APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL








ENERO 1984

MAYO 1984

JUNIO 1984

JULIO 1984

SEPTIEMBRE 1984



MENSAJE DEL DÍA 2 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:

"Hijos míos, todos seréis sellados con el sello de Cristo. Hijos míos, muchos de los que estáis aquí presentes, todavía no os habéis puesto a bien con Dios.

Hijos míos, pensad que este sello es muy importante para la protección de vuestras almas y del enemigo.

Mira, hija mía, antes de sellar di lo que estás viendo:



AMPARO:

Cuatro ángeles ¡ay! cuatro ángeles.



LA VIRGEN:

Pues esos cuatro ángeles tienen la misión de destruir la tierra. Pero mira ahora en el otro lado, de oriente, hija mía.



AMPARO: ¡Ahí hay otro ángel!



LA VIRGEN:

La misión de este ángel es decir a esos cuatro ángeles que no toquen nada de la tierra, ni el mar, ni los árboles hasta que no sean sellados todos los hijos de Dios con ese sello que el enemigo no podrá destruir. Pero, si las almas no aceptan cumplir con los Mandamientos de la Ley de Dios, no se salvarán, aun con ese sello, hijos míos. Todo será destruido por esos cuatro ángeles cuando esté el número de sellados; porque todavía no está el número completo.



AMPARO:

¿Qué tiene ese ángel en la mano?, ¿El sello?, ¿Ese es el sello? ¡Ay! ¿Cómo los va a sellar?, ¿A todos?, ¿Cómo podrá sellarlos a todos?



LA VIRGEN:

Muchos sentirán en su frente este sello, hija mía. Pero, ni aun sintiendo la marca, querrán salvarse.



AMPARO:

Tú séllalos, y, si después no se quieren salvar, que no se salven.



LA VIRGEN: Todavía sigo sellando.

AMPARO:

¡Ay!, ¡Todos! ¡Cuántos han sentido la marca en la frente! Pero, ¿lo dirán todos? Hay algunos que no son dignos de esa marca. Pero, aun siendo así, séllalos con ese sello para que el enemigo no se apodere de sus almas.



LA VIRGEN:

Piensa, hija mía, que, aun en el momento de la muerte, -tú lo sabes porque te ha sucedido a ti- estar agonizando y rechazar la luz divina, ¡de Dios!



AMPARO:

¡Que se condenan! Y no, ¡qué no se condenen! Se ríen, y se ríen de todas las cosas tuyas. No los condenes. Aun a todos estos que están aquí delante, que no creen. Tú dales una luz para que crean. Y todos los que hay detrás también; aunque hay muchos que no creen.



EL SEÑOR:

No creerían, hija mía, aunque bajase en este momento lleno de luz, como te he dicho. Cuando esto suceda, bajaré con mi gran poder y mi gran majestad. Juzgaré a cada uno según sus obras.



AMPARO: Pero, no son malos; es que no han tenido quién les hable de Dios.



EL SEÑOR:

Muchos reniegan de la fe de Cristo. Y muchos de ellos están frente a ti, hija mía.



AMPARO : ¿Los podrías señalar?



EL SEÑOR:

No, hija mía; porque mi Corazón todavía rebosa misericordia para ellos.



AMPARO: Pero así se corrigen. Si yo los señalo se corregirían.



EL SEÑOR:

Entre ellos hay una chica, hijos míos. No cree en nada.



AMPARO:

¡Pobrecita, pobrecita! Pero Tú le vas a dar esa luz para que crea. Porque me da mucha pena de ella. Y dentro de ella, a lo mejor tiene alguna cosa..., que cree.



EL SEÑOR:

Pide por todos ellos, hija mía; sigue haciendo sacrificios, pues tus sacrificios valen para la salvación de las almas. Pronto escogeré apóstoles de los últimos tiempos. Verás cómo irán vestidos los apóstoles de los últimos tiempos.



AMPARO:

¡Oh! Pero ese no es uno de aquí abajo. Estoy entre la tierra y el cielo. Pero ese no es de abajo, ¿eh? Ese será el que vendrá el último tiempo. ¡Cómo van vestidos! Con una sotana negra; un cinturón blanco; en la solapa llevan unos broches dorados. Y eso que llevan por encima, ¿como se llama?



EL SEÑOR: Una esclavina.



AMPARO:

¡Ay, una esclavina! Yo no sé qué es eso de una esclavina. Pero también llevan dos broches dorados. Y a lo largo de la sotana caen flecos amarillos. ¡Ay! ¿Qué pone en ese cinturón? Hay tres letras a la derecha y tres a la izquierda. Hay una H, y una D y una M, en el lado derecho. Y en el otro lado una M, una P y una J. ¡Ah!; luego me explicarás lo que es eso. Y los zapatos blancos; y unos sombreros en la cabeza. ¡Qué raros son esos sombreros! Pero parece como si fuesen de pico. No; son redondos... ¡Ay! ; ¿así tendrán que Ir vestidos? Y, ¿donde están esos apóstoles para escogerlos?



EL SEÑOR:

Por eso pido que se purifiquen las almas, para escoger apóstoles de los últimos tiempos.



AMPARO: Y ese que viene ahí, ¿quién es? Porque los demás ¿dónde están? Pero, ¿Elías también? Pero, bueno, pues vaya barba que tiene. ¿Y ese también será uno vestido igual que éstos...? ¿Qué has dicho?



EL SEÑOR:

Sí; y publicarán la doctrina de Cristo de los últimos tiempos. Pues ya sabes, hija mía, que el tiempo se aproxima y los hombres no cambian.



AMPARO:

Alguno habrá cambiado, ¿no? Todos no son... ¡Ay! ¡Perdónalos, Señor! Perdónalos porque no son malos. Pero otros... ¿Qué pasa? Que, ¿qué...? (Palabras ininteligibles porque habla en lengua extraña). Y esos son los que no quieren creer.

Pero yo no quiero decir esto porque sí no, van a decir que soy política; y yo no entiendo de nada; ni de política, ni de unos ni de otros. Yo sólo pido por ellos; pero no entiendo nada, nada. ¡Perdónalos a todos! Ya que los has sellado por el ángel, tienes que perdonarlos. Pero siempre que pidan perdón y que se humillen a un hombre que para ellos es como ellos; pero que es un alma consagrada.



EL SEÑOR:

Muchas almas consagradas no cumplen; pero, ¡pobres almas! Lo que se les avecina.

Pagarán por su pecado, más por el pecado de las almas que han arrastrado hacia el abismo.



AMPARO: Pero también son débiles; ¡perdónalos!



EL SEÑOR: Pero ellas tendrán que dar más cuenta porque son consagradas.



AMPARO: ¡Ah! bueno. Pero los otros también tienen que dar cuenta; no sólo ellos. ¡Ah! ¿Les vas a dar gracias también y los perdonas?



EL SEÑOR:

Pero ya he repetido que el enemigo oscurece sus inteligencias para mostrarles los placeres del mundo.



AMPARO:

¡Ay, pobrecitos también! Pero ya van a pedir perdón también de sus pecados, aunque sean tantos. Pero unos se ayudarán a otros, como nosotros nos estamos ayudando. ¡Ay! ¡Ah! ¡Ay! (Ahora se dirige a la Stma. Virgen). Yo quiero que hicieras una cosa grande para que creyeran. Es que muchos te quieren ver... ¡Ah!



LA VIRGEN: Pocos serán los que vean mi imagen, hija mía.



AMPARO:

Pero alguno habrá, ¿no? ¡Ay! ¡Ay! De que no son dignos..., tampoco yo soy digna. Pero ahí hay otras personas que son mejores. Que te vean. ¡Ay! ¡Permítelo...! ¡Ay!



LA VIRGEN:

Todos aquellos que no han visto mi imagen tendrán mayor premio; porque ya está dicho: "Dichoso el que cree sin ver".



AMPARO: Pero, si te vieran sería mejor. ¡Ay! Que Tú no sabes cuántas personas quisieran verte para convertirse. ¡Y me dejas a mí aquí, sola ante todos! Haz algo. ¡Ah! ¡Ay! Pero, bueno, ¡qué pesada soy! ¿Eh? Pero para mí sería más fácil...



LA VIRGEN:

Claro que sí; para ti sería más fácil; pero las almas, muchas de las que hay

presentes, aun viendo mi imagen no creerían, hija mía.



AMPARO: Bueno, eso de que no creerían... Si te ven, sí que creen. Nada, que no quieres, ¿eh?



LA VIRGEN: Te parece poco la salvación de las almas?



AMPARO :

Pero, si te ven se salvan más. Bueno, pues a ver cuándo lo haces. Hoy los ha sellado el ángel. Pero, ¿cuándo vas a hacer otra cosa más grande?



LA VIRGEN: ¿Más grande que el sello de Cristo, hija mía?



AMPARO:

Ya; pero ni aún con el sello de Cristo dices se van a salvar... Entonces, ¿qué van a hacer? Y el otro, ¿quién es?



LA VIRGEN: Henoch.



AMPARO:

Y ¿quién es Henoch? Pues ¡vaya barbas que tiene! ¡Ay! ¡Ay! Pero no me mandes para abajo todavía. Déjame otro rato para que vea más Cosas... ¡Ay! Estos son... serán... (Palabras en lengua extraña)… Ya estás otra vez. Pues dilo claro para que todos te entiendan. ¡Ay! ¿No se puede decir? Siempre igual, siempre igual. Y el otro que hay a su lado, ¿quién es? Bueno, ¿pero no están muertos? ¡Madre, los misterios que tenéis! A ver cuándo descubrís uno, ¡vamos! Porque por eso la gente no cree. ¿Esos dos bajarán? Bueno, bajarán y morirán. Y luego volverán a resucitar. Entonces será cuándo crean; porque, si no... Aunque hagas muchas cosas no creerán. ¡Ay, qué bien se está aquí! Déjame aquí y no me mandes para abajo. ¡Ay! ¡Ay! Estoy como entre…. El cielo y la tierra. Se ven tan pequeñas... Pero, ¿cuántas hay? ¡Madre mía!



EL SEÑOR:

Pues, por cada Rosario, fíjate las almas que se pueden salvar...



AMPARO: ¡Ay, qué alegría! ¡Qué Rosario tienes! ¡Ay! Pero si es que todo es luz. ¡Ay! Si ese es de tu Madre, ¿no? Porque yo se lo he visto a ella. Y yo os digo que es de oro. Y, si no os gusta el oro, ¿por qué tenéis ese Rosario?



EL SEÑOR: Ya te he dicho de quién es este Rosario, hija mía.



AMPARO: ¡Ah, bueno! ¿Tú besas el suelo? Pero si no hay ahí, en esa parte... ¡Bueno! Pues vamos a besarlo, por la salvación de las almas (Besa el suelo).



LA VIRGEN:

Yo también beso el suelo, aunque los humanos creen que mi Corazón no sufre. Mi Corazón sufre por toda la humanidad; y el Corazón de mi Hijo también está triste porque los hombres no dejan de ofender a Dios.



AMPARO: Pero, ¡qué guapos estáis los dos! ¡Ay, que no crean...! ¡Ay, que cosas tan maravillosas! ¡Ay, ay, qué bonito! ¡Y qué luces, Madre mía! ¿Y eso es un misterio también?



LA VIRGEN:

Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas, ¡las amo tanto...! ¡Y qué mal corresponden a mi amor! Hija mía, este acto de humildad sirve para la salvación de las almas consagradas.



AMPARO: ¡Ay, qué imagen más guapa! Pero no de imagen, ¿Puedo tocarte el pie? ¡Ay, qué frío; ay, qué frío! Pero, ¿donde estáis que estáis tan fríos? Yo quiero besar el pie. Pero también quiero tocar la mano de tu Hijo. Dame que bese el pie; me conformo con el pie de tu Hijo también. Aunque se ría la gente, a mí no me importa. ¡Ay!, pero ¿qué os pasa en el cuerpo que estáis tan fríos? Bueno, pues parece que estáis en el agua; como cuando se seca uno y está frío. ¡Ay! Ese es el misterio, ¿verdad? ¿Tampoco lo descubres? Pues ya está bien con tantos misterios.



LA VIRGEN:

Ya te he dicho que los hombres nunca llegarían a descubrir los misterios de Cristo. Los misterios de Dios son muy ocultos ante los ojos de los hombres. Ni el hombre más sabio del mundo llegará a descubrirlo.



AMPARO:

Yo no digo que te quieren poco; porque aquel día me dijiste que no dijera nunca que te querían poco; porque te queremos mucho. También te voy a pedir una cosa muy especial para un chico que Tú sabes. Pero le tienes que ayudar, porque, sí no, el pobrecito..., ¡cómo está!. ¡Ayúdale y déjame que yo haga por él lo que pueda!

¡Ay; el libro! ¿Hay que escribir más nombres?



LA VIRGEN:

Vas a escribir cuatro. Dos escogidos por ti en recompensa a tu sufrimiento; y dos que yo te mande.



AMPARO:

¡Ay, qué alegría, dejarme escribir dos nombres! Pero, ¿no lo sabrán? Porque, si me ven escribirlo... Y ¿por qué escribo así, de ese lado para acá, si se escribe de la otra forma?



LA VIRGEN: Porque Yo escribía así.



AMPARO: ¿Y todos los demás? ¡Qué alegría! Si no sé escribir... Sé muy poquito. Pero quiero aprender para escribir muchas cosas. Quiero aprender a escribir bien. ¿Tú me dejas que aprenda?



LA VIRGEN:

Mi hijo te escogió así, hija mía. Y, como te escogió sin cultura, sin cultura te quiero. Porque, ¿tú no sabes que se manifiesta a los incultos y a los humildes para confundir a los grandes poderosos?



AMPARO:

Ya; pero, ¿porque ellos no se confundan yo no sé escribir? Yo quiero saber escribir mejor y tengo quién me enseñe.



LA VIRGEN:

¡Ay! No te va a servir para nada el saber leer y escribir bien. Porque mi Hijo

te ha escogido inculta, inculta te quiere.



AMPARO:

Pues, ¡vaya, qué gracia! No quererme dejar aprender. ¡Ay! Podría hacer tantas

cosas... Pero, si Tú no quieres, yo no aprendo... Bueno, ya lo sé. Dímelo para que lo entienda. (La Stma. Virgen habla en idioma desconocido. Amparo entiende y se conforma).

¿Por eso es? Pues entonces, quiero no saber leer ni escribir. ¡Nada; aunque no lo entienda! Te pido por todos; por todos los que están aquí. Ayúdalos a esos que no han recibido todavía esa gracia tuya. ¡Es tan grande recibir tu gracia...! ¡Ay, qué cosa más grande! ¡Ay, como no saben lo que es...!; pero, si lo supieran... ¡Ayúdales! ¡Ay, ay, qué hermosa eres! ¡Aayy! Te lo tengo que decir, que eres muy guapa.



LA VIRGEN:

También te pido, hija mía; pide por el Vicario de Cristo.



AMPARO:

¿Otra vez está el peligro? ¡Ay! Pues entonces seguiremos pidiendo. Y por otros que también lo necesitan, ¿eh? Porque no quieren hacer lo que Tú pides: ¡LA CAPILLA! ¿Quién lo tiene que decir? Pues por él también te pido. ¡Ah, ese! Pero no lo digas, porque si no, van corriendo a por él. Yo no sé quién es el que tiene que autorizarlo. (Pronuncia la Virgen palabras extrañas).

Bueno, pues, como lo sé ya... Pero no se lo digas fuerte a nadie y con las palabras que se entiendan; porque, sino, se lo cargan. ¡Ay! Y es bueno él; porque es muy bueno; ya lo sabes Tú. Porque Tú lo has dicho en una ocasión que era muy amante de la Virgen. Y, si es amante de la Virgen, no puede ser malo. Por eso, que todo se arregle como pueda ser; pero que sea por las buenas.

¡Ay! ¿Vas a bendecir los objetos? Pues vamos a levantarlos todos. Y éstos ¿tendrán gracias especiales? Anda; dales gracias especiales para que se conviertan.



LA VIRGEN:

Levantad todos los objetos..



AMPARO:

¡Ah, ah, ay! Todos han sido bendecidos. Verás cómo se convierten. Y bendice a este chico que te he pedido especial, para que haga lo que le he dicho, ¿eh? Bueno, Tú ya sabes quién es. Si quieres te digo la primera letra y la última la del apellido. Empieza con B; y el apellido termina..., no termina, no; empieza con P. ¿Ya sabes quién es? ¡Ay, ay! Ya lo sé que le quieres. Anda, que, si lo metieras en un convento... Eso sí que sería bueno, ¿eh? ¡Cuántas almas salvaría!

Bueno, yo ya no te voy a pedir más. No más que, que nos bendiga tu Hijo. Pero a ver como lo hace ¿eh? Que lo estoy viendo lo que va a hacer.



EL SEÑOR:

Os bendigo como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.



AMPARO:

¡Ay! Ya lo ha hecho otra vez. ¡Vaya lío!, ¡Vaya lío! ¡Vaya lío...! ¡Ay! Ya te he dicho que no hagas esa cruz. Que hagas la otra. Porque con ésta va a ver un lío, y bien gordo.



EL SEÑOR:

Pero ahora bendecirá mi Madre con la cruz de la Iglesia, porque por eso es Madre de la Iglesia.



AMPARO: ¡Ay, qué alegría! Bendícenos a todos.



LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Sed humildes, hijos míos, que el tiempo se aproxima. Poneos a bien con Dios. Adiós, hijos míos, ¡adiós!".





MENSAJE DEL DÍA 9 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

"Hoy va a ser muy corto el mensaje, hija mía, sólo te pido, que seas astuta, y que las pruebas empiezan en este momento. Sé fuerte, hija mía, ¡muy fuerte!



AMPARO: ¡Ay!, si no puedo resistir esto que me pasa.



LA VIRGEN:

Te advierto, hija mía, y te lo vuelvo a repetir, que ahora es cuando empiezan las pruebas, y estas pruebas serán duras.



AMPARO: ¿Dónde, qué van a ser? ¡Duras!



LA VIRGEN:

Ya lo irás viendo, hija mía, a lo largo de este camino. ¡No seas cobarde!



AMPARO: ¡Tengo mucho miedo!



LA VIRGEN:

Aunque te calumnien, aunque te llamen loca, sé fuerte y no niegues el nombre de Cristo; no niegues mi nombre, piensa que están intentando destruir mi obra.



AMPARO: ¡Ay!, ¡ay! ¿Qué puedo yo hacer, para que no la destruyan?



LA VIRGEN:

Sé, sé humilde, y obediente, hija mía, que la obra de Dios, no podrán destruirla. Esto ha sucedido a lo largo de la historia, hija mía, han intentado hacer desaparecer mi nombre, en muchos lugares. Lo han conseguido, hija mía, pero ahí está, y de esto cada uno tendrá que ser responsable de sus propios actos.



AMPARO: ¡No quiero que se destruya! ¡Tú haz algo para que no se destruya!



LA VIRGEN:

Sois vosotros, hijos míos, los que tenéis que ser fuertes y tener valor.



AMPARO:

¡Qué bien! Se dice todo muy bien; pero ¡hay que pasarlo! Ayúdanos Tú y con tu ayuda podremos.



LA VIRGEN: Esa es la prueba, hija mía.



AMPARO : Pues, ¡vaya prueba! No quiero esa prueba.



LA VIRGEN:

¡Cuánto han sufrido, hija mía, muchas personas escogidas de mi Hijo, cuánto han sufrido! Hasta por sus propios hermanos. Sufrieron y fueron fuertes hasta la muerte.

¡Cuántas gracias estoy derramando, hija mía, y qué pocos las recogen! Hoy derramo gracias sobre todos los aquí presentes, porque es un día importante para ti.



AMPARO: Pues todos los días son importantes, no sólo hoy.



LA VIRGEN:

Pero es que por medio del Espíritu Santo, se pueden convertir muchas almas aún en la agonía, hija mía. No sufras, por estas almas que crees que no han comunicado la Luz Divina, porque el Espíritu Santo desde ese momento les ha dado la luz para morir en gracia de Dios.



AMPARO: ¡Ay qué alegría! ¡Ay, pues a mí no me hizo caso!



LA VIRGEN:

El Espíritu Santo está entre vosotros, hijos míos, para prepararos para cuando llegue el tiempo, que Cristo, venga resplandeciente, en una nube, con su Poder, y su gran Majestad, hija mía.



AMPARO:

Ayúdanos, todos, aunque todos te queremos mucho. Yo cuento todos porque aunque muchos no te quieren, pero yo los cuento también. ¡Ay Madre mía! ¡Ay, si supieran lo que hay ahí arriba...!

¡Ay Madre mía! Ni estoy arriba ni estoy abajo. ¡Ay qué pena, de esas almas que no quieren saber nada de Ti! Pero se salvarán muchos ¿no?



LA VIRGEN:

En ese momento, hija mía, muchos serán los llamados, y pocos los escogidos.



AMPARO: ¡Ay! Tú escoge a muchos.



LA VIRGEN:

Verán derrumbarse las montañas, y estrellarse los astros sobre la tierra, y sólo que del terror morirán. Ya lo tengo todo dicho, hijos míos:

ORACION Y SACRIFICIO, PARA PODER ALCANZAR LAS MORADAS.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Por todos los pecados del mundo, hija mía. Por las almas consagradas vuelve a besar el suelo.

Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las almas.



AMPARO:

Pues entonces, ¿cuántas almas se tienen que salvar, por estar todo el día besando el suelo? ¡Ay! Pero aunque estén en pecado ¿se salvan? ¿Reciben la gracia para salvarse?, y sirve esto mucho ¿verdad? Pues ya sabéis, lo que voy a hacer todos los días, que lo estoy haciendo; pero, besar, en un sitio más sucio, tiene más importancia. ¡No te quiero decir lo que beso, si se salvan más almas Madre mía, qué glória! ¡Ay qué alegría!; pues les diré a todos que besen mucho el suelo,

para que se salven muchas almas; pero para que les dé la luz, para confesar ¿verdad?, porque ¿sabes lo que dicen?, que confiesan sólo, y que comulgan, sólo por la salvación de las almas, ¿verdad? ¡ Ay, Madre mía!, ¡cuánta gloria!, ¡ay! Pero, ¡Madre mía, qué gloria más grande!

Pues bendícenos. ¿Nos vas a dar la bendición?



LA VIRGEN:

Hijos míos, sed fuertes y no seáis cobardes, pues los cobardes, son los que crucificaron a Cristo.



AMPARO:

¡Ay! Yo no quiero ser cobarde; yo quiero ser fuerte; yo con tu ayuda quiero ser fuerte.

LA VIRGEN:

LO QUE OS PIDO, HIJOS MÍOS, QUE SEAIS FUERTES CUANDO VEAIS

LAS PRUEBAS, PORQUE NO HABEIS PROBADO TODAVÍA LAS PRUEBAS.

¡AHORA EMPIEZAN, HIJA MÍA!



AMPARO: Pero ¿qué empieza?, ¿qué va a empezar?



LA VIRGEN:

La persecución, hija mía. Piensa, que a mis discípulos, y los discípulos de Cristo, hijo los perseguían por todas las partes, y ¿quién entregó a Cristo a la muerte? ¿Sabes quién entregó a Cristo a la muerte?



AMPARO: Todos, todos.



LA VIRGEN:

Pero especialmente... (continúa la Stma. Virgen en idioma celestial).



AMPARO:

Pero bueno, pues entonces, si que vamos a salvar bien a las almas; pero fueron ellos y nosotros también. Bueno yo no, porque no estaba, pero los que estaban sí.



LA VIRGEN:

Pero ellos pusieron el primer voto, para que le crucificasen. Por eso te pido: pide mucho, hija mía, por mis almas consagradas. Pide que sean puras, humildes y sacrificadas. Y os repito hijos míos, QUE SEAIS FUERTES, CUANDO OS QUIERA ATACAR EL ENEMIGO. Seguid cumpliendo lo que vuestra Madre os ha pedido; seguid rezando el santo Rosario. Que no pase en este lugar lo que hace muchos años sucedió.

Os voy a bendecir los objetos, hijos míos. Tendrán gracias especiales, para LA SALVACION DE LAS ALMAS AUN EN LOS MORIBUNDOS.

Levantad todos los objetos. Todos han sido bendecidos, hijos míos. Y ahora os voy a dar mi santa bendición a todos vosotros:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.

Sé fuerte, hija mía, y sé humilde.





MENSAJE DEL DÍA 10 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



AMPARO:

¡Ay qué luz, qué luz, ay qué luz, ay qué luz! ¡Ay! ¿Qué es eso? ¡Ay, lo que estoy viendo!



LA VIRGEN:

"Hijos míos, os voy a pedir humildad desde el principio, y voy a terminar pidiéndoos humildad. Todos aquellos que queráis estar los primeros, poneos siempre los últimos, hijos míos. También quiero que imitéis a los niños. Haceos niños, hijos míos, para que podáis entrar en el reino del cielo. Pensad, que los últimos serán los primeros. Tú, hija mía, hazte pequeña, pequeña, para que luego seas grande, muy grande. También te advertí hija mía, que fueses prudente; piensa, que hay lobos forrados con piel de oveja; y lo que es verdad dirán que es mentira, y lo que es mentira dirán que es verdad.

Os pido, hijos míos, que publiquéis el Evangelio por todas las partes del mundo, porque vosotros también sois hijos de Dios. Todos, todos tenéis una obligación de publicar el santo Evangelio.

También te digo, hija mía; hijos míos, sed humildes muy humildes, porque sin humildad no podéis conseguir el cielo.

Y tú, hija mía, sé muy prudente, porque por una imprudencia se pueden destruir las cosas de Dios; pero ¡pobre de aquél que destruya mi obra!

Y haceos niños, hijos míos, porque haciéndoos niños, conseguiréis llegar a la primera morada.

Que la luz del Espíritu Santo, en estos momentos os ilumine a todos los aquí presentes.

¡TODOS HABEIS RECIBIDO, LA LUZ DIVINA DEL ESPIRITU SANTO, HIJOS MÍOS!

Sed fuertes, y cuando el enemigo intente destruir esta obra, vosotros estad alerta, hijos míos, y haced lo que os pido: SEGUID VINIENDO A REZAR EL SANTO ROSARIO.

¡Pobres almas, hija mía! El enemigo les muestra los placeres del mundo, los ha introducido en el mundo, para gozar de esos placeres. Por eso, hijos míos os pido que pidáis por las almas consagradas. ¡Pobres almas! Mi Corazón se destroza de dolor por ellas, y ¡qué mal corresponden muchas de ellas a este amor!

todos sois responsables, hijos míos, pero las almas consagradas son más responsables, porque están clamando al cielo venganza. La venganza será terrible.



AMPARO:

Yo te pido por ellas. Yo te pido por ellas. ¡Si no lo creen, ellos son los primeros que no lo creen!, pero yo te pido que los perdones.



LA VIRGEN:

¡Ay de aquél que destruya mi obra! Digo en esto como dijo mi Hijo en otros momentos: "Todo aquél que dé escándalo, y que dé lugar a escándalo delante de un niño, más le valiera no haber nacido, que le cuelguen una piedra de molino y le arrojen al mar, y que se lo coman los peces".



AMPARO:

¡Ay, ay, ay! Yo te pido por todos. Si los sellas a todos se salvarán. Quiero que un día digas que vuelves a sellar y vengan todos, pero que no se condenen.



LA VIRGEN:

¡Cuántos gritarán, hija mía, en un momento en el que no haya remedio, que la puerta estrecha esté cerrada, porque les ha gustado irse por los caminos anchos de placeres!



AMPARO:

Pero Tú los perdonas porque yo, si quieres, hago lo que Tú quieras; pero para que os perdones; y todo esto que Tú dices que lo cumplan, y vayan por los pueblos publicando el Evangelio. Pero es que las mujeres no pueden ir a publicar el Evangelio, porque tienen que ser curas.



LA VIRGEN:

No, hija mía, todos Sois hijos de Dios, y todo el que es hijo de Dios, puede coger es el libro y predicar el Evangelio por todas las partes del mundo, y cuando el Evangelio esté extendido, por todas esas partes que aún no conocen la palabra de Dios, entonces, será la tribulación, hija mía, y vendrá el gran castigo.



AMPARO:

Pero es que los que van con esa Biblia por los pueblos también esos ¿cómo son?. No son de tu religión.



LA VIRGEN:

Yo no os pido que vayáis de dos en dos. Tened cuidado de esos que van de dos en dos, y de puerta en puerta; van publicando doctrinas falsas.



AMPARO: Pues, ¿de cuántos en cuántos tenemos que ir?



LA VIRGEN:

De grupo en grupo, da lo mismo que sean cinco, que sean seis, pero ir de grupo en grupo, y no tengáis miedo a publicar el Evangelio. Si os echan del pueblo seguid adelante no volváis la vista atrás.



AMPARO:

Que bien, o sea ¿qué no les podemos decir a los que nos echen que se salven?



LA VIRGEN: Os sacudís el polvo, hijos míos.



AMPARO:

¡Ay! pues eso no se puede hacer, hay que ayudarlos a todos.



LA VIRGEN:

Pero si no quieren escuchar la palabra de Dios... ¡Pobres almas, hija mía!



AMPARO:

¡Ay! Haz algo, haz una cosa; yo tengo ganas de que hagas una cosa grande, porque para mí... ¡es tan difícil esto!... Hazlo, para que te vean.



LA VIRGEN:

Te parece poco las gracias que estoy derramando, hija mía. Mi Corazón Inmaculado está derramando gracias, por toda la humanidad, y para toda la humanidad; pero la humanidad está vacía.



AMPARO:

¡Ay! ¡Que no está vacía, que muchos te quieren, te quieren mucho! Lo que algunos..., ¡pobrecitos, que no tienen quién les hable de Dios!



LA VIRGEN:

No hay condena para los ignorantes, hija mía, para esos no hay condena, sino para los que conocen a Cristo y lo niegan.



AMPARO:

Bueno, pues perdónalos, y otra vez los vuelves a sellar, para darles esa gracia.



LA VIRGEN:

¡Cuántos, cuántos, han visto mi imagen en el sol, hija mía, y, sin embargo, achacan a un fenómeno que no es, que no es nada natural, a un fenómeno natural! No es posible ver la imagen de Cristo, ni la imagen de vuestra Madre, grabada en el sol, siendo un

fenómeno natural, porque es un fenómeno sobrenatural. Ya te he dicho que ni los grandes científicos podrán descubrir los misterios del cielo.



AMPARO :

Bueno, pues yo te pido que los perdones; y yo hago lo que Tú quieras; pero perdónalos a todos, a los sacerdotes también, porque, porque si no los hubieras hecho de carne..., pero son de carne también. ¡Perdónalos! ¿Me prometes que los vas a perdonar?



LA VIRGEN:

Yo les doy la gracia, hija mía, pero el Padre Eterno es el que perdona, porque Él es quien hará el Juicio Final.



AMPARO:

¡Ay!, pues se lo dices al Padre Eterno, y el Padre Eterno es bueno, y los perdona a todos, en ese momento, cuando llegue el castigo, pues entonces, ellos que reciban la luz para pedir

perdón. (Amparo cambia el llanto en gozo ante la visión que se le Presenta):

¡Ay, ay, qué bonito! ¡Ay ese que tiene ese libro! ¡Ay, ay, ay! ¿Ese fue también mártir? ¡Ah! Pues yo quiero ser mártir, ¿eh? Para estar con él ahí a tu lado. Y ese libro que lleva ¿qué es? ¿Los Evangelios de Cristo? Yo quiero también publicar los Evangelios, pero no sé, pero de palabra lo publicaré. ¡Te lo prometo! Pero Tú perdónalos a todos. ¡Ay! ¿Ese fue quién le mató?, y, ¿está ahí? Pero si está muerto ¿cómo está ahí? ¡Ay, ay, está lleno de luz! ¿San Juan?, pero, ¿qué San Juan? ¡Ah! ¿también publicó el Evangelio? Pues entonces todos vamos a empezar a publicarlo, para que nos veamos ahí con ese que está ahí a tu lado. ¡Déjame otro poquito, que ni estoy a tu lado ni estoy abajo!



LA VIRGEN:

LA LUZ DEL ESPIRITU SANTO, HIJOS MÍOS, OS ILUMINARA, PARA QUE PUBLIQUEIS EL EVANGELIO POR TODAS LAS PARTES DEL MUNDO. ESTA LUZ DIVINA, VIENE DE LA ENERGÍA DIVINA DE DIOS.



AMPARO: ¡Ay! Pues, ¡qué energía más grande tiene! ¡Ay, qué luz, qué luz, ay, qué luz, ay, ay, ay! Esa luz tan grande ¿de dónde viene? ¡Ay, la luz!...



LA VIRGEN:

La luz del Espíritu Santo. Todos, hijos míos, habéis recibido, la energía Divina del Espíritu Santo. Corresponded, a esta maravilla, hijos míos.



AMPARO: Corresponderemos todos. ¡Te lo prometo yo por todos ellos!



LA VIRGEN:

Besa el suelo, hija mía, por las almas consagradas. Por las almas consagradas, hija mía, ¡las ama tanto mi Corazón! ¡Pobres almas! Se dejan engañar por el enemigo, para sellarlos y apoderarse de sus almas.



AMPARO:

¡No los selle, que no los selle, no lo permitas Tú que los selle, que sé cuantos números son! Con esos tres seises ¿no? No los selle, ten misericordia de todos, Madre mía, te lo pido; dales, dales más tiempo; verás como son todos buenos, y si Tú hicieras aquí una gran cosa, mejor sería. ¡Perdónalos!



LA VIRGEN:

Todos los ojos no pueden ver, hija mía, ya me verá todo aquél que se haga niño, para poder alcanzar las moradas. Ya me verán resplandeciente en el cielo.



AMPARO: ¡Ay, qué bien! Pero es que todos..., no creas que es fácil salvarse ¿eh?

¿Otra vez quieres que bese el suelo? Pues, venga, lo voy a besar. Ahora ¿por quién lo ofrecemos?



LA VIRGEN:

Por todos los pecadores del mundo, por todos, hija mía, sin distinción de razas (Amparo besa el suelo...) Por todos, hija mía, sin distinción de razas. Todos son mis hijos, y una buena madre, quiere a todos sus hijos igual, hija mía. Soy vuestra Madre ya lo sabéis, mi Hijo lo ha dicho, lo dejó dicho en la cruz.



AMPARO: ¡Ay! Pero dilo de otra forma, ¡ay, yo lo digo también!



LA VIRGEN:

Lo dejó dicho en la cruz, hijos míos: "Ahí os dejo a mi Madre, por Madre vuestra, por Madre de toda la humanidad".



AMPARO:

¡Ay, bueno! Pero lo que tengas que decir dilo que yo lo pueda entender, y todos los que están aquí lo puedan entender.



LA VIRGEN: Hay misterios que no se pueden revelar a los humanos.



AMPARO:

Pues entonces, a ver, a mí tampoco me los digas porque yo no los quiero saber porque luego, a ver como los guardo yo.



LA VIRGEN:

Mi Hijo te da una gran capacidad, para no revelar los misterios del cielo.



AMPARO:

Pues dímelo como quieras. (habla la Stma. Virgen en idioma celestial). ¡Ay! ¿Tan poco? ¡Ay! ¿Tan poco tiempo? Aunque yo quiero cuanto antes mejor ¿sabes? Pero ya no es por mí; y los que no estén en gracia ¿qué? Yo te pido por todos ellos, por todos; así que me lo tienes que conceder, porque yo no quiero que se condenen tantas almas, porque si Dios es misericordioso ¿porqué va a hacer esto?



LA VIRGEN:

El castigo terreno lo podéis evitar con la oración y con el sacrificio, pero el castigo divino del cielo, nadie podrá evitarlo, hija mía, ni aún lo sabe el Hijo del Padre que es Jesucristo; sólo el Padre lo sabe, ni los ángeles del cielo..



AMPARO:

Pues, ¡vaya! mira que no decírselo a Jesús. ¡Ay!, Sí El no va a decir nada.



LA VIRGEN:

Está escrito, ni el Hijo del Hombre sabrá, el castigo que vendrá sobre la tierra. No será agua, hijos míos, esta vez será fuego, y será producido, por un astro, que se estrellará sobre la tierra.

(Amparo sollozando pregunta). Pero ¿lo vamos a sentir?



LA VIRGEN:

Todos aquellos que estén en gracia de Dios, no les afectará absolutamente nada; se quedaran como en un éxtasis, hija mía. Procurad estar a la derecha del Padre, para poder salvar vuestras almas.



AMPARO:

¡Uy!, pues ya procuraremos estar a la derecha, ya se lo diré yo a todos; pero es que no me van a hacer caso.

Yo quiero, ya no te voy a pedir más porque soy muy pesada, pero te voy a pedir que selles a muchos, a muchos de los que no has sellado antes. ¡Ay! pero los que están sellados no, pero sella a los otros...

¡Ay! El ángel va a sellarlos... ¡Ay qué alegría! ¡Ay, a los que no estaban sellados los ha sellado! Tienen una protección, ¡ay, qué alegría más grande, ay, ay, ay! ¡Que alegría! Ahora voy a besar yo el suelo, pero para darte las gracias, y de alegría... ¡Ay, qué grande eres Madre mía! ¡Qué grande eres!... ¡Y que los hombres no crean en Ti...! ¡Ay, qué pena! Con lo guapa que eres... ¡Ay, qué cosa más guapa! ¿Me dejas que bese el pie? No me digas que voy a ser otra vez pesada, me conformo con besar el primer dedo. ¡Ay, gracias, gracias Madre mía! Te prometo ser mejor cada día, aunque también soy mala, ¿eh?

¡Ay, qué soberbia soy! ¡Ay! ¿Nos vas a bendecir?



LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos, ¡adiós!"





MENSAJE DEL DÍA 14 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

"Hija mía, es una fecha muy importante para olvidarla. No quiero que olvidéis esta fecha tan importante. En esta misma fecha hice mi presencia en este lugar y te pedí, hija mía, que viniesen de todas las partes del mundo a rezar el santo Rosario, y que todo aquél que viniese a este lugar, sería bendecido con una cruz, también sería marcado en la frente, muchos de ellos serían marcados, pero otros serían bendecidos.

También pedí que en este lugar hiciesen una capilla en honor a mi nombre, y que se viniese de todos los lugares del mundo a meditar la pasión de Cristo. Está muy olvidada, hija mía. No quiero que os olvidéis de esta fecha tan importante. Os pido, hijos míos, sacrificio y oración para poder salvar vuestras almas.



AMPARO:

¡Ay qué alegría! ¡Ay! No he olvidado esta fecha. Sé que es una fecha muy importante.



LA VIRGEN:

Sí, hija mía. Seguid rezando el santo Rosario, no seáis cobardes y no os dejéis engañar por la astucia del enemigo. Llegará un momento en que lleguen a prohibir rezar el santo Rosario, pero Yo he dicho en otras ocasiones, que si no me manifiesto dentro, me manifestaré fuera, hijos míos, pero sed fuertes y no dejéis de frecuentar este lugar.



AMPARO: Madre mía, yo vendré aquí, no quiero que lo quiten.



LA VIRGEN:

Tú tienes que ser obediente, hija mía, y tú debes obediencia, pero que nadie deje de venir a rezar el santo Rosario.

Ya te he dicho que están empezando grandes pruebas, y ahora empiezan, hija mía. Con humildad, hija mía, y con sacrificio se alcanzará todo. Yo pondré también mis manos en esa obra, en esta obra de mi parte.

Besa cl suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo, en reparación de todos los pecados del mundo, hija mía.

Piensa que el enemigo quiere destruir mi obra y en otros lugares ha sido destruida, hija mía, han hecho desaparecer mi nombre.



AMPARO: No quiero, pero ayúdanos Tú, ¡ayúdanos! Aunque me lo prohiban a mí, yo no vengo, pero que vengan los demás.



LA VIRGEN: Ahora vienen las pruebas duras, hija mía.



AMPARO: Madre mía, ayúdanos Tú.



LA VIRGEN: Te dije, hija mía, que fueses directamente al Obispo.



AMPARO: ¿Cómo voy a ir si no puedo? Yo no puedo ir.



LA VIRGEN: Porque el Obispo, hija mía, es una buena alma consagrada.



AMPARO:

No puedo, hay otros delante. Ayúdanos Tú; si nos ayudas Tú iremos a todos los sitios; no puedo sola, a mí no me importa sufrir, pero es que yo no puedo hacerlo sola. Ya sé que hace mucho tiempo que lo has pedido, pero, ¿qué hago yo?, no puedo nada más que rezar, Tú tienes que poner lo demás. Ayúdanos Madre mía, ayúdanos, y nosotros también te corresponderemos.

¿No puedes quedarte ahí? Yo quiero que me lleves de aquí, ¡yo quiero que me lleves de aquí, porque no puedo estar sola más! En las moradas ¡se está tan bien! ¡No puedo más!



LA VIRGEN:

Hija mía, hija mía, el tiempo se aproxima, y tu tiempo también se aproxima.



AMPARO:

Pero, ¿cuándo?, ¿cuándo? porque yo no puedo más. Yo me encuentro mal, yo quiero ser fuerte, y te ayudaré, pero Tú también ayúdanos a nosotros, porque nosotros no podemos hacer nada sin Ti.

¡No nos des esta prueba!, porque ¡vaya prueba! ¡Ay, Madre! se ve no sé qué, ¡se está tan bien aquí!, pero ¿es que no puede ser dejarme aquí para siempre? Yo no quiero volver a ese sitio más, ¡ayúdame! ¡no me vuelvas otra vez a ese sitio! No, no quiero ser soberbia; pero es que Tú no sabes lo que es estar ahí abajo.



LA VIRGEN:

Ya te dije, hija mía, que vendrían las persecuciones, y a los discípulos de Cristo los perseguían por hablar de Cristo, y a Cristo le calumniaban, le llamaban "el vagabundo", "el endemoniado". No seas soberbia, hija mía, porque no es más el discípulo que su Maestro.



AMPARO:

Yo no quiero ser más que el Señor, pero el Señor es que era Hijo de Dios y yo, ¿de quién soy hija? Yo soy hija de una persona humana.



LA VIRGEN: El también fue Hijo de un ser humano.



AMPARO: Sí, pero Él tenía a Dios y yo, ¿a quién tengo? ¿eh? Yo estoy sola.



LA VIRGEN:

Ya te he dicho muchas veces, que si está Dios contigo, ¿a quién puedes temer?



AMPARO:

Sí, claro, pero ahí abajo... Tú no sabes lo que hay abajo. Bueno, yo te pido perdón por si he sido soberbia, pero es que yo no puedo mucho, no puedo más. Yo sé que soy soberbia y que soy mala, pero yo no quiero bajar ahí abajo más.



LA VIRGEN: Tu misión no está cumplida, hija mía.



AMPARO: ¡Ay! Pues, ¿hasta cuando?



LA VIRGEN: Porque todavía no estás terminada de pulir.



AMPARO:

¡Ay! pues ¡ya está bien! ¿hasta cuando voy a estar así?

Bueno, Madre mía, Tú que eres tan buena, ayúdanos a hacer las cosas que quieres, porque sin tu ayuda no podemos hacer nada, ayúdanos.

¡Ay, qué guapa eres! ¿Nos vas a bendecir? ¿eh?



LA VIRGEN: Es una fecha muy importante para que os olvidéis de Dios.



AMPARO: ¡Ay, que alegría!



LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el

Espíritu Santo.



AMPARO:

¡Ay, bendícenos los objetos!, pero hazlo porque es un día muy importante, ¿vas a bendecirlos todos? ¡Anda, hazlo!, porque sirven para salvar muchas almas, ya sabes Tú que se han salvado muchas almas con estos objetos, ¡anda! ¡Bendícelos!



LA VIRGEN:

También voy a concederte esta gracia, hija mía. Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos... Todos han sido bendecidos con gracias especiales, hijos míos.



AMPARO: ¡Ay! ¡Ay, qué maravilla! ¡Ay, qué grande! ¡Ay! ¡Ay! ¡Venga! Todos lo verán; pero, ¡qué pocos creerán!



LA VIRGEN: Adiós, hijos míos. ¡Adiós!".





MENSAJE DEL DÍA 16 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

"Hijos míos, voy a empezar por la penitencia con sacrificio y con oración. ¡Cuántos, cuántos de los aquí presentes todavía no habéis hecho estas tres cosas, hijos míos!

También os pido el sacramento de la Eucaristía. Pero antes id al sacramento de la confesión.

No miréis las faltas del sacerdote, porque el sacerdote se quedó en el puesto de los Apóstoles. Mirad a Cristo en ellos. No miréis sus faltas, porque ellos cuando se presenten ante el Padre, les pedirá cuentas, hijos míos. Nosotros no tenemos que juzgar a nadie. Por eso os pido que no juzguéis, y así, no seréis juzgados, hijos míos. Pensad que al sacerdote ni aun los ángeles pueden reemplazarle, hijos míos. ¡Ni aun la Madre de Dios!

Nadie, nadie podrá reemplazar al sacerdote; ni aun vuestra Madre, hijos míos, ¡la Madre de Dios! Mirad a Cristo en la Misa; no miréis al sacerdote, porque en el sacrificio diariamente de la Misa está Cristo. Por eso os pido, hijos míos, que esas almas que se dejan engañar por la astucia del enemigo darán cuenta a Dios Padre cuando sé presenten ante Él.

También pido, hijos míos, que hagáis un poco de sacrificio. Pensad que Cristo murió por vosotros. Por eso Yo creo que podéis hacer un poco de sacrificio por Él. También pido, hijos míos, humildad, porque, sin humildad no alcanzaréis las moradas.

Os sigo repitiendo que publiquéis el Evangelio por todos los rincones de la tierra; ¡por todos! Esa es la sal del Evangelio.

Para todos aquellos que están engañados por la astucia del enemigo que les hace creer en otras doctrinas que no son la católica, de Cristo ¡pobres almas, hija mía! ¡pobres almas! Porque Yo no pido cuenta a aquel que no me conoce; sino al que me Conoce y me desprecia.

En acto de humildad, hija mía, besa el suelo por la conversión de todos los pecadores. Por la conversión de todos los pecadores del mundo, hijos míos, sacrificio acompañado de oración. Sed fuertes, hijos míos, porque las pruebas están empezando. Pero no reneguéis nunca de la palabra de Cristo. Pensad que el que niegue a Cristo en la tierra, el Padre celestial le negará en el cielo ante sus ángeles.

Tú, hija mía, te pido humildad. Piensa que te dio mi Hijo gancho para salvar almas; pero, sin humildad, no podrás salvar las almas. Tienes que ser ejemplo de humildad. Piensa que la soberbia es el mayor pecado del mundo. El que conduce a todos los pecados contra los Diez Mandamientos, hija mía.

Mi Corazón está triste, muy triste, hija mía, de ver que los hombres no cambian. Mi Corazón quisiera que se salvara toda la humanidad; pero la salvación no depende de Mí; depende de cada uno de vosotros.



AMPARO:

¡Ay, Madre! ¡Ay, qué cara, qué cara más guapa! ¡Ay! Ayúdanos a ser buenos, porque, sin tu ayuda, no podemos hacer nada. Pídele a tu Hijo, para que tu Hijo le pida al Padre, para que nos dé gracias para poder arrepentirnos.



LA VIRGEN:

¡Ay de aquéllos que creen que no hay infierno, hijos míos! Existen varias partes de cielo y varias partes de infierno. Por eso vosotros tenéis que ganaros la morada con vuestros sacrificios, hijos míos. Pensad que hay que Seguir a Cristo, coger la cruz y seguirle. Esta es la única forma de que os salvéis, hijos míos. Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas, ¡pobres almas! Las ama tanto mi Corazón... Y ¡qué mal corresponden muchos a ese amor! Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las almas consagradas.

Haced sacrificio, hijos míos, haced penitencia, pedid por aquellos que no piden, amad por aquellos que no aman y haced penitencia por los que no la hacen.

Pedid al Padre Eterno, que El os ayudará a salvaros, hijos míos. El Padre Eterno está olvidado. ¡Y pensad que es el Juez que os va a juzgar! Es misericordioso y lleno de amor, hijos míos. Pero es un Juez muy severo y os juzgará según vuestras obras.

Mi Corazón sigue rodeado de espinas, hija mía. Estas espinas son por esas almas que no escuchan la palabra de Dios.

Mi Hijo está muy triste cuando ve que desprecian a su Madre. Ya te he dicho muchas veces que, si un hijo bueno quiere mucho a su madre, no le gusta que la maltraten, que la desprecien y la calumnien. Por eso mi Hijo va a descargar su ira acompañado del Padre, de un momento a otro. Piensa, hija mía, que vendrá con su gran poder y su gran majestad en una nube.

Os dije, hija mía, que os fijéis en los astros y en la luna. Cuando la luna empiece a enrojecer, y los astros dejen su brillo natural..., será espantoso, hijos míos. El castigo será espantoso. Pero esas almas que han cumplido con el Evangelio de Cristo, con los Diez Mandamientos..., ¡será un paraíso eterno, hijos míos! Uno de los paraísos que tiene el Padre Eterno preparado para vosotros.



AMPARO: ¡Qué grande es eso...! ¡Ay, ay! Pero, ¿cuántas moradas hay...?



LA VIRGEN:

Muchas, hija mía, muchas moradas porque mi Hijo subió al Padre para preparar las moradas; y ya están casi todas preparadas.

Hijos míos, sacrificio, sacrificio y oración. Y confesad vuestras culpas, hijos míos. No lo dejéis más tiempo, que la muerte llega como el ladrón, sin avisar. Estad preparados, hijos míos.



AMPARO: ¿Nos bendices? Bendícenos, ¿y nos bendices los objetos? ¡Ay...!



LA VIRGEN:

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos con gracias especiales para la salvación de vuestra alma... Todos han sido bendecidos, hijos míos, voy a dar mi santa bendición.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos, ¡adiós...!"



(Sigue el rezo del tercer y cuarto misterio de gloría del santo Rosario. Terminada la meditación antecedente al quinto misterio, se reproducen los fenómenos solares. Se oye gran vocerío de la gente que admira tales fenómenos, los ayes de Amparo misteriosamente quemada. Seguimos fielmente la cinta grabada. En el "Santa María" de la tercera Avemaría se oye decir:

Y todos son iguales. En el "Bendita Tu eres entre las mujeres" de la cuarta intercala:

Los cuatro. En el "Santa María" de esta cuarta Avemaría se le oye:

Los cuatro (palabra que no se entiende), los cuatro caballos... Después del "contigo" de la quinta Avemaría suspira un Profundo:

¡Ayyy!

Al fin del séptimo "Santa María" se percibe:

¡Ay! El negro...

En el octavo "Santa María" Pregunta:

Y esos que los montan, ¿quién son? Ve ahí, esos son los ángeles del Apocali..., ¡bueno!...

Durante el noveno "Santa María" expresa extrañeza:

Pero hay muchos. ¿Que los ven...? ¡Que los vean todos...! ¡Ay!...



Todavía reza otras dos Avemarías semienajenada, con lenta dificultad. En la duodecima, en el "Santa. María" se le oye:

¡Madre mía! ¿Cómo son...?

Dichos "Gloria" y "Ave, María Purísima"..., parece decir:



¡Toma! Si les digo que miren, van a decir que se les quema... Pues que miren "pa" que quieran. ¡Ay! Esta es color de rosa; esta es rosa; en este momento rosa. ¡Ay! Está dando vueltas en este momento. ¡Ay! Pero es que ¡Lem...! ¿Y si se les quema? ¡Que no lo miren! ¡Ay, ahora está azul! ¡Aaay! (Palabras en lengua extraña) ¡Ay, Madre mía! ¡La rosa otra vez! ¡Rosa...! ¡Ah! Está azul y rosa. Y el amarillo en la otra parte. Eso no es una cosa de la tierra; es del cielo. ¡Ay! ¡Como da vueltas! Pues, si tenemos que dar nosotros tantas vueltas "pa" llegar allí... ¡Oh! ¡Ah! ¡Qué rosa! ¡Huy, qué rosa es! ¡Ah, ah, ayyy! ¡Cuántos hay! Los caballos y los ángeles. ¡Azul, azul!

Y están los cuatro caballos en el "aparecer" ¡El blanco! Es el blanco, ¡Blanco! ¿Por dónde se va el amarillo...? ¡Huy, huy...! Si eso es la muerte ¡Ay! La muerte está amarillo. ¡Mirad el amarillo...! ¡Aaay, ay, Madre! ¡Las cosas... ay! ¡Ayyy...! Es extraño... Es que viene para acá, para abajo, ¡aaayyy...! Ese se baja: El amarillo. ¡Ayy aay, ayyy...! ¿Y esa cruz...? Eso ¿qué es? De aquí se puede mirar. ¡Ay, aaay, ay, ay...! ¡Ay! Es ahora amarillo otra vez.

(Sigue el vocerío de la gente y se oye una voz de hombre):

¡Silencio! (Prosigue Amparo):

¡Ayyy...! ¡Ayyy...! Eso es; están todos... (idioma extraño). ¡Blancos! ¡Oh! (Parece decir): Oserebea. ¡Pues sí que están bien todos! ¡Ah, ah, ah, ah! ¡Ay...! Los otros son de la derecha. ¡Ayyy...! ¡Bueno, pues ya lo hemos visto todo! ¡Ay, aaayyy ¡Ayyy, ay, ah, ay! ¡Ah, Sí, ah, ya!

(Se oye el clamor de la gente): ¡Mira, mira, mira...! (Prosigue Amparo):

Pues el que más se destaca es el amarillo, ¡el de la muerte...! ¡Anda...! ¡Ay! ¡Bueno...! ¡Lo hemos visto todo...! Azul... Es azul (palabras extrañas). Y el rosa... Y el azul. El amarillo es el de la muerte, ¿eh? ¡Ah...! ¿Y ese que parece de oro? El negro, el blanco y el amarillo, ¿eh? ¡Ay! Pero parece que son como leones encima... Los que lo llevan tienen el cuerpo de persona y la cabeza de león uno; otro de águila. ¡Ayyy...! Ese caballo ¡ah! ¡Ayyy...! Ese es el más grave. ¡Ay! Pero, ¡bueno! Pues tantas cosas como hay ahí... ¡Huyyy! El amarillo... ¡Ay, qué grande es...! Ese es el que más va a coger, ¿no? (Palabras en lengua extraña) ¡Aaay! Pues ya los he visto. Ya los he visto, de verdad, de verdad, ¡todos! ¿eh? ¡Ay, qué grande! ¡Cuántas cosas hay! ¿eh? ¡Ay! ¡Bueno! ¡Ay! Pero, que digan que eso no es el cielo... ¡vamos! Se ve la cabeza del león más grande... ¡Ay, la cabeza de un león! ¡Ay! ¿Por qué será eso del león? ¡Ay, ayyy...! ¡Vaya, otro misterio! ¡Huy, qué patas tiene...! ¡Ay, Madre mía! Que van debajo, ¿no?

¡Ay! ¿Me han metido a mí aquí el rayo ese? ¡Ay, ayyy... ay, el rayo! ¡Ay, ay, ay! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, mójame ahí! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, ay! ¡Ay, ay, ay! ¡Ay, me está quemando el pecho esto...! ¡Ay, qué valor! ¡No verán nada de...! ¡Ay! Hazme algo. (Parece decir todo esto a su hija Lourdes):

¡Ay, me está quemando esto...! ¡Ay, ay, ayyy...! ¡Ay, ay, ay, ayyy...! ¡Ay; pues ya está bien! ¡Anda que... ya está bien esto! ¡Aaay, ay, ayyy...! ¡Que me ha quemado en la parte ésta! ¡Ay! Mira lo que me ha "pasao"..., aquí. ¡Ay, ay, míramelo! ¡Ay, ay...! Aquí, ¡ay! Me tapas... ahí, ¡Ay, ay, ayyy ¡Ya está! ¡Ay, ayyy... ay, me ha quemado algo... me... ay, ay! ¡No puedo más...! ¡Otra cosa más! Anda que... ¡Ay, otra cosa más, ay...! Me ha quemado esta parte. ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, ay! Mírame a ver, anda. Mírame aquí, aquí, aquí. ¡Ay, ay, ay, ay...! ¡Ay, ya me ha quemado esa parte... Eso que me ha salido ahí...! ¡Ay, ay, ay, ayyy...! ¡Y que se rían todavía, Dios mío...! Pero, ¡bueno! ¡Ay, ay, ay...! ¡Qué cosa más...! Por esta parte. Y hacia atrás también. ¡Ay, ay! Yo no sé lo que quiere ya, ¿eh? Tantas cosas ya... ¡Ay, ay... ay, Dios mío...! ¡Ay, que se me quite esto ...! (Le dicen algo y contesta): No, yo lo que quiero es que se me quite esto. ¡Ay, ay, ay...! ¿Qué es esto? ¡Ay, ayyy...! ¡Sí, claro! ¡Ay! ¡Huy, huy,. huy...! ¡Ay, Dios mío! Pero, ¿también esto? ¡Ay! ¿Qué quiere decir esta cosa? ¡Ay, ay, ay...! Que parece quemado por dentro algo. ¡Ay! ¿Qué? ¡y venga! Todavía reírse ¡la monda! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, Madre! (Dice algo su hija Lourdes que no se entiende. Sigue Amparo): Déjalo, ¡ay! Mírame otra vez. ¡Ay! Anda, mírame otra vez. ¡Ay!, sí tapar; y lo de abajo ¿qué? (Gime llorosa. Su hija le dice):

Lo tienes colorado. (Amparo suspira):

¡Ay, Madre, ay, Madre mía...! (Un señor explica para el público)

- Se le nota en este momento en el pecho de Amparo una..., rojo. Dice que es lo que le duele, y siente un gran dolor ahí. Efectivamente, lo tiene todo rojo; como si fuese una quemadura. Me lo dice su hija. (Dirigiéndose a Amparo dice): Yo no te lo he visto. (Sigue Amparo):

-A mi no me mireis vosotros. No miréis nada. ¡Aaay...! Vosotros no me miréis. (La misma voz tratando de serenarla):

- ¡No...! (Añade Amparo):

-Nada más que las mujeres. (Dice otra voz masculina):

- Tu hija es la que te está mirando.

-¡Ay...! (Otra voz femenina explica):

-Aquí se nota como una gran quemadura de sol. El efecto es cómo una gran quemadura producida por el sol. Cuando ha estado uno expuesto a los rayos solares mucho tiempo, se pone la piel completamente roja. Y ese es el efecto que yo he visto.

-Me duele mucho dentro. Por fuera y por dentro. (Le aclara la voz femenina):

- Tienes en rojo; pero no tienes herida. Yo no he visto herida, ¿eh? Es sólo el rojo. (Dice su hija unas Palabras y termina diciendo):

- ¿Otro más? ¿Otro más? (Una voz masculina pregunta):

- ¿Quieres un poquito de agua? (Unos comentarios que no se entienden y Amparo reanuda el rezo diciendo):

-Rezamos las avemarías. En las tres avemarías vamos a pedir a la Santísima Virgen que nuestro corazón se inflame de amor - ¡Ay! - y por este amor mereceremos de la Santísima Virgen que lo compartamos con nuestro prójimo... Con nuestro amor y con nuestra caridad hacia él, que es tan importante el amor al prójimo... Vamos a pedir por los que no rezan nunca tienen quién rece por ellos. Por los dueños de este prado ya hemos pedido antes: "Dios te salve, Maria, Hija de Dios Padre..." Sigue la letanía... Vamos a rezar tres avemarías por el Papa, para que la Santísima Virgen le proteja y lo acoja bajo su manto por todas las partes que vaya.





MENSAJE DEL DÍA 21 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



HABLA LA STMA. VIRGEN:

-"Hijos míos, vengo como Madre y como amiga. Quiero hijos míos, que estéis unidos, y que todos los que queráis, hablad de Dios, y además también os pido, que estéis unidos, muy unidos, y que todos estéis hablando conmigo.



AMPARO:

-Dilo para que lo entiendan, ¡ay! que lo entiendan todos.



LA VIRGEN:

-Que estéis unidos, y que todos habléis de lo mismo, que no os tapéis unos a otros, hijos míos; porque estáis formando contiendas, y para hablar de Cristo hay que estar muy unidos.

No penséis tanto en las cosas terrenas, pensad, que los discípulos de Cristo, dejaron todo para seguir su camino.

Ayudad a Cristo todos a llevar la cruz, hijos míos, no os aflijáis cuando Dios os manda la primera prueba. Humildad es lo que pido, hijos míos, para poder estar unidos. Pensad que todos sois hijos de Dios, pero que Jesús tuvo preferencias por unos, pues lo mismo ha sucedido en esta ocasión. Todos aquellos que estáis unidos, seguid a Cristo, y no os excuséis con cosas que no sirven para nada. Pensad que el discípulo nunca puede ser más que el maestro; estad los últimos, no os pongáis los primeros, porque los primeros no entrarán en el reino del cielo; serán los últimos los que entren, hijos míos.

¡Las contiendas que estáis formando por cosas que no tienen importancia! Pensad que el cuerpo, os lo he repetido muchas veces, no va a servir ni para estiércol, y si ese alma está pura, no tenéis que preocuparos, hijos míos.

Yo estuve amarrada, al pie de la cruz, allí amarrada, viendo morir a mi Hijo, y era inocente, hijos míos, muriendo por toda la humanidad, porque todos los seres humanos, sois culpables, hijos míos, todos tenéis el pecado, no hay ninguno que sea justo en la tierra, y mi Hijo era puro, e inocente, y murió para redimiros, hijos míos.

Preocupaos más por las cosas de Dios; pensando en las cosas de Dios, no arméis contiendas, hijos míos. Pensad, que nunca será más el discípulo que el maestro; y pensad también, que Cristo vino al mundo, para servir no para ser servido, hijos míos.

Imitad a Cristo, veréis cómo alcanzaréis la gloria. Siendo Rey de cielos y tierra, Hijo del Padre, le mandó a redimir al mundo, siendo inocente, hijos míos.

Por eso os pido, que os acerquéis al sacramento de la confesión, porque el Cuerpo de Cristo, lo podéis recibir diariamente: tenéis más suerte que los ángeles, hijos míos, porque los ángeles no pueden recibir a Cristo. Cristo dejó instituido el sacramento de la Eucaristía para daros fuerza, hijos míos. No seáis cobardes; fuerza es lo que necesitan los hijos de Dios; no tienen que ser cobardes. Los cobardes son los hijos de las tinieblas.

Estad unidos, hijos míos, todos estad unidos; no os guardéis secretos unos a otros; no seáis fariseos, que delante de Cristo se ponían los primeros para decir las obras que habían hecho; poneos los últimos, que los últimos seréis los primeros, no os creáis amigos, hijos míos, y luego seáis enemigos. Los fariseos hacían eso; delante ponían la cara de santidad, y detrás ultrajaban a Cristo. No os critiquéis unos a otros, hijos míos, porque cada uno dará cuenta de lo suyo. No juzguéis y no seréis juzgados. Vosotros tenéis que estar más unidos que nadie, hijos míos, porque vosotros tenéis que dar testimonio, de lo que habéis visto. Por eso os pido que seáis humildes, que la soberbia conduce al hombre a la perdición, hijos míos.

No os aferréis a las cosas terrenas; las cosas terrenas sirven para condenarse.



AMPARO: Tú nos perdonas, aunque seamos soberbios; Tú nos perdonas.



LA VIRGEN:

Dios Padre perdona a todo el que pide perdón, está con los brazos abiertos esperándoos a todos, hijos míos.

Acercaos al sacramento de la confesión; ¡cuántos estáis aquí presentes, y hace años y años que no os habéis acercado a este sacramento! Estad preparados, hijos míos, que la muerte llega como el ladrón, y estando preparados ¿a quién podéis tener miedo?

Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Por la conversión de todos los pecadores del mundo; hija mía.

Haced actos de humildad durante el día, hijos míos; pensad que os he repetido muchas veces que Cristo tenía la cabeza en el suelo, durante días enteros, ofreciéndose al Padre como víctima de reparación.

Vale mucho la humillación hijos míos, porque el que se humilla será ensalzado, y pensad que Dios, Dios Padre os recompensará, ciento por uno, hijos míos.



AMPARO:

¡Ay, qué alegría, ay! ¡ay, qué alegría, ay, qué alegría, ay! ¡Ay, qué buena eres, qué buena eres Madre mía!



LA VIRGEN:

Hijos míos, os aconsejo como Madre y como amiga. Como Madre, porque soy la Madre de Cristo, y la Madre de toda la humanidad; y como amiga porque no quiero que os condenéis, y porque quiero que os améis unos a otros, y no forméis discordias, hijos míos, por las cosas que no tienen importancia en la tierra.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Por las almas consagradas, hijos míos. Pedid por ellas, hijos míos, porque muchas de ellas se dejan engañar por el enemigo; pedid por ellas, hijos míos, y sed humildes; amaos los unos a los otros, como mi Hijo os amó en la tierra.

Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos... Todos han sido bendecidos, hijos míos.

Te voy a dar una gota del cáliz del dolor, hija mía; queda muy poco de él, pero las últimas gotas son las más amargas. Coge el cáliz...



AMPARO: ¡Ay, qué amargo!, ¡ay, qué amargo está! ¡ay, ay, qué amargo!, ¡ay, qué amargura siento ahí, ahí en la garganta! ¡Ay, ay!



LA VIRGEN:

Más amargura siente mi Corazón, por todas las almas que se precipitan diariamente en el infierno.



AMPARO: Pero también se salvan ¿no? No sólo se condenan, también se salvan, ¡ay, no permitas que se condenen! ¿eh?



LA VIRGEN:

¿Qué padre quisiera, que su hijo se precipitase en el infierno? Pues eso me pasa a mí, hija mía, que yo no quiero que ningún hijo se me condene.



AMPARO:

¡Ay! pues ayúdales, ayúdales, porque es que muchos, son muy duros ¿eh?, aunque les estés hablando, hablando y hablando, ¡ay qué duros son! ¡Ay! que no creen ¿eh? Por eso Tú puedes ayudarles, porque yo no quiero que se condenen tampoco, porque yo he sentido las penas del infierno en mi cuerpo, y por eso no quiero que se condenen. Ablándales Tú el corazón ¡anda!, Tú que eres Madre, ¡anda, conquístatelos!



LA VIRGEN:

Hija mía, tú eres madre, ¿puedes conquistar a todos tus hijos?



AMPARO:

¡Ay, no! Pero, es que tenía que haber sido antes; ahora ya no puedo, y además que los tengo a casi todos conquistados; a casi todos, ahora tienes que conquistarlos Tú a los demás. Yo hago lo que Tú digas ¿eh?; pero Tú ayúdalos ¿eh?, y voy a donde sea; fíjate. ¡Ay, ay, cuántas cosas se ven malas! ¡Ay! pero esos enfermos ¡pobrecitos! ¿Cómo pueden estar así todos esos que hemos visto? Es que yo pienso muchas veces que cómo Dios puede hacer eso, porque ¡pobrecitos...! ¡Anda que te entra una pena en el corazón...! ¡Ay! ¿Tú sabes todos los que he visto? ¡Ay, qué pena!



LA VIRGEN: Por medio de esas almas se purifican otras.



AMPARO:

¡Claro, qué gracia! ¡Hala! unos están enfermos y otros se purifican con los dolores de los otros ¿eh?, pues que ellos sufran otro poco.



LA VIRGEN:

Pero mi Hijo coge almas víctimas para la salvación de la humanidad. ¿Tú no eres un alma víctima?



AMPARO: Bueno, según qué víctima digas. ¿Qué clase de víctima? ¿eh?



LA VIRGEN:

Mi Hijo te ha escogido para la salvación de las almas. Tú también sufres.



AMPARO:

Bueno, un poquito, pero con tu ayuda, venceré. Es que es tan duro esto... ¡Ay! pero Tú podías con tu ayuda hacer tantas cosas... ¡Ay! pero Tú se lo pides a tu Hijo, y luego tu Hijo, ya sabes dónde tiene que ir, al Padre y el Padre nos tiene que perdonar, porque no creo que sea tan cruel ¿no? ¡Madre qué pies tenía... y qué brazos!, pero la cara ¿dónde la tenía?, porque era el sol lo que se veía en su cara. ¡Madre mía, si tenemos que verle así siempre...!, pues no le podemos ver. ¿Pues no se va a descubrir esa cara? ¡Ay! para que le veamos.



LA VIRGEN: Nadie ha podido ver la cara del Padre.



AMPARO:

Pues, qué gracia ¡anda que...! ¡Ay, sólo se le ve el cuerpo y la cara no! Ahí está el misterio ¿no? Bueno, yo no quiero hablar más de misterios, porque, vaya cómo estáis, todo lleno de misterios.

¡Ay, ay! ¿Ese Corazón de quién es? ¡Ay, ay, ay; pero si ese es tu Hijo! El de Jesús, ¡ay! déjame que le toque ¡ay!, pero ¡también tiene espinas! ¡Vaya cómo somos de buenos! ¿eh? Tú Corazón tiene espinas y el de tu Hijo también. ¿No puedo tocar ninguna? Pues déjame que le toque sólo un pie. ¡Qué frío estás! ¿eh? pues ¿dónde estás por ahí? ¡Ay, qué frío! Vaya, vaya, dónde estaréis. Ahora beso el pie tuyo, sólo el dedo gordo, sólo.

¡Ay, qué grande eres, ay! no hay otra cosa tan grande como lo vuestro ¿eh?, pero lo que tenéis que hacer es quitarnos ya de aquí, porque... otro día.., y otro día, además ni arriba ni abajo. ¿Adónde me tienes? Pues quítame de aquí ya, y súbeme ahí. ¡Ay! ¡Ay, ay!, yo no quiero irme de aquí, no, ¡ay, aun. que me lleves, no quiero irme de aquí! ¡Ay, no! porque Tú no sabes lo que hay por ahí abajo ¿eh? ¡Ay! ¡ qué malpensadas son...! ¿Verdad? ¡Ay! pero no digas su nombre porque yo también lo sé. Malicia ¿verdad? Pero Tú lo sabes todo. Pues yo no quiero bajar allí abajo, ¡ay!, no quiero, ¡ay! yo quiero estar aquí, déjame aquí; pues otro ratito, ¡ay! ¿Quién tuvo la culpa que estuviéramos ahí abajo? ¡Di!, porque ¡con lo bien que podíamos estar aquí...!



LA VIRGEN: Cuántos se ríen, hija mía, pero ¡pobres almas!



AMPARO:

Pero hay otros que tampoco se ríen, que les gusta que les digas cosas.



LA VIRGEN: Dichosos los ojos que ven y los oídos que oyen.



AMPARO:

¡Ay, ay, no me dejes! ¡Ay, no me mandes para abajo! ¡Ay! ¡Otra vez!, ¡ay, Tú no sabes que lucha! Anda que... ¿Y cuándo me puedo yo ganar mi morada?, porque ya está bien ¿eh?



LA VIRGEN:

Te dije que te estaba puliendo. Todavía te falta que pulir.



AMPARO:

Pues, anda, que ¡cuántos años para pulir! ¡Ay!, pues, déjame sin pulir ya y súbeme arriba del todo, no quiero que me termines de pulir.



LA VIRGEN:

Piensa, hija mía, que en el cielo no entrará, carne ni pecado, hija mía.



AMPARO:

¡Anda; que entonces..., yo también... venga, de pecar y pecar! ¿No? ¡Ay! pues, sí es que... ¿Por qué no somos de otra forma? ¡Ay!, bueno, ya que no quieres que esté contigo, pues dame fuerza, ¡dame fuerza!, Pero, también a todos los que están siguiendo esto; porque ¡vaya jaleo muchas veces! ¿eh? Tú eres la que tienes que hacerlo, porque, claro, Tú eres Madre.



LA VIRGEN: No se puede hablar de Dios, y estar en contra de Dios.



AMPARO:

¡Ay! ¿Quién está en contra de Dios? Anda, pues Tú, dales un toquecito ¿verdad? ¡Ah! con tu gracia, pero ¿sabes por qué?, porque no hacen penitencia, ni sacrificio. Si hicieran penitencia verías cómo se ocupaban sólo de eso.

¡Ay, qué grande eres! Bendícenos con ese Corazón que tienes, con la cruz que Tú haces.



LA VIRGEN:

Os bendigo, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.



AMPARO:

¡Ay!, qué bien se te da hacer esa cruz ¿eh? Bendícenos Tú ahora, con la cruz que Tú quieras.



LA VIRGEN:

Yo como Madre de la Iglesia, os haré la cruz de la Iglesia.



AMPARO:

¡Ay!, ¡pues vaya plan! ¿eh? ¡Y tu Hijo también es de la Iglesia!



LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

¡Adiós, hijos míos! ¡Adiós!"





MENSAJE DEL DÍA 23 DE JUNIO DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

"Hijos míos, os empiezo diciendo: ¡PENITENCIA! Y os acabaré diciendo: ¡PENITENCIA! En todas mis manifestaciones, hijos míos es... (continúa en idioma celestial). Esta es mi primera palabra: ¡PENITENCIA, PENITENCIA!, hijos míos. Para seguir a Cristo no hay que rechazar la cruz; hay que cargarla y seguirle, no pisotearla y ultrajarla. Cuando Dios os manda una prueba, hijos míos, hay que aceptarla con humildad; porque con esa prueba, si vosotros la lleváis con humildad, hijos míos, podréis alcanzar el reino de los cielos.

Seguid a Cristo por el camino del Evangelio. No es fácil seguir a Cristo, hijos míos, porque seguir a Cristo, es seguir por el camino del dolor y de la penitencia.

Mira, hija mía, mira todos estos buenos mártires de Cristo, hijos míos. Tú míralos, no fueron uno, ni dos, ni tres: fueron centenares los que murieron por Cristo.

Todos éstos fueron mártires por defender a Cristo, hijos míos.

NO SEAIS COBARDES, PORQUE CUANDO LLEGUE LA PRUEBA DURA, NO VAYAIS A RECHAZAR LA DOCTRINA DE CRISTO Y EL NOMBRE DE CRISTO. SI ES PRECISO, ¡MORIR POR CRISTO!

Si morís por Cristo, hijos míos, Él murió por vosotros, y era inocente; vosotros, si morís por Cristo, sois pecadores, hijos míos; pero alcanzaréis el reino de Cristo. Todo el que muere por Él, recibirá su gran recompensa: Dios da ciento por uno a cada persona que sigue a Cristo, hijos míos. Seguid el camino del Evangelio; publicadlo por todas las partes del mundo; por todos los rincones de la tierra. Seguir a Cristo no es sólo hablar de Cristo. Es imitarle en la pobreza, en la castidad y en la humildad. Cuando le estaban crucificando, y le abofeteaban, El no volvía la cara. Insultar para los demás, hijos míos, no insultaba a nadie, lo recibía con humildad todas esas... (Continúa la santísima Virgen en idioma celestial, y Amparo al oírla llora). Ya te dije en una ocasión hija mía, los mismos que estaban crucificando a Cristo. (Amparo continúa llorando largo rato). Por eso os pido, hijos míos: SED HUMILDES, HUMILDAD OS PIDO. Con humildad podréis alcanzarlo todo. Cristo no devolvió las bofetadas, hija mía. PIDIO A SU PADRE QUE LOS PERDONASE PORQUE NO SABIAN LO QUE HACIAN. Cuando abría su boca, le escupían en ella, hija mía, ¡CON QUE OJOS DE CARIDAD LOS MIRABA...! Tú has visto estas escenas de la pasión de Cristo... Cuando piensas en Cristo, lo que sufrió en la cruz, no eres capaz, hija mía, de cometer ninguna falta.

PENSAD EN CRISTO JESÚS, PENSAD EN CRISTO EN LA CRUZ, VEREIS COMO NO TENEIS TIEMPO, PARA OCUPAROS DE LAS COSAS HUMANAS DEL MUNDO, HIJOS MÍOS.

¡COMO MORIA CRISTO EN LA CRUZ POR LOS MISMOS QUE LE ESTABAN CRUCIFICANDO...

¡CON QUE AMOR LOS MIRABA...!

No los rechazó en ningún momento, y hubiera tenido motivos para rechazarlos, porque Él tuvo derretido el Corazón y su boca se secaba, y se desgarraba su Corazón de dolor, de ver, que estaba muriendo, por la humanidad, y la humanidad no iba a querer salvarse. No todos van a salvarse, hijos míos, se salvarán los que cumplan con los Mandamientos de la Ley de Dios.

Publicad el Evangelio, el santo Evangelio, por todos los rincones de la tierra. No seáis cobardes. Yo lo estoy diciendo hace mucho tiempo: INTENTAD HIJOS MÍOS. Los discípulos de Cristo iban de pueblo en pueblo, y cuando los rechazaban seguían adelante; se sacudían el polvo, no miraban atrás; seguían adelante, publicando el Evangelio por todas las partes.

Tú, hija mía, sé humilde. Ya sabes que sin humildad no se puede alcanzar el cielo. Besa el sucio, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo. (Pausa). Por todos los pecados del mundo, hija mía. Este acto de humildad, sirve para la reparación de las almas. ¡Cuántas almas, hijos míos, están deseando que se les hable de su Madre, de su Madre celestial, porque a nadie tienen que les hable de Ella! Por eso os digo, hijos míos, que hay mucha necesidad, en el mundo, en todos los rincones del mundo, en los cuatro ángulos de la tierra, porque el enemigo está entre esos cuatro ángulos, a ver cuál puede llevarse mayor numero. Por eso os pido, QUE DESDE HOY MISMO HABLEIS DE CRISTO, PUBLICANDO EL EVANGELIO Y LA DOCTRINA DE CRISTO DIOS, SUS DISCIPULOS.

No dejéis que el enemigo, se apodere de más almas, porque este número de almas que está sellando, es muy grande, hijos míos.

NO DEJEIS NI UN SEGUNDO, DE PUBLICAR EL EVANGELIO. HABLAD DE CRISTO, HIJOS MÍOS, PERO IMITADLE A CRISTO TAMBIEN.

SI TENEIS DOS TUNICAS, YA OS HE DICHO EN OTRA OCASION, QUEDAOS CON UNA, Y DADLE LA OTRA AL QUE LO NECESITA.

¿De qué le vale al hombre, tener todas las riquezas del mundo, si en un segundo va a perder su alma? No estéis aferrados a las cosas terrenas, hijos míos, sólo Dios puede salvaros, y si seguís su camino, no os defraudará, hijos míos.

Pedid por las almas consagradas. ¡Las ama tanto mi Corazón!... Pero ¿cuántas, cuántas corresponden a ese amor, hijos míos? Pedid por ellas también (habla la Stma. Virgen en idioma celestial). Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas. (Pausa). Por Las almas consagradas. ¡Las ama tanto mi Corazón...!, y ¡qué mal corresponden a este amor algunas de esas almas!

PENITENCIA ACABO PIDIENDOOS, HIJOS MÍOS, PENITENCIA. En todos los lugares, donde me he manifestado, he pedido penitencia y sacrificio. Por eso os pido que con la penitencia y con el sacrificio, podéis seguir a Cristo, hijos míos, porque el enemigo no podrá con vosotros. Tiene mucho poder la penitencia para que el enemigo no os pierda vuestra alma, hijos míos.



AMPARO:

Déjame que te toque un poquito ¡Ay, qué cosa siento más grande dentro del pecho! ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay qué grande eres...! ¿Hasta cuándo, hasta cuándo me vas a tener aquí? ¡Yo quiero quedarme! ¡No quiero bajar más para abajo! ¡Ay, yo te digo que hasta cuándo...! ¡Ay!



LA VIRGEN: Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor.



AMPARO:

¡Ay! sí, también... (Traga con mucha dificultad). ¡Ay, qué amargo está, ay! ¡Ay, qué amargo! ¡Ay, qué poco queda, ay! ¡Ayyy...!



LA VIRGEN:

Que poco queda del cáliz del dolor, hijos míos. Estad preparados; estando preparados no hay que tener miedo a nada. Cuando el cáliz se acabe, hijos míos, será horrible;

¡SERA HORRIBLE HIJOS MÍOS! Por eso os pido, COMO MADRE DE AMOR Y MISERICORDIA, QUE OS ARREPINTAIS DE VUESTROS PECADOS, QUE CONFESEIS VUESTRAS CULPAS, Y OS ACERQUEIS AL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA.

Pero no tengáis miedo, hijos míos; estando con Dios ¿a quién podéis temer? Lo mismo te digo a ti, hija mía: no tengas miedo a quien pueda matar tu cuerpo, ten miedo a quien pueda matar tu alma; condenarla para la eternidad, hija mía.



AMPARO:

Madre, ¿condenar después de tanto tiempo... Pues que si se están salvando otras almas, no vas a permitir que me condene yo...



LA VIRGEN:

Si te dijese, hija mía, que estás salvada, tu soberbia, tu soberbia podría más que la humildad, hija mía.



AMPARO: ¡Ay, que no, que no, que yo quiero saberlo! Pero te prometo que no tendré soberbia.



LA VIRGEN: No te lo puedo decir, hija mía.



AMPARO: Pues ¡vaya...!



LA VIRGEN:

Ya sabes que seguir a Cristo, es por el camino del dolor: coge la cruz cárgatela y síguele.



AMPARO:

Pues eso hago. Bueno, por lo menos, por lo menos nos das un poquito de ánimo. Nos podemos salvar ¿verdad?



LA VIRGEN:

Claro que os podéis salvar, hijos míos, depende de vosotros vuestra salvación y vuestra condenación.



AMPARO: ¡Ay qué alegría! Si estás con nosotros todos los días, aunque no te veamos, pero Tú nos ayudas. ¡Eh!



LA VIRGEN: Mi Corazón Inmaculado triunfará sobre toda la humanidad.



AMPARO:

Pues ¿cómo va a triunfar tu Corazón? Ya nos puedes esconder ¡Eh!, a tu lado. ¡Ay, Madre mía qué guapa eres! ¡Qué hermosura! ¡Ay, qué cosa más guapa! ¡Ay, ay! ¿Nos vas a bendecir los objetos?



LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos.



AMPARO: ¡Ay, qué alegría!, ¡ay, qué buena eres! ¿eh? Yo creo que Tú no vas a permitir que nos condenemos, porque Tú si eres nuestra Madre..., no lo vas a permitir, ¡a que no! ¡Ay!, ¡Ay! Pero ya lo haremos, el sacrificio y la oración; te ayudaremos a Ti y a tu Hijo, pero Tú tienes que ayudarnos; y te vuelvo a decir: QUE TU LE PIDAS A TU HIJO, PARA QUE TU HIJO LE PIDA AL PADRE, Y EL PADRE NOS PERDONE A TODOS.

¡Ay!, ¡Ay, sí, nos vamos a acordar mucho del Padre Eterno...!



LA VIRGEN: Está olvidado hijos míos, EL PADRE ETERNO ESTA OLVIDADO.



AMPARO:

Pues yo no lo tengo olvidado. Todos tenemos que acordarnos del Padre Eterno, porque será el que nos juzgue. ¡Ay!, pues todos le queremos, ¡ay! Bendícenos.



LA VIRGEN:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos, ¡adiós!"





APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL