de vosotros, ni dejáis entrar a las almas. ¡Ay, hijos míos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!; volved al Evangelio, hijos míos, tan amados del Corazón de Cristo y tan poco correspondido mi Corazón a ese amor. Vivid, hijos míos, en caridad, en amor, en pobreza, y no confundáis a los hombres las verdades que hay en el Evangelio.

¡Ay, hijos míos, que os quedáis en lo humano y olvidáis lo divino! Yo fundé la Iglesia para alcanzar el Cielo, no para vivir la Gloria en la Tierra. Todo el que camine por el camino de la verdad irá a la Ciudad Futura. No os quedéis, hijos míos, en esta ciudad hecha por los hombres, porque lo que los hombres han hecho será destruido por el dedo de Dios. Por eso os digo, hijos míos, fabricad con vuestras obras y con vuestro ejemplo la Ciudad Eterna.

Y vosotros, los que sois perseguidos, bienaventurados seáis porque sois perseguidos a causa de mi Nombre, hijos míos. No os angustie, hija mía, ni la calumnia ni la persecución; ésa es la señal del cristiano. Y sed siervos trabajadores, siervos fuertes, no seáis siervos perezosos y siervos inútiles, para no oír un día la palabra de no me has servido, hijo mío, siervo inútil, vete al fuego eterno. No os separéis de la vid, hijos míos, que el que se separa de la vid se seca; y la Iglesia es la vid y vosotros sois los sarmientos; y el sarmiento tiene que estar unido a la cepa para alimentarse de la vid. No quiero sarmientos secos, quiero sarmientos que den fruto y que, cuando lleguen a la Ciudad Eterna, puedan encontrar su casa construida.

Hija mía, no quiero que nada te angustie y nada te entristezca, te dije que pondría personas en tu camino para esta Obra, para que las obras de amor y misericordia crezcan como Yo he pedido, y Yo mandaré para que esta Obra crezca como las estrellas. Pero, hija mía, no te angustie nada. Que conozcan el árbol por el fruto que dé. Ya sabes, hija mía, que el árbol malo no puede dar buen fruto, te lo he dicho muchas veces; sino el árbol bueno es el que da buen fruto. Pues es lo que pido, hija mía.

LUZ AMPARO:

¡Ay, Señor!... ¡Ay, Señor!... ¡es tan triste estar aquí, Señor! ¡Ay!... ¿hasta cuándo, Señor, hasta cuándo...?

EL SEÑOR:

Te dije, hija mía, que no fueses soberbia y que, cuando Yo quiera, hija mía, entonces llegarás a este lugar a gozar eternamente; pero la felicidad no está en la Tierra, hija mía, para ti; no ha estado nunca desde que naciste, pero sabes que fuiste protegida desde muy niña, hija mía; pero aquí felicidad, como tú pides, en la Tierra y felicidad en el Cielo, no puede haber. Tú dijiste que sí cuando te cogí por instrumento, hija mía, y ya sabes que los instrumentos son perseguidos, calumniados, y, tienen que sufrir para la conversión de los pecadores. En ese sí, hija mía, te lo he dicho muchas veces, que puse un cheque en blanco; y en ese sí está todo el sufrimiento y, a veces, la agonía.

Que los hombres piensen en mi agonía, en mi pasión y en mi muerte. Vine a salvarlos, vine a darles vida y ellos me dieron muerte. Por eso te digo, hija mía, que la ingratitud de los hombres, cada vez, aumenta más; y es porque Satanás está reinando en la Tierra.

LUZ AMPARO:

¡Oy... Ay, Dios mío!...

LA VIRGEN:

Se dejan arrastrar, hija mía. Es su hora; por eso quiero sellar a los hombres,

para que no se dejen arrastrar. Todo el que acuda a este lugar será sellado con un sello en la frente. Mira qué sello, hija mía; una protección para que no se dejen arrastrar por Satanás. Orad mucho, hijos míos, y haced penitencia y oración, extended vuestra mano al desvalido, orad, orad. En el mundo está en el fin de los tiempos; sacrificio y penitencia pido, hijos míos.

LUZ AMPARO:

Ay, Dios mío, ay.

EL SEÑOR:

Si los hombres no oran y vuelven su mirada a Dios, la Tierra quedará como un desierto; por eso os pido, hijos míos, aquellos sacerdotes queridos de mi Corazón, aquéllos que lleváis el Evangelio tal como está escrito, os pido, hijos míos: orad mucho y predicad el Evangelio, porque hay mucha mies y pocos segadores. No os avergoncéis los que seguís la doctrina, hijos míos, que luego os abrirán la puerta del Cielo. Todos los bienaventurados saldrán a vuestro encuentro. Mira, hija mía, es estrecha la puerta para los que no quieren aceptar las leyes del Evangelio; pero mira también esta otra puerta, cómo es ancha y, por aquí entran los que cumplen mis leyes. Hay doce puertas de oro, custodiándolas los ángeles.

AMPARO:

¡Uy... ay! En medio está el Señor, ¡Ay...!, con un libro muy grande, ¡ay!... el Libro de la Vida... ¡ay!, todos los que están apuntados ahí en él... ¡ay!...

EL SEÑOR:

Hoy, hija mía, voy a darte un gozo también: vas a escribir en el Libro de la Vida siete nombres. (Luz Amparo hace ademán de coger una pluma invisible y escribe lentamente, con amplios trazos de izquierda a derecha, cada uno de los nombres durante 1:40 mm. Deja la pluma.) Estos nombres no se borrarán jamás, hija mía. ¿Ves cómo también recompenso tu dolor y tu angustia? Sé muy humilde, hija mía.

Humildad pido, oración y penitencia para la salvación de los pobres pecadores.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas hechas a mi divino Corazón. (Luz Amparo besa el suelo.)

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los moribundos, hija mía.

Entregaos a esta Obra, hijos míos, y ayudadla a que crezca. Mira cuántas almas hay en el Cielo gracias a las gracias que han recibido en este lugar. ¿Cómo los hombres pueden ser tan ingratos?...

LUZ AMPARO:

¡Ay... ay... cuantas!... ¡Ay cuántas, Dios mío!... ¡Dios, Ay... ay... gracias, Dios mío, gracias por haber salvado a tantas y tantas almas!

EL SEÑOR:

Y sigue pidiendo, hija mía, por todos aquéllos que te calumnian y te difaman; ellos son los que siembran el camino de la salvación.

LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.




APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL