APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL





MENSAJE DEL DÍA 1 DE ENERO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)





«Hija mía, he esperado hasta el último momento porque hay presentes muchos curiosos; y dije en una ocasión: «¡Fuera los curiosos!» Pues en estos momentos repito las mismas palabras: «¡Fuera los curiosos!» No son dignos de participar en estos misterios tan santos. Te voy a revelar otro misterio hija mía, de lo más profundo de mi Corazón. Quiero que participes en él. Sigue viendo y explicando.

Sigo viendo a María. Está con el Niño. Siguen en la Cueva. Está San José. Tiene el Niño en brazos. San José está de rodillas; está orando. Se levanta; le dice a María:

María, Esposa mía, tenemos que marchar de este lugar. Tenemos que ir a Nazaret. Prepara tus cosas, que es largo el camino. No podemos seguir en este lugar, hay mucha humedad; hace mucho frío para el Niño. Arregla tu ropa y coge tus cosas y nos iremos, María, Esposa mía.

María se queda mirándole y le dice:

José, Esposo mío, soy obediente y haré lo que tú quieras. Con mucho dolor de mi Corazón dejaré este lugar donde han sucedido tantos misterios, donde ha nacido el Primogénito de Dios y el Primogénito mío; pero si Tú, Esposo mío, quieres que marchemos, marcharemos.

María se levanta con el Niño en brazos; mira por toda la casa; mira en las habitaciones y se pone la mano en el pecho; levanta la vista al Cielo y dice:

Dios celestial, mi Creador, si es tu voluntad que abandone este lugar..., pero sabes que hay otro misterio que se tiene que cumplir en este lugar. Yo lo he leído en las Escrituras y esto tiene que cumplirse; pero soy obediente hasta la muerte y obedeceré a mi Esposo.

En este momento se oye un gran ruido. ¡Qué voz! Esa voz predice:

José, casto José; María, pura Doncella; sentaos, que voy a comunicaros otro misterio.

¡Ay, están esos tres hombres ahí! Los que han circuncidado a Jesús. ¡Ay, se ponen la mano para arriba! Ellos también han oído esa voz. Se arrodillan. ¡Uy!, oyen la voz... ¡Uy, aparece una luz...! Es un ángel. ¡Ay! (Habla el ángel):

María, soy el ángel San Gabriel -le dice-. Traigo un nuevo nombre para tu Hijo primogénito. Se llamará Jesús.

La Virgen se agacha con la cabeza en el suelo; pone al Niño recostado en el pesebre y exclama:

Dios Creador, mi Dios omnipotente, mi Hijo en mis entrañas, cuando tomó carne humanizada me reveló este nombre, que se llamaría Jesús; pero he querido escuchar de tus labios este mismo nombre.

Entonces José se levanta con las manos al cielo y, mirando, dice:

Esposa mía, yo también sabía este secreto; pero no quería revelarlo hasta que no fuese revelado ante los dos este secreto. (Sigue Amparo):

¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, ay, qué grande es esto! ¡Ay! Entonces, ¿qué hace ese señor? ¡Ay! Coge, coge un papel, se levanta, coge y escribe con una pluma, como si fuese una pluma de un ave, y escribe el nombre. ¿Qué pone ahí en ese nombre? ¡Ay, el nombre de Jesús! Estos hombres juntan las manos y miran al cielo y dan gracias a Dios y dicen:

Dios Salvador ha resucitado en nosotros la fe, la fe, el amor. Seremos fieles, muy fieles, porque se ha movido nuestra alma dentro de nuestro cuerpo.

¡Ay! Aparece otro ángel, y otros muchos. Llevan un escudo en el centro del pecho, con un cordón colgado. Ponen todos el nombre: JESÚS, JESÚS. Y otro ángel lleva un gran pliego de papel que lo enseña, con el nombre de Jesús. ¡Ay, qué hermosura! ¡Qué grande eres, Madre mía! Dios mío, ¡qué cosas hay ahí! ¡Cuántas cosas...! ¡Ay, ay, Madre, qué luces! En esos cuerpos sale mucha luz, y los rayos forman encima de la Cueva donde está el Señor... ¡Ay, JESÚS, JESÚS pone! Todos los ángeles se ponen alrededor y se arrodillan adorando a Jesús. ¡Qué hermosura! ¡Qué hermosura de Niño! ¡Ay, qué hermosura!

(Habla la Virgen):

Sí, hija mía, la Víctima inocente ha sido circuncidada siendo inocente, para...

(Interrumpe con emoción Amparo):

¡Ay, pobrecito! ¡Pobrecito! ¡Ay, qué cara tiene! ¡Ay, qué lindo eres...! ¡Pobrecito...! ¡Ay, ay, qué lindo eres! ¡Ay, pobrecito! Tráelo un poquito sólo. ¡Ay, sólo un poquito! ¡Ay, ay, qué grande...! ¡Ay, ay, qué lindo eres! ¡Ay, qué hermosura! ¿Ya no lloras...? ¡Ay, tómalo! ¡Ay, ay, ya no llora...! Ya está bueno, ¿eh? ¡Ay, qué cosa más grande! ¡Ay, qué Niño! ¡Ay, ay!

(Continúa la Virgen):

La Víctima inocente ha derramado su Sangre para dar ejemplo a la humanidad en obediencia, hija mía, porque Jesús nació sin mancha; pero se humilló a las leyes para dar ejemplo al ser humano. Se igualó a todos aquellos que iban a circuncidarse. Entre ellos mira cuál conoces.

¡Ay! ¿También ha ido ese niño...? ¡Ay! Ese es el de esa señora a la que fue el Ángel. ¡Ay! ¿El Precursor? ¡Ay, qué grande es! ¡Cuántos misterios tenéis ahí!, ¿eh?

Por eso quiero que participes en mis misterios. Y los vas a participar todos, hija mía, todos se te serán revelados.

¡Ay, qué alegría! ¿Todos? ¡Ay, qué alegría! Y ahora, ¿qué hacéis ahí? ¿Vais a estar ahí? ¿Hasta cuándo?

Hasta que vengan los Magos de Oriente a traer presentes a mi Hijo.

¡Ay! ¡Ay, qué alegría! ¡Ay...!

También le gustó a José que mi Hijo tuviese regalos.

¡Ay! ¡Ay, Madre mía! Yo quiero ya no estar en la otra parte. Quiero estar en ésta. Yo no quiero ir al otro lado más. ¡Ay, qué alegría! ¡Qué bien se está aquí con tantos ángeles! ¡Madre mía..., qué cosas! ¿Eh? ¡Ay, cuántos! ¡Qué luz sale de ahí, del centro! ¡Ay, pues dime hoy todo, anda! Hoy todo. ¡Ay!

Se te serán revelados poco a poco, hija mía.

¡Ay! ¿Ahora otra vez así? ¡Ay, qué alegría! ¡Madre mía, ayúdame Tú a ser mejor! ¿Eh? Porque soy más mala... ¡Ay! Pero ¿cómo se puede ser buena? ¡Ay! ayúdanos Tú, Tú, Madre mía, Tú que eras tan buena. ¿Y cómo has dicho que eras una vil gusano, si Tú eres muy buena...? ¡Ay, qué alegría! ¡Ay...!

Son unos días de alegría y de gozo, hija mía. Quiero que participéis en ese gozo. Por eso te hago ver toda la vida e infancia de Jesús.

¡Ay, qué grande! ¡Ay...! Bueno, pues ahora nos das la bendición a todos los que hay ahí abajo. ¡Ay, a mí también! ¡Ay! Otro día me dices más cosas, ¿eh? Pero muy largas, muy largas. ¡Ay qué cosas, Dios mío...! ¡Huy...! Ni estoy abajo, ni estoy arriba. Pues entonces, ¿dónde estoy?

Con humildad conseguirás estar arriba.

Hoy, o ¿cuando será...?

Voy a dar mi santa bendición: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós!»





MENSAJE DEL DÍA 5 DE ENERO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Terminada la alocución de D. José Arranz, dice Amparo:

Se pide por todas las peticiones que nos dicen que pidamos; que pida a la Stma. Virgen. Pero yo no puedo estar leyendo todos los papeles porque la letra de pluma la entiendo muy mal; no sé casi leerla. Pero que pido por todas las peticiones. Que se haga en todo la voluntad de la Stma. Virgen. Así que tengan fe y confianza en Ella, para lo bueno y para lo malo (quiere decir para lo próspero y lo adverso). Vamos a empezar el santo Rosario. Por la Señal...

Terminado el rezo y el canto de despedida "Tomad Virgen pura", grita D. José:

¡Por favor, silencio, silencio...! (Amparo ha entrado en éxtasis y transmite el siguiente mensaje de adoración de los Magos).



LA VIRGEN:

Hija mía, te dije que seguirías viendo el sacramento de los Reyes, hija mía, esos Magos de Oriente. Cuenta cómo lo ves.

Sigo viendo. El Niño está en la Cueva. Sigue estando en la Cueva. Le dice San José a la Virgen que se van a marchar en este momento. La Virgen María le responde mirando todos los sitios. San José va hacia Ella y le dice:

Esposa mía, recoge todo, que en este lugar no hay acomodo para seguir viviendo en él.

¡Pobre Niño! El Niño está ahí. ¡Pobrecito! ¡Ay! ¡Ay, qué pequeño! ¡Ay, pobrecito, ahí tan pobre...! ¡Ay! ¿Dónde se van a ir? José coge el Niño. ¡Ay, qué pequeño! ¡Ay, qué pequeñito, pobrecito! Le coge en brazos y la Virgen se pone de rodillas. Oyen una voz que les dice:

Pura Doncella y José, casto José: no os marchéis hasta que no vengan los Magos de Oriente. (Habla Amparo continuando su descripción):

¡Ay! La Virgen está de rodillas con las manos juntas. Está mirando al cielo. ¡Ay! ¿Qué dice...?

DIOS ETERNO, TE HE PEDIDO..., NO QUERÍA ABANDONAR ESTE LUGAR. TENGO MUCHOS RECUERDOS EN EL. SE HAN COMETIDO AQUÍ MUCHOS MISTERIOS. ES UN RECUERDO MUY GRANDE EL QUE TENGO EN ESTE LUGAR. GRACIAS, PADRE ETERNO, MI DIOS AMADO, MI DIOS CREADOR. TE DOY GRACIAS POR HABERME HECHO MADRE, TAN DIGNA MADRE, DE ESTE NIÑO, REY DEL CIELO Y TIERRA; MI CREADOR...



(Amparo):

;Ay, qué cosa más hermosa! ¡Ay! San José tiene al Niño. Le sigue teniendo en brazos. ¡Ay! La Virgen empieza a colocar todo y le dice a San José:

JOSÉ, MIENTRAS TU TIENES AL NIÑO, YO VOY A AUNAR UN POCO ESTE PESEBRE Y ESTA POBRE CUEVA PARA RECIBIR A ESOS MAGOS QUE VIENEN A TRAERLE OBSEQUIOS A TU HIJO. A TU HIJO Y MÍO NATURAL, TUYO ADOPTIVO Y MÍO NATURAL.

¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, lo que hay ahí! ¡Qué rayos entran! ¡Ay! ¡Ay, qué cosas! ¡Ay! ¿Por dónde vienen? ¡Ay! ¡Qué rayos van para allá! ¡Ay! Hay uno, un Rey que está en la cama. Se levanta porque ve un rayo de luz y oye que dice un ángel:

Levántate, vete a Belén a adorar a Jesús que ha nacido, Rey de los judíos.

¡Ay! ¡Ay, qué cosas...! Hay otro Rey con otro ángel que le vuelve a decir:

Levántate. ¡Levántate! Vete a Belén a adorar al Rey de cielo y tierra que ha nacido ya.

Otro en otra parte. Otro ángel le vuelve a decir a este:

Levántate. Tienes que cabalgar mucho, y vete a Belén, que ha nacido el Mesías y tienes que adorarle.

¡Ay! Se levantan. ¡Ay! Los tres están en el mismo sitio. ¡Ay! Uno por un camino, otro por otro, y el otro..., llegan al mismo sitio. Se juntan los tres, se arrodillan y se dicen:

Yo voy a adorar al Mesías que ha nacido en Belén. Un Rey de los judíos.

Todos dicen lo mismo, los tres. Bueno... ¿Qué es eso que llevan? ¡Ay, qué animal! ¡Ay, es el camello! ¡Ay! Montan en él. Van por un camino. Viene un rayo de luz. Un rayo formando una letra que es una «V», y un ocho al revés. ¡Cómo siguen andando! ¡Ay!, andando eso delante. Ellos detrás. ¡Ay...! Ya llegan. ¡Ay...! ¡Madre mía! Hay un letrero que pone: «JERUSALÉN». Entran a Jerusalén. Preguntan a tres hombres vestidos con ropas de romanos que si ha nacido allí un Rey. Que van a Belén. Que dónde está Belén; por dónde se va. Entonces le dicen que allí no ha nacido ningún Rey. Uno se dice a otro:

Pregunta que dónde está Belén.

Oiga: GADA BOLLI TONIOGUAN GUAN? ... EABAN GUAN, SEGURI DEA, GUAN BIGURI BALA FORTSICHU.

No quieren que se entere ese otro. Van corriendo y dicen unos a otros que esos Reyes están preguntando que ha nacido un Rey y que es un Rey de los judíos. Entonces llega otro Rey. ¡Uy, qué feo ése...! ¡Uy, qué cara tiene! Y les pregunta:

¿Dónde vais?

Ellos responden los tres:

Vamos a adorar a un Rey.

¿Dónde está ese Rey?

Camino de Belén responden.

Id, buscadle y, cuando le hayáis encontrado, me avisáis a mí. Yo también quiero adorar a ese Rey. Yo he tenido noticias de ese Rey y quiero adorarle.

Cuando se van más para allá, les dice a los otros:

Este es el Rey que yo esperaba. Tenemos que ir a buscarle. Vete y avisa a todos los lugares que ha nacido un Rey; que hay que salir a buscarle, porque aquí no hay más Rey que yo. ¡No hay otro Rey! Díselo a todos.

¡Ay! ¡Ay, qué malo...! Ahí llegan. ¡Ay, ya entran! ¡Ay, cómo entran! Entra una luz... ¡Ay!, como si fuese un rayo. Entran ahí dentro. Ahí se arrodillan en la puerta. Sale la Virgen a buscarlos y les dice:

OS ESTABAMOS ESPERANDO.

El Rey... ¡Uy! El Rey ese se arrodilla y le coge la mano a la Virgen, se la besa y le dice:

Señora, amada Señora, Madre de David, Madre de David...

¡Ay! Pero si El no es David. ¡Vaya lío que hay ahí! ¡Ay!

Estrella de David.

¡Ay! Pero, ¿cómo va a ser, si es la Madre de ese Niño? ¿Cómo va a ser la Madre de David? ¡Ay, Reina, Madre, qué lío hay ahí...! Explícale de otro lugar, anda; de otra forma.

ESTRELLA Y MADRE DEL LINAJE DE TODOS LOS HIJOS DE DAVID.

Pero ¡vaya lío! ¡Ay!

MADRE DEL SALVADOR.

Eso sí. Y Reina, y Señora.

¡Ay, pasan dentro! ¡Ay! Tiene San José al Niño. Se arrodillan. ¡Ay!, con la cabeza en el suelo. ¡Ay! ¡Cómo le adoran...! Entonces le dicen a la Virgen:

Señora, cuánta pobreza hay en este lugar. El Niño, el Niño va a coger frío en este lugar.

La Virgen les enseña las habitaciones. Les enseña la casa. ¡Ay! ¡Menuda casa...! ¡Si es una cueva! ¡Ay, qué luz! Hay una luz. ¡Qué luz...! ¡Ay! Besan el suelo los Reyes y saludan a San José, y saludan a la Virgen. Y les dicen:

vamos a buscar posada a otro lugar. Vamos, Señora, no salga. Hay un fuerte vendaval.

Se van por el camino. Llegan a unas buenas tiendas. Compran ropa, mantas, Juguetes... ¡Ay, mandan a ése! ¡Ay! ¿Ese que es que venía con ellos? ¡Ay! Se lo dan a ése y le dicen que vaya y que lleve todos esos regalos a un Niño muy pobre que ha nacido en Belén. ¡Ay, qué contento se va a poner! Dale las mantas. ¡Ay! Llegan y le dan la ropa. Le dan la ropa a la Virgen y le dan los juguetes.

¡Uy...! ¡Cuántas cosas! ¡Pobrecito! ¡Pobrecito, qué... cuantas cosas! No tenía nada. ¡Ay, que bonito es! ¡Ay...! Coge la Virgen al Niño y le besa y le dice:

MI BIEN AMADO, DIOS, MI CREADOR, ¿ME DAS PERMISO PARA DESCANSAR?

¡Cómo le responde el Niño!

Le dice:

AMADA MÍA, MADRE PURÍSIMA, MADRE MÍA; GRACIAS POR HABERME DADO CARNE HUMANA.

La Virgen le responde:

HIJO DE MIS ENTRAÑAS, NO SOY DIGNA, SOY UN VIL GUSANO. NO SOY DIGNA DE HABERTE DADO CARNE HUMANA. ¡A DIOS, MI CREADOR, OMNIPOTENTE REY DE CIELO Y TIERRA...! LUCERO MÍO, DUERME Y DESCANSA.

¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, qué grande eres! ¡Ah..., y qué grande! ¡Ay! ¡Ay, pobrecito!

Ahora vienen otra vez. ¿Otra vez? ¡Ay! Pues ¿dónde irán ahora...? Pasan otra vez a la Cueva. Los tres, otra vez. Si ya les han llevado regalos... Llevan una caja y la descubren cuando entran. Tiene un collar y unas sortijas de diamantes; y le dice a la Virgen:

Señora Doncella, Madre del Mesías, quiero obsequiaros a Vos también. Recibid esta...

¡Uy, qué cosa! Eso es una joya. ¡Ay...!

La Virgen agacha la cabeza y le dice que Ella no recibe joyas. Que ha recibido regalos para su Hijo. Pero que Ella no quiere joyas. Que nunca se las ha puesto. ¡Nunca! Y ahora, menos todavía. La joya más grande que Dios le ha dado ha sido ser Madre de Dios su Creador. Madre de ese Niño humanado para morir por la humanidad. ¡Ay, pobrecita! ¡Ay, pobrecita!

NO QUIERO. VOS PODÉIS HACER ALGÚN REGALO A LOS POBRES; QUE EN ESTE DÍA HAY MUCHOS POBRES QUE NO TIENEN NI PARA VESTIRSE NI PARA COMER. OS LO AGRADEZCO, PERO

NO LO ACEPTO.

Lo ha metido otra vez en la caja y se lo lleva. Entonces le piden a la Santísima Virgen. ¡Ay! ¿Qué le dicen? Que les dé consejo para gobernar su país, porque quieren gobernar con las Leyes que Dios ha dado. ¡Ay! Le acerca la Virgen a la cunita del pesebre y le dice al Niño que responda El por Ella. ¡Ay! ¿Qué le dice? Que cumplan las Leyes; las Leyes que están escritas; que sin estas Leyes no habrá salvación. ¡Ay, qué contentos se ponen! ¡Ay! Besan la mano de la Virgen, se arrodillan, vuelven a agachar la cabeza en el suelo, besan el suelo, se levantan y se van. ¡Ay qué contentos! Se frotan las manos y le dice éste al otro:

¡Vaya un regalo que hemos recibido del cielo! Es el mayor regalo que nos han podido dar.

¡Ay, qué contentos! ¡Ay! ¡Pobrecito! Ya se quedan solos otra vez. ¡Uy...! ¡Qué aire más fuerte! ¡Uy...! ¡Cómo llueve! ¡Cómo cae agua! ¡Qué viento más fuerte! Da golpes en las ventanas de la Cueva. Hace mucho frío. La Virgen pone una manta sobre el Pesebre para que no tenga frío el Niño. ¡Qué viento! Sale la Virgen a la puerta de la Cueva. Pone las manos juntas, y mira al cielo y le dice a las nubes:

NUBES ENCAPOTADAS, NO DESCARGUÉIS VUESTRA IRA SOBRE UN INOCENTE, SOBRE DIOS NUESTRO CREADOR NO LE MALTRATÉIS. NO LE HAGÁIS DAÑO. ES INOCENTE. DADME A MI TODO

EL MAL QUE PUEDA VENIR DE VOSOTRAS. PERO AL NIÑO NO ME LO TOQUÉIS. ES INOCENTE. ¿QUE OS HA HECHO EL? ¿QUE OS HA HECHO EL? ¡POBRECITO! ¡POBRECITO! VOSOTROS DESCARGÁIS VUESTRA IRA POR EL PECADO. PERO NO LA DESCARGUÉIS SOBRE ESTE INOCENTE QUE NO TIENE MANCHA ALGUNA. SOBRE VUESTRA ESCLAVA Y SOBRE TODO LO QUE SEA; PERO NO... ¡POBRECITO!

¡Pobrecito! ¡Ay! Tan pequeño... ¡Ay! ¡Ay, qué sol sale! ¡Ay¡ ¡Ay..., que sol, que calor! ¡Ay¡ Vuelve a salir la Virgen y dice:

GRACIAS, PADRE MÍO, POR HABERME DADO TODO LO QUE TE HE PEDIDO. NO TE LO HE PEDIDO PARA MI, SINO PARA TU HIJO Y MÍO. GRACIAS PADRE MÍO!

¡Ay, qué buena eres! Dejadme aquí un poquito, ¿eh?, porque yo sí que no quiero irme de aquí. ¿Eh? ¡Ay, qué bien se está aquí! No me digáis que me vaya. ¡Ay! Yo no quiero irme de aquí, ¿eh? ¡Ay! Cuéntame más cosas. ¡Cuéntamelas! ¡Ay! ¡Qué grande eres! ¡Ay...!

Sí, hija mía, quiero dar ejemplo de humildad, de pobreza. Mi Hijo lo dio, hija mía. POR ESO QUIERO QUE EL MAYOR PRESENTE QUE PODÉIS OFRECER A MI HIJO ES ACERCANDOOS AL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA Y AL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN. Ese el mayor regalo, hijos míos. También te pido, hija mía, que tu mayor presente es el de la humildad. Quiero que seas humilde, muy humilde, para poder alcanzar todo esto.

¡Ay! Que yo no quiero irme otra vez allí, no; yo quiero estarme aquí. Tú sabes qué dolor cuando me veo otra vez en ese otro sitio... ¡Ay! ¡Déjame que me quede!

No te has purificado, hija mía. Todavía no estas pulida.

Amparo: ¡Ay, qué...!

Hazte pequeña, pequeña, para que subas pronto alta, muy alta. Ya te seguiré revelando mis secretos y mis misterios, como a otras almas se los he revelado. Hay muchas almas, hija mía, que este mismo secreto se lo he revelado. Por eso quiero que participen de mi alegría y de mis secretos todo el ser humano.

Pero ¿cómo se puede participar?

Con la humildad, hijos míos, con el sacrificio y con la caridad. AMAD MUCHO A VUESTROS SEMEJANTES, PARA QUE MI HIJO OS PUEDA AMAR A VOSOTROS.

Besa el suelo, hija mía, en acto de desagravio. (Pausa.) Este acto de humildad sirve, hija mía, para reparar los pecados de esas almas ingratas que no quieren hacer caso a mis avisos y que se ríen de mis avisos, hija mía. ¡Pobres almas! Aquí presentes hay muchas, hija mía. Te podría señalar con el dedo: Tú, y tú, y tú. Sois ingratos, hijos míos. ¡INGRATOS! No os rebeléis contra mis cosas, hijos míos. ¡QUE PENA ME DAIS, ALMAS MÍAS! NO QUIERO QUE OS CONDENÉIS. Aún estáis a tiempo, hijos míos. Habéis llegado a tiempo para participar en mis misterios. ¡Pobres almas! Sufre mi Corazón por ellas, hija mía, porque también son hijos míos. AUNQUE ELLOS RECHACEN A SU MADRE, SU MADRE LOS AMA CON TODO SU CORAZÓN Y CON TODAS SUS FUERZAS. Por eso os pido, hijos míos: NO RECHACÉIS ESTA LLAMADA, QUE AUN ESTÁIS A TIEMPO PARA CAMBIAR VUESTRAS VIDAS.

Y tú, hija mía, sigue ofreciéndote como víctima por la salvación de todas las almas y por estas cuatro almas más todavía hija mía. ¡Pobres almas! ¡Cuánto las ama mi Corazón! Van a tener la dicha, hija mía, de recibir la santa bendición y de recibir también los objetos bendecidos. Van a ser bendecidos, hijos míos.

Levantad todos los objetos. Todos serán bendecidos, y con gracias especiales para convertir a las almas, hijos míos. (Pausa.)

Ahora, hijos míos, todos han sido bendecidos. Os voy a dar mi santa bendición:

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos. ¡Adiós!»

(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial.)





MENSAJE DEL DÍA 6 DE ENERO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Hija mía, este día no podía faltar, mi Santa Bendición, y también quiero que participes un poco, hija mía, del Misterio, todavía no acabado ahí. Sigue diciendo lo que vas a ver.

Veo, veo que está la Santísima Virgen en la Cueva, Está San José. Está el Niño. San José le dice a la Virgen: «María, tienes que recoger las cosas que más falta te hagan para marcharnos de este lugar.»

Hay muchas cosas. La Santísima Virgen las está recogiendo.

¡Uy cuántas cosas!

Entre todas esas cosas hay tres frascos de cristal metidos en una madera.

¿Eso es lo que trajeron los Reyes? ¡Ay!, pues ¿qué hay en eso? ¡Ah!

En uno dice que hay incienso, en el otro hay mirra y en el otro hay oro. Eso se lo han ofrecido. Le dice María a José:

«COGE ESOS TRES FRASCOS. EL DE ORO LO VAMOS A REPARTIR CON LOS POBRES.»

¡Ay! ¡Cuánto oro molido! ¡Cómo brilla! ¡Uy, Madre! ¡Ay!, ¿no es oro molido eso? ¡Ay!

La Virgen coge muchos juguetes, coge las mantas, mira todo el lugar, toca el Pesebre donde está el Niño, se pone de rodillas, lo besa y le dice a San José:

«JOSÉ, YO TE OBEDECERÉ EN TODO. YO SERÉ TU ESCLAVA, LO QUE TU DIGAS HARÉ. PERO ¡QUE DOLOR SIENTE MI CORAZÓN AL DESPEDIRME DE ESTE LUGAR! ¡HAN SUCEDIDO TANTAS COSAS EN EL! TANTOS MISTERIOS HA REVELADO DIOS MI CREADOR EN ESTE LUGAR... QUE PENA SIENTE MI CORAZÓN DE ABANDONARLO.»

San José le dice: «Esposa mía, es preciso marchar lejos de aquí, hay que darle a este Niño más comodidad de la que tiene; no mucha pero por lo menos hasta que muera en la Cruz. Tenemos que darle más comodidades."

La Virgen le dice: «HACE MUCHO FRÍO. ¿DONDE VAMOS A IR?»

¿Entonces? ¡Ah!, ¡cómo entra! Entonces, ¿qué van a hacer ahí?

¡Ay! Muchos. ¡Uy, cuantos! Cuántos Ángeles. ¡Uy, muchos a este lado! Muchos niños. Hay mucha gente. ¡Uy! Lloran. ¡Uy!, ¿por qué lloran? ¡Ay, pobrecitos porque se va el Niño! La Virgen les dice:

«NO TENGÁIS CUIDADO. TENEMOS QUE MARCHAR. ASÍ ESTA ESCRITO. SEGUID EL CAMINO DE DIOS Y CUMPLID CON LAS LEYES DE MOISÉS. YO OS TENDRÉ PRESENTES.»

¡Ay, Pobrecita! Coge al Niño, le pone de rodillas, le besa los pies. ¡Ay!, otra vez le dice:

«LUCERO DE MIS ENTRAÑAS. HOSTIA VIVA EN MIS MANOS. ESTAS RECLINADO EN ESTA INDIGNA DONCELLA.»

¿Por qué dices eso? ¡Ay!, si no eres indigna. ¡Pobrecita! ¡Ay!

Besa el suelo, ¡ay! San José también. ¡Ay! (Aquí hay un silencio.) ¡Ay, Pobrecita! ¡Ay qué triste está! ¡Ay! ¿Por qué se tiene que ir de aquí? ¡Pobrecita! ¡Ay! ¿Dónde iréis ahora? ¡Ay! ¿Será mejor el sitio? ¡Ay qué pena le da...! ¡Cómo toca con la mano todo el Pesebre donde ha estado el Niño! ¡Cómo se reclina en él! Como si lo abrazase, y mira al cielo, y le dice a Dios Padre:

«DIOS PADRE OMNIPOTENTE, TENED MISERICORDIA DE MI HIJO, NO QUIERO QUE SUFRA NINGÚN TORMENTO, ES MUY PEQUEÑITO; TIEMPO TENDRÁ, PROTEGEDLE. ¡AY! MANDADME A MI.»

¡Ay, Pobrecita!

«TIEMPO TENDRÁ DE SUFRIR, ES UN INFANTE INOCENTE, NO SOY DIGNA, DIOS MI CREADOR, DE HABEROS ENGENDRADO EN MIS ENTRAÑAS ESTE NIÑO TAN PERFECTO.»

¡Ay, Pobreta!

«QUIERO QUE LO PROTEJÁIS, QUE HACE MUCHO FRÍO.»

¡Ay! ¡Ay qué frío hace!

¿Está muy lejos el camino? ¿Qué modo hay para llegar?

¡Ay! ¡Ay! Oye el Ángel que dice:

«María, fuera hay dos pollinos, cogedlos: en uno cargad todas las ropas del Infante, todas las prendas que más falta os hagan, y en el otro montad con vuestro Hijo, os llevará a Jerusalén, allí tendréis que presentar a vuestro Hijo.»

¡Ay! ¿Otra vez? ¿Qué le van hacer ahora? ¿Otra vez tiene que presentarlo? ¡Pobrecito! ¡Uy! ¡Pobrecito! ¡Ay!, déjame que te lo bese. ¡Pobrecito!, que te vas. ¡Ay, déjame! ¡Ay qué pena! ¡Ay, Pobrecito! ¿Qué te irán a hacer ahora? Vete con tu Madre. ¡Ay, Pobrecito! ¡Ay! ¡Ay!

Cómo cargan el borrico. ¡Ay!, las mantas. ¡Ay cómo lía al Niño! ¡Ay! Monta la Virgen en él. ¡Ay!, le sujeta San José al Niño. ¡Ay! Se ha echado una manta por encima. ¡Ay!, coge al Niño y el otro borrico lo ata junto al otro detrás cargado. Van andando.

¡Uy! Qué tiempo hace.

¡Ay!, van con el burro. ¿A dónde irán ahora? Pero van los Ángeles con Ellos.

¡Ay qué bien! ¡Ay!, con los Ángeles sí que vais bien.

¡Ay!, cómo toda la gente se queda ahí atrás llorando y diciendo:

«Adiós, Madre Amada. Adiós, Tierno Niño. Adiós todos.»

Cómo lloran los niños, ¡pobrecitos! ¿Cómo no van a llorar si se va? ¡Ay qué pena! Después de haber estado ahí tanto tiempo. ¡Cómo mira la Virgen para atrás! ¡Qué pena le entra ay, Dios mío! ¡Ay!, coge la mano al Niño y se la besa, y le dice:

«AMADO MÍO, -ME DAIS PERMISO PARA PODEROS BESAR EN EL ROSTRO?»

El Niño le dice:

«MADRE AMADA, HAZ DE MI LO QUE QUIERAS, TE DOY GRACIAS MADRE AMADA POR HABERME CRIADO CON ESA LECHE VIRGINAL TODAS LAS GENERACIONES TE ADORARAN, MADRE AMADA.»

¡Ay qué Grande eres! ¡Ay cuánto la quieres! ¡Ay!

Responde el Niño:

«TODO AQUEL QUE TE AME A TI, MADRE, ME AMARA A MI. NO PUEDO DECIR QUE TU Y YO SOMOS UNA MISMA COSA, PORQUE DIOS Y YO SOMOS UNA MISMA COSA, PERO TU ERES MI MADRE NATURAL. ME HAS DADO CARNE, ME HAS AMAMANTADO CON TU VIRGINAL LECHE. ¡AY!, ¡GRACIAS!»

¡Ay qué Cara más Bonita! ¡Cómo le toca la Cara la Virgen! ¡Ay qué alegría! ¡Uy!, qué Hermoso eres.

Van andando, con los dos borricos.

¡Pobrecitos!, qué largo es ese camino... ¡Ay! ¿Dónde irán tan lejos? ¡Ay!, no hay ni un árbol, ni una casa siquiera. ¡Pobrecitos! ¡Ay!, ¿estará muy lejos el camino? Anda, pregúntale a José que si está muy lejos. ¡Ay, Pobrecita! ¡Ay! Anda, pregúntaselo. ¡Ay!, ¡ay a más de dos leguas y media! ¡Ay, Pobrecito! ¿Y cuánto es eso? ¡Ay!, ¿eso es muy lejos? ¡Ay! ¿Se os va a hacer de noche? ¡Ay!, ¡ay!, ¿dónde vais a pedir, dónde os quedáis? ¡Pobrecito! ¡Ay!

A lo lejos allí hay un castillo, ¡ay! Allí pedir que os abran, ¡ay!

¡Ay!, sale un hombre. ¡Uy qué cara tiene también ése! ¡Uy, ése no tiene cara de ser bueno! Ese no os va a dejar entrar. Llamad a ver. ¡Ay!, ¡ay! Llama la Virgen y le dice:

«BUEN HOMBRE, ¿ME DAIS POSADA PARA ALBERGAR A MI HIJO DEL MAL TIEMPO Y A MI ESPOSO?»

El hombre no le hace caso. ¡Uy!, parece que está sordo. Ni caso, ¡anda que! ¡Uy! ¡Pobrecito! Díselo otra vez.

¡Uy!, le toca así un poco San José y le dice que si le puede albergar que el Niño es muy pequeñito y va a coger frío.

Ay, está sordo ese hombre, ¡ay!, sordo y tampoco ve. ¡Ay!, ¿pues qué hace ahí si está así? ¡Ay!, le coge y le mete dentro. Pues ¿cómo si no le ve? ¡Uy!, métele dentro a los dos. ¡Ay!, no lo dejes ahí. ¡Ah, bueno pues ya sale esa mujer. Esa sí que los va a entrar para dentro. Qué lumbre hay más grande. Anda, siéntalos ahí. ¡Pobrecitos!, que están heladitos de frío. En esos bancos de madera que hay ahí. ¡Pobrecitos! ¡Ay qué pena! ¡Ay Madre qué pena! Ay, ahí sí que vais a estar bien. ¡Ay!, ya entran, ¡ay! La Virgen le dice a esa señora:

«¿Es tu marido?»

Le responde: «Si Señora, es mi marido; no ve ni oye.»

¡Ay, por eso no le hacía caso! ¡Uy, pobrecito, yo que decía que era malo!

¡Ay¡, no os preocupéis, Bella Doncella, que aquí os cogeré y os cobijaré hasta que el tiempo cambie y cojáis de nuevo el camino.

Y Vosotros. ¡Ay! Pues ¿qué pasa? ¡Ay!, pero dile tú también algo. ¡Ay!, claro, porque siempre lo tiene que decir la Virgen, todo siempre, ahí tan calladito. ¡Pobrecito! ¡Ay!

«OS PROMETO -le dice la Virgen a la señora-, OS PROMETO PAGAROS ESTE GRAN FAVOR, DIOS MI CREADOR NO OS DEJARA SIN RECOMPENSA.»

¡Ay!, cómo empieza el hombre a oír... ¡Uy!, a oír. ¡Ay!, cómo ya oye, ¡ay! ¡Ay!, se arrodilla, se arrodilla ante el Niño y mira al Cielo y dice:

«Qué favor tan grande me ha otorgado el Cielo por medio de este Divino Niño. Prometo adorarle y glorificarle.»

¡Uy, cómo ve ya todo...!

¡Uy!, le dice la Virgen:

«¿NO OS DIJE QUE NO QUEDARÍAIS SIN RECOMPENSA?, DIOS SIEMPRE DA CIENTO POR UNO, Y ESTE HA SIDO VUESTRO FAVOR. HA SIDO RECOMPENSADO.»

¡Ay qué contentos! ¡Ay!, los dos se arrodillan y besan el suelo.

¡Ay qué Buena eres Tú! ¡Ay!

El hombre sale y mete a los borricos, les echa de comer y los limpia con un cepillo y les pone una manta por encima para que no cojan frío.

¡Ay!, ¡cómo ve ya!

¡Ay!, ya es la hora de salir otra vez. El día está muy bueno, no hace nada de frío. ¡Ay qué bien! Montan otra vez en el burro y se van. Llegan a una sala muy grande, hay un letrero que pone: «El Templo de Jerusalén». ¡Ay!, que hay como un tablao allí, y un altar, pero sin Virgen y sin nada y ¡no!, no hay Sagrario. ¿No hay nada ahí? Hay un altar como cuando le hicieron eso al Señor. ¡Ay!, con un pañito blanco. ¡Ay!, unas velas. ¡Ay!, pone la Virgen al Niño encima. Hay un señor muy mayor. Desde abajo hay mucha gente. Sube ese señor y coge al Niño. ¡Ay!, le abraza, le besa los pies y este señor le dice:

Pues ¿quién es ese hombre también?

¡Ay!, le dice:

«Ya se ha cumplido la profecía, ya puedo morir tranquilo. Está cumplido.»

El Niño le dice:

«TE HE LLENADO DE SABIDURIA. ¡AY! ESTA SABIDURIA, QUE LA EMPLEES PARA HACER EL BIEN EN TODAS LAS NACIONES DONDE TE ENCUENTRES.»

¡Ay!, pues ¿quién es? ¡Ay!, ¿cómo se llama? ¿Salomón? ¡y!, ¿quién es ése? ¿Un rey también? ¡Ay, pero ese que lee! ¡Ay!, ¡ay!, pues ¿qué le pasa? ¡Ah!, ¿que es el hombre más sabio? ¡Ay, pues qué bien! ¡Ay, cuántas cosas!

Hay mucha gente. ¿Y esos hombres vestidos de cobra~? ¡Ay!, ¿también los Angeles están ahí? ¿En todos los lugares? ¡Ay qué cosas...! ¿Eh? ¡Uy! ¡Cuántas cosas! ¡Ay, Madre mía, qué Buena eres! ¿Eh? Con tu Hijo. ¿Eh? ¡Ay, qué Buena! ¡Ay!, ahí se ponen a leer un Libro. ¡Ay!, las Leyes que hay que cumplirlas, las Leyes en el Templo.

¡Ay cuántas cosas! Yo quiero que me las enseñes así para entenderlas, porque si no es que no me entero, ¿eh? ahora, ¿dónde vas a ir, cuando salgas de ahí a dónde vas a ir? ¡Ay!, llama a José, la Virgen le llama. Está ese hombre que ha dicho eso, ese que es Rey. Hay muchos hombres muchos, y sacerdotes también, y le dice la Virgen a San José:

JOSE, CUANDO SEA TU VOLUNTAD DE MARCHAR, AQUI ESTA TU SUMISA ESCLAVA.»

San José le dice:

«Hay que marchar para Nazaret.»

¿Otra vez a otro sitio? ¡Pues anda que no paran, ¡pobrecitos!

¡Ay!, y le dicen que dónde está Nazaret los que hay ahí, que dónde van, a qué parte, y dice que a la parte de Palestina.

¡Ay cuántas cosas!

¡Ay¡ otra vez la Virgen se pone de rodillas ante el Niño, y le dice:

«DIOS MIO, LUCERO MIO, CUANTO TE AMO, PERO POR ENCIMA DE MI AMOR ESTA EL DE DIOS. QUE SE HAGA SU VOLUNTAD EN TODO LA TUYA.» Vamos a marchar Rey mío.

¡Ay!, ¡ay! Pobrecito, otra vez para allá.

Tendremos que cumplir las Leyes, dar ejemplo para la humanidad.

¡Ay! ¿por qué tenéis que cumplir Vosotros eso, si sois quien sois?

Por eso hija mía, porque somos quien somos, tenemos que dar ejemplo, de humildad y de obediencia, y con la humudad, hija mía, se podrá conseguir todo.

Por eso os pido, hijos míos, quiero que seáis pequeñitos, pequeñitos como este Niño, para poder llegar altos, muy altos. Sí hijos míos, la humildad es muy importante para la salvación.

Os voy a dar mi Santa Bendición, con el privilegio de bendecir los objetos. Levantad todos los objetos. (Pausa.)

¡Ay! ¿Esto?

Tienen una bendición muy especial.

Os bendigo hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos, adiós.»

(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial.)





MENSAJE DEL DÍA 12 DE ENERO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Hija mía, quiero revelarte el misterio que sigue:

Estás preocupada, hija mía. Ya te dije que los misterios del cielo no hay nadie que los comprenda.

Te extraña, hija mía, que Salomón esté en el Templo cuando nace mi Hijo. También estuvo presente en la mente de Yahve, porque El le prometió que no moriría sin ver a Yahvé hecho hombre.

Puso toda su sabiduría en construir un templo para Yahvé, todas sus riquezas, el oro, la plata, ¡todo!, lo invirtió en el Templo para agradar a Yahvé. Por eso fue recompensado y antes de su muerte, permitió Dios Padre que viese el misterio de la Presentación en el Templo.

También prometió que todo aquel que fuese a pedir perdón al Templo y a purificarse, sería perdonado.

Por eso Dios no iba a permitir, aunque mucho pecó, que se condenase, hija mía.

Hay otros misterios más grandes.

(Habla Amparo):

¿Otra vez ahí? ¡Ay!, otra vez en ese templo, ¡ay!, ¿pues no te habías ido? ¡Ay! ¡Ay! ¡Cómo pasan otra vez!, ¡ay!, pero éste es otro sitio, pero pasan por el mismo sitio. ¡Ay! Otro «lao», ¡ay! Hay gente ahí abajo.

Va con el Niño la Virgen, ¡ay!, se mete ahí. Está por todos los sitios, ¡cómo busca donde ponerse! ¡Ay!, se pone ahí atrás del todo. ¡Ay!, pero ahí tan atrás. ¡Ay!, con el Niño en brazos. Sigue rezando.

¡Ay! Entra un hombre vestido con eso «colorao», ¡ay!, muy mayor también, ¡ay! ¿Cómo se llama ése? ¡Ay! Se arrodilla donde está la Virgen, ¡cómo le toca la mano al Niño! ¡Ay!, ése es, ese Simeón. ¡Ay! Está de rodillas y da gracias a Dios Padre por haberle permitido ver al Niño. ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay! Miran para arriba. La voz ésa de arriba dice:

Salid todos los que estáis en el Limbo, los Profetas, Joaquín y Ana, todos los justos, todos los mártires, ¡todos! Poneos en este Templo y adorad a Dios.

¡Ay, cuántos salen!, ¡Ay! ¡Ay! ¡Cómo se mueve todo!, como si salieran de algún... ¡Ay, cómo salen!

Todos están de rodillas, ¡todos! ¡Ay! ¡cómo se ponen con las manos juntas! Miran al cielo y dicen todos juntos:

Gracias Dios Creador del mundo y del hombre. Te damos gracias por habernos permitido ver al Infante en las manos de esta Doncella, su Madre.

¡Ay, qué cosas se ven ahí! ¡Ay! La Virgen mira al cielo. ¡Ay! se inclina con la cabeza «pa» bajo. ¡Ay! San José también. Todos esos también. (Amparo se inclina poniendo la cabeza en el suelo) ¡Ay! Están con las manos juntas. ¡Qué cosas! ¡Ay! Este también está ahí, ése que ha subido. ¡Ay, qué grande eres! Tiene al Niño la Virgen en brazos, y la voz dice:

Este es ¡Ay! mi Hijo, mi Hijo amado y en El tengo puestas todas mis confianzas; todas mis confianzas las dejo en El, todo lo dejaré en sus manos.

¡Ay, qué grande eres! ¡Ay!

(La Virgen dice:)

Gracias, Padre Celestial, Yo soy vuestra esclava, haced de mi Hijo y del Vuestro lo que queráis.

(Dice Amparo):

¡Ay, qué grande eres! ¡Ay! ¡Ay! Todos bajan la cabeza y la ponen en el suelo. (Amparo hace lo mismo).

Gracias, Dios Creador y Salvador del hombre, te damos gracias por habernos presentado al Salvador del mundo.

(Amparo):

¡Ay! Se acerca, ¡ay!, se acerca la..., ¡Ay!, pero, ¿si estaba en otro sitio?, ¡ay! Esa es..., ay!, ésa es la madre de la Virgen, y ése es Joaquín. ¡Ay! Se arrodillan ante el Niño, agachan la cabeza para abajo y se marchan todos.

Vuelve a decir la voz:

Otra vez os mando «transitaros».

(Amparo):

¡Ay, todos! ¡Ay, todos otra vez se van, ¡Ay! ¡Ay!, Madre mía! La Virgen se queda ahí con San José, ¡ay! mira «pa riba», pone al Niño entre las manos para arriba y lo ofrece a Dios Padre:

Dios Padre, te ofrezco a tu Unigénito y al mío, haz lo que quieras, pero protégele; es muy pequeño.

(Contesta la voz):

No, María, todavía no ha llegado el momento.

(Amparo):

¡Ay! ¡Ay, Madre mía, qué grande eres! ¡Ay! ¡Ay, qué están de rodillas! ¡Ay! Coge San José a la Virgen, la levanta. ¡Ay! Se van, ¡ay! Ese también, ¡ay!, ¿se que es Simeón también sale con Ella.

Hay muchos ángeles, ¡cuántos hay! ¡Ay, se van! ¡Ay, Madre mía! Van a ver otro sitio, se arrodilla la Virgen en él; llama a José:

José vamos a ofrecer al Niño tu y Yo.

(Amparo):

San José está ahí, mirando para arriba. Los ángeles están ahí, pero como nosotros ahí. ¡Ay, lo que van a hacer!, ¡cómo cantan!, ¡Ay, todos juntos!, están cantando, ¡Qué luz entra por ahí a los brazos de la Virgen!, ¡qué luz! ¡Ay!

Todo se queda iluminado, todo ahí. Entonces, ¡ay! ¿qué estás haciendo?, ¿qué te dice? ¡Ay!, ¿qué dice ese hombre? ¡Ay! ¿Qué le dice?

María, he tenido un sueño y he visto al Infante azotado, maltratado ¡Oh! y muerto en una cruz ¡Ay!

La Virgen se coge así el pecho ocultando al Niño. ¡Ay! ¡Ay! Y dice:

Simeón, es preciso que muera mi Hijo para la redención del mundo, También me ha sido revelado a Mí este misterio.

(Amparo):

¡Pobrecita! ¡Ay!

Se acerca San José. La Virgen llora. ¡Cómo llora!, pobrecita! ¡Cómo le contesta el Niño! Le dice:

Madre amada, enjuga tus lágrimas; sabes Tú que Soy víctima de la humanidad.

¡Lucero mío de mis entrañas!, ¡Cómo va a morir la víctima inocente!, ¡pobre Hijo mío! ¡Pobre Hijo mío!

(Amparo):

¡Qué pena!, pobrecita, ¡cómo lo aprieta! ¡Ay!, mira para arriba y dice:

Dios Eterno, mi Creador, aquí estoy. Aquí tienes a Tu Esclava, haz lo que quieras conmigo, pero ¡no dañes todavía a mi Hijo!

(Amparo):

¡Ay, qué cosas!, ¡ay, pobrecito como le mira! Le limpia las lágrimas a la Virgen, ¡tan pequeñito como eres! (Amparo llora), ¡pobrecito!

¡Ay! Va la Virgen, se arrimara al altar, ¡ay!, se pone de rodillas con su Hijo, le acaricia. Va San José a por Ella, la levanta y le dice:

Esposa mía, tenemos que marchar, es preciso marchar.

Mañana volveremos otra vez.

(Amparo):

¡Qué pena!

Coge a la Virgen, la saca. ¡Cuánta gente!, ¡cuántos! ¡Cómo los miran! ¡Ay! Todos esos de colorao, ¿quién son esos? ¡Ah!, ¿los sacerdotes?, ¿también ahí? Pobrecitos, ¿dónde irán ahora?, bueno. Ahí a la salida, ¿dónde váis?, ¡ay, pobrecitos otra vez! Mañana vuelven ahí otra vez, ¡ay, cuánto sufre, pobrecita!

Salen todos juntos, todos a la puerta. ¡Qué grande es eso! ¡Oh, qué grande! Con el Niño en brazos salen. ¡Ay! se van para allá, entran en una casa ¡ay! Suben. Hay una habitación con una cama y una cuna. ¡Ay, ya tienes cuna! ¡Ay! ¡Ay, Madre mía, qué grande eres Tú! ¡Ay! se sientan, ¡ay! Le dice la Virgen:

José, retírate, tengo que amamantar al Niño. Amado mío, retírate.

(Amparo):

Inclina la cabeza José y dice, ¡Ah! ¿qué dice?:

Esposa mía y Paloma mía, me voy a retirar.

Inclina la cabeza ¡ay!, se sale. Va a darle de comer al Niño, ¡Ay, pobrecito!, ¡cómo acaricia la Virgen la cara!, ¡Ay! ¡Ay, Madre mía, cómo le miras!, ¡Pobrecito! ¿Eh? ¡Ay!

Aliméntate, Hijo mío, Lucero de mis entrañas, aliméntate y fortalécete. Tienes que estar fuerte. Te esperan muchos tormentos.

(Amparo):

¡Pobre! (llora Amparo y habla el Niño):

Madre, Señora mía, no lloréis, secaos vuestras lágrimas.

(Amparo):

¡Cómo llora!, ¡Pobrecita!

Lo acuesta en la cuna. Ya lo tiene en la cuna, ¡pobrecita! Entra San José y la Virgen que le dice:

José, trae un poco de alimento para poder alimentar a mi Hijo con mi sustento.

(Amparo):

¡Ay! Le trae una bandeja con comida ese. Ay, qué grande eres!, ¡Ay! Come, come. ¡Ay, cómo bendicen la mesa!, ¡ay!, ¡si no hay mesa!, pero la bendicen. Besan el suelo antes de comer:

Dios Omnipotente, Te damos gracias por este sustento que nos has dado. Te damos gracias por la vida que nos has dado, y Yo te doy gracias por haber encarnado este Hijo dentro de mis entrañas. Te doy gracias Padre Eterno.

(Amparo):

¡Ay! Parten el pan y se ponen a comer. ¡Ay, qué grande! ¡Ay!

(La Santísima Virgen):

Sí, hija mía, tenéis que dar gracias por el sustento de cada día, por la vida que Dios os ha dado, por todos, por todo lo que os ha dado Dios.

(Dice Amparo): ¡Ay!

(Continúa la Virgen):

Con humildad, hijos míos, con humildad os pido que deis gracias al Creador.

(Amparo):

¡Ay, qué grande eres!

(La Santísima Virgen):

Cada minuto de vuestra vida, cada alimento que recibáis en vuestro cuerpo, dad gracias, hijos míos, a Dios vuestro Creador.

Hijos míos, os quiero humildes, humildes, muy humildes, para poder subir al cielo.

(Amparo):

¡Ay, qué grande!

(La Santísima Virgen):

Y a ti hija mía, te seguiré revelando el misterio.

Voy a bendecir todos los objetos. Levantad todos los objetos, hijos míos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos, ¡Adiós!





MENSAJE DEL DÍA 13 DE ENERO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

Hija mía, voy a seguir revelándote otro Misterio. (Pausa). Di lo que ves, hija mía.

(Dice Amparo):

Veo otra vez a la Virgen. Está en el Templo. Está orando allí con el Niño en brazos; con San José también. ¡Cuántos ángeles! Están con las manos juntas mirando al cielo, ofreciendo a su Hijo. También le dice a José: (La Virgen):

José, nos vamos a quedar durante nueve días orando en el Templo y ofreciendo nuestro Hijo, mío natural y tuyo adoptivo; ofreciéndolo a Dios Padre.

(Habla Amparo):

Están orando los dos. San José con la cabeza en el suelo; la Virgen con el Niño en brazos mirando al cielo. Están en otro sitio, no están en el otro. ¡Ay, ahí en el altar, hay ángeles como si fuesen de oro al lado de eso que hay ahí. También hay: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce; doce vacas de oro en ese altar. ¡Ay, cuanto oro hay ahí! También hay leones. ¡Ay cuanto! ¡y qué bonito es eso! ¡qué grande! ¡Cuanto oro; y hay también diamantes! Ahí enfrente a la pared ésa. ¡Ay, cuántos!

¡Ay! Están de rodillas, los ángeles están cantando ¡Ay! Se abre otra vez ese ruido, y se oye la voz que le dice:

María, tendrás que marchar. No podrás estar aquí más tiempo.

¡Ay, pobrecita! Pues ¿dónde se va a ir ahora? ¡Ay! Ella responde:

Soy vuestra Esclava, hágase vuestra Voluntad.

(Amparo):

¡Ay! Se van a levantar. ¡Ay,cómo la coge San José! La levanta. Salen del Templo. Los ángeles salen con ellos por esa parte. Salen a la calle ¿Dónde irán ahora? Vuelven a ir por esa calle. Van a donde estaban antes...

Hay una mujer con una niña en la puerta; una niña paralítica, ¡ay, pobrecita! ¡Qué cara tiene! ¡Ay! ¿Qué le pasa? echa espuma por la boca, ¡Ay!, ¡si es la mujer de ahí, de la posada! ¡Ay! Toca a la Virgen, ¡Ay, pobre niña! La toca esa mujer: ¡Ay! Le dice la Virgen:

Esta hija, ¿es vuestra? Le dice a la mujer:

Sí Señora, amada Doncella, es mi hija. Tiene epilepsia y está paralítica. ¡Ay, pobrecita! Y mi esposo también está muy enfermo. ¡Ay, pobre también! Le dice la Virgen:

Buena mujer, ¿Qué le pasa a tu esposo?

También está muy enfermo. Entrad.

Entran para dentro. ¡Ay! La Virgen coge al Niño. Le mira. Le dice:

Amado mío, ¿Dáis permiso para echar a ese enemigo de esa pobre doncella? La está martirizando.

¡Ay, pobrecita! pues, ¿qué tiene? ¡Ay! la Virgen le dice:

Entrad dentro

(Amparo):

¡Ay! (sigue la Virgen):

Llamad a vuestro esposo.

(Amparo)

¡Ay! ¿Qué van a hacer? Dice la Virgen:

Os ruego salgáis inmediatamente de ese cuerpo, en nombre de Jesús. ¡Salid fuera, a la profundidad de los infiernos!

¡Ay, lo que sale!, ¡Ay! ¡Cómo sale! ¡Ay, pobrecita! ¡Ay! ¡Ay! ¡Esos son demonios! ¡Ay, pobrecita! ¡Ay! (Y les dice la Virgen):

Y vosotros adorad a Dios, vuestro Salvador; no adoréis a dioses falsos ¡Andad!

¡Ay! Ya anda la niña. ¡Ay, qué grande eres; qué grande eres! ¡Ay, cómo anda! ¡Ay, cómo anda! ¡Y el hombre está bueno!

¡Ay, qué pena! ¿Cómo tendrán eso dentro? ¡Pobrecitos! ¡Ay! ¡Ay, pobrecitos! (Vuelve a decir la Virgen):

Marchaos de aquí, ¡no volváis a apoderaros de esta doncella!

¡Ay, cómo corren! ¡Qué malvados sois! ¡Ay, pobrecita, cómo estaba!

La mujer le da las gracias ¡pobrecita! Pone la cabeza en el suelo y le da las gracias. ¡Ay, qué está... Pobrecita! ¡pobrecita! Ahora, ¿Qué vas a hacer? ¿A ver? ¡Ay! ¿Qué le dice? ¡Ay! ¡Cómo te besa la mano la mujer!

Gracias -le dice-, ¡gracias amada Doncella, por estos favores que me habéis otorgado!

¡Ay, pobrecita! Ya tiene a su hija buena y a su marido ¡Ay! ¿ya se van?

Se van pa dentro con el Niño en brazos. Se van a la habitación ¡Ay! Ya se sientan ahí. ¡Cómo están rezando! ¡Ay, siempre rezando con las manos juntas!

San José pone la cabeza en el suelo y da gracias a Dios Padre por haberle otorgado ser esposo de María.

¡Ay, qué grande eres, Ay! Ahora ¿Qué vás a hacer? ¡Ay! Están echando al Niño ahí ¡Cómo le ponen los pañales!

¡Ay! Beben algo líquido ¡ay! Como si fuese un vaso de leche ¡Ay! San José se va a la habitación; se acuesta; y la Virgen está orando de rodillas; está orando. ¿Porqué no descansas Tú también? ¡Pobrecita!

¡Ay, qué viene una luz a esa habitación! Una luz y un ruido. Pero ¿Qué es eso? ¡Ay! Un ángel también ¡Ay! ¿que le dice?:

Levantad José. Coged a María y a su Hijo y huid a Egipto. Herodes está buscando al Niño para matarle. Huid y estad allí hasta que yo os avise.

¡Ay! se levanta corriendo, llega y le dice:

María, tenemos que marchar. He tenido un aviso de que Herodes quiere matar a tu Hijo.

¡Ay! María le dice:

José, ya lo sabía. Ese Misterio también me lo había revelado Dios, mi Creador. (Le dice San José):

Tenemos que huir. Coge la ropita del Niño. Vámonos lejos, muy lejos.

¡Ay, pobrecita, otra vez! Ella coge al Niño. Coge la ropa ¡Ay! y se van ¡pobrecitos, otra vez! Otra vez con el Niño y con los borricos, ¡Ay!

Pone ahí un letrero que pone: «Belén» -¡Ay! ¿Belén?- Se van por ese camino ¡Ay, pobrecitos otra vez! Van andando, andando.

La Virgen ¡Cómo hace oración en el borrico mirando al cielo, ay! ¡Cómo le dice al Niño! ¡Ay, pobrecito! ¿Qué le dice? Llama a José, le dice:

Deteneos, que nos va a bendecir nuestro Redentor. Nos ha dado permiso para bendecirnos.

¡Ay! Se baja la Virgen al suelo. Se arrodillan, y el Nino ¡Cómo hace con la mano una bendición! ¡Ay, tan pequeño los bendice! ¡Ay! Se santiguan. ¡Ay! Le dice la Virgen:

Jósé, ya estamos bendecidos, no tenemos que tener miedo a nadie, con nosotros va Dios Encarnado. ¿Quién puede matarte, Bien mío? ¿Quién puede desear tu muerte? Cuando Tú des la vida por todos para que participen de tu Reino. ¿Quién es capaz, Bien mío? ¡Lucero mío, de mis entrañas! ¿Quién es tan malvado para matarte y querer tal?

¡Ay, pobrecito! ¡Ay, pobrecito! Ay le limpia la Virgen. ¡Ay, cómo le limpia con sus Manos la cara de su Madre ¡Ay, como la limpia, pobrecito, tan pequeño! ¡Ay!, pero, ¿Quién te querrá matar a Ti mi Bien? ¡Ay, pobrecito!

¡Huy! si es para ahí. ¿Ahí está donde nació? ¡Ay, eso es! Hay muchos ángeles allí. ¡Ay, si van otra vez allí! ¡Ay! ¡Huy, que no!

¡Ay, cómo mira la Virgen a ese sitio! ¡Ay, si es donde nació! ¡Ay, Vienen los ángeles, bueno, vienen al camino, se arrodillan y cantan ¡Ay, ay! cómo le dice:

María -le dice José- sé que te agradaría acercarte a ese lugar donde se ha humanado el Verbo, pero no podemos. Es preciso salir y no pararnos en ningún lugar.

¡Ay! Ahí están los ángeles. ¡Ay! Le dice la Virgen.

Sí, José, soy tu humilde esclava, lo que vos queráis, haré. Van andando pobrecita, ¡cómo mira! ¡Ay, cómo lleva al Niño, cómo le aprieta! ¡Ay, qué grande! ¡Ay, ay! Van andando andando. ¡Uy!, le dice María a José:

José, cerca está la ciudad donde está mi prima Isabel, ¡cuánto me agradaría visitarla y darle el recado de que quieren matar al Verbo humanado! ¡Ay!

José le dice:

María, sé que sientes un gran dolor cuando te diga que no puedes visitarla. Es preciso seguir el camino y no pararnos.

¡Ah! Viene un ángel. Le dice la Virgen:

Acercáos donde Isabel y decidle que vamos camino de Egipto, que Herodes quiere matar al Niño, que tenga cuidado y que preserve, ¡preserve a Juan, que también querrán matarle!

¡También, pobrecito! ¡Ay, ay!

Decidle que mi Corazón siente un gran dolor no poder visitarla. Pero es preciso no pararse.

¡Ay! Se va el ángel. ¡Ay! Le dice la Virgen:

José, seguid adelante, vuestra sumisa esclava está a vuestros pies.

¡Ay, qué grande eres! ¡Qué buena eres! ¡Cómo aprieta al Niño, pobrecita! ¡Cómo mira! Va rezando y va besando al Niño ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay!

¡Cómo va allí el ángel! ¡Ay! Viene por ahí con uno. ¡Ay, si parece que vienen en el aire! ¡Ay! Ya llegan ¡Cómo van a cogerlos, ay! Ese trae unas alforjas, ¡Oh! ¿Qué es eso? ¡Uy, cuantas cosas!

¡Ay! Ya llegan ¡Ay! Es un hombre. ¡Ay, cómo le da las cosas!:

Tomad, bella Doncella, vuestra prima me ha ordenado que os traiga todas estas cosas: comida, ropa, para que podáis proteger a vuestro Hijo del frío y podáis alimentaros.

¡Ay! trae tela. ¡Ay, de esas piezas! y comida. Lo coge San José ¡Ay! Lo pone en el borrico. ¡Cómo se va éste! Les dice:

Dadme vuestra bendición Señora, y pido también la bendición del Infante.

El Niño levanta la mano y hace una cruz en su frente,

¡Ay, qué bueno eres!- y le dice (La Virgen):

No digáis a nadie que Nos habéis visto por este lugar, porque Herodes nos buscará para matar al Hijo.

El le dice:

Estad tranquila, amada Doncella, no diré nada. Desde este momento, para mi...

¡Bueno, cómo se va! ¡Ay! Se van para adelante. ¡Ay, qué aire y qué frío! ¡Pobrecitos, ay! ¿Qué dice la Virgen?

José, hay que descansar, estáis agotado.

¿Y Vos, amada Señora, esposa mía? También estáis cansada. Tenéis que descansar.

¡Ay! Se meten por ese camino. Se ponen así en el suelo, en una cueva de piedra. Se refugian ahí. ¡Ay! ¡Ay, qué pobrecitos! ¡Qué pobreza! ¡Ay! ¡Ay, qué pena! ¿Cómo pueden estar ahí tan pobres? ¡Ay, pobrecitos! ¿Dónde vais a ir ahora? ¡ay!, ¿Qué dice la Virgen?:

Descansad José, estáis rendido.

Se pone a rezar, ¡pobrecita, siempre rezando! y ¿cuándo vas a descansar Tú? ¡Ay! Se echa en la piedra José y Ella se queda con el Niño, ¡Ay, sin una casa y sin nada donde ponerse!



LA VIRGEN:

Sí, hija mía. ¡Cúantas veces! dijo mi Hijo, que el Hijo de Dios no tenía en donde reclinar la cabeza.

Aprended, hijos míos, aprended en la pobreza.

Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde, para que puedas alcanzar el cielo.

Voy a bendeciros, hijos míos, pero antes, os voy a bendecir los objetos.

Levantad todos los objetos. (Pausa). Todos han sido bendecidos con gracias especiales, hijos míos.

También te digo, hija mía, que te seguiré revelando los Misterios aquí ocultos para ti.

Ahora os voy a dar mi bendición, hijos míos.

Os bendigo, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos, adiós.

(Se oye en la cinta: «¡Adiós, Reina del cielo! ¡Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Adiós!





MENSAJE DEL DÍA 2 DE FEBRERO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



"Mirad el sol. (La Santísima Virgen hace un largo silencio mientras los asistentes observan el milagro del sol). Hija mía, aún viendo, ¡cúantas almas ingratas!; aún viendo, hija mía, no creerán. ¡Pobres almas, hija mía!

Mirad hijos míos, qué maravillas, vienen del Universo hija mía: los colores de las Moradas, hija mía.

HOY ESTE MENSAJE, HIJOS MÍOS, VA A SER PARA LAS ALMAS CONSAGRADAS.

Hijos míos (estas dos palabras las acentúa mucho la Santísima Virgen), no ofendáis más a mi Hijo, ni aflijáis más su Corazón. Mi Corazón está muy afligido, hijos míos, por las almas consagradas que no cumplen. Hijos míos, poneos a bien con Dios y preparaos; habéis abandonado, hijos míos, el camino..., el camino del Evangelio, y habéis expuesto vuestros cuerpos a los placeres del mundo. ¡Pobres almas! Convertíos, que estáis dando muy mal ejemplo al ser humano, hijos míos. Lo que más daña mi Corazón es los pecados de las almas consagradas: los pecados de impureza, hijos míos. Por eso os pido, que frenéis vuestras culpas, vuestros vicios, y os dediquéis al camino del Evangelio.

Hijos míos, habéis abandonado a Cristo; no tenéis fe, hijos míos. ¡Pobres almas! Han abandonado ei distintivo de sacerdotes, para ponerse, hijos míos, en el camino del enemigo. El distintivo era la sotana, que los frenaba de muchos pecados, hija mia. ¡Pobres almas! No son legales con Cristo, son fariseos hipócritas. Mi Hijo no quiere fariseos ni hipócritas, quiere almas puras, que se entreguen, para publicar la palabra de Dios. Por eso os pido:

AUN ESTAIS A TIEMPO HIJOS MIOS, AUN ESTAIS A TIEMPO, QUE LA MISERICORDIA DE DIOS ES MUY GRANDE; PERO SU JUSTICIA ES TERRIBLE, HIJOS MIOS.

También os pido, que las almas consagradas TIENEN QUE VIVIR LA POBREZA, HIJOS MIOS, LA POBREZA COMO CRISTO. CRISTO NO TENÍA NI UNA TUNICA DE REPUESTO, HIJOS MÍOS.

VIVIS COMO EL RICO AVARIENTO, Y NOS OS ACORDAIS DE DAR LAS MIGAJAS A LOS POBRES.

¡Pobres almas, hijos míos!

¡LAS AMA TANTO MI CORAZON. . .! ¡TANTO. . .! ¡TANTO! ¡Y QUE MAL CORRESPONDEN A ESTE AMOR!

Refugiaos, hijos míos, en mi Inmaculado Corazón, que ¿él os protegerá de las imnpurezas, hijos míos. Imitad a vuestra Madre:

SED POBRES, HUMILDES, HIJOS MÍOS, QUE LAS ALMAS CONSAGRADAS, SEAN MODELO DE PERFECCION PARA LOS HOMBRES.

Yo tuve la dicha, hijos míos, de tener a Cristo en mis manos; pero ¿y vosotros, hijos míos, que diariamente tocáis el Cuerpo de Cristo? No sois leales, hijos míos, habéis perdido la fe, y no sois leales en celebrar los Santos Misterios de la Misa. Estáis dañando muchas almas. Por eso os pido, hijos míos, que os corrijáis de vuestros vicios, y os pongáis a bien con Dios. Hay mucha necesidad de hombres santos, hijos míos.

¡Pobres almas, hija mía!, cómo el enemigo los ha introducido como corderos, en el matadero de su infierno. Pide mucho por ellos, hija mía; haz mucho sacrificio, porque ¡me dan tanta pena esas almas...!, porque mi Corazón ¡las ama tanto...! ¡Qué espada de dolor tengo dentro del Corazón por ellos, hija mía, y qué afligido está mi Corazón!

LES PIDO QUE ME DEN UN POCO DE CONSUELO Y QUE CONSUELEN A MI HIJO.

¡Pobres almas, hija mía!

Besa el suelo, hija mía, por las almas consagradas. (Pausa.) Por esas pobres almas que están tan necesitadas, hija mía, de oración y de sacrificio, porque ellas han abandonado la oracion, y el enemigo se ha apoderado de sus almas. Pedid por ellas, para que vuelvan al camino del Evangelio. ¡Pobres almas, hijos míos! NO LOS CRITIQUEIS. PEDID POR ELLOS, porque son almas MUY QUERIDAS DE MI CORAZON.

Y tú, hija mía, te pido que te hagas muy pequeña, muy pequeña, para hacerte alta, muy alta.

También hoy es un día muy especial para daros una Santa Bendición, con una bendición especial hijos míos, y esas bendiciones servirán para las almas consagradas, para que vuelvan al camino del Evangelio, hijos míos.

Todos tenéis que ayudar, todos, hijos míos, porque todos sois hijos míos, y todos sois herederos de la Gloria de Cristo; por eso tenéis que ayudar con vuestros sacrificios y con vuestras oraciones a esas pobres almas.

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos. (Pausa.) Todos han sido bendecidos, con unas bendiciones especiales.

¡Cúantos curiosos, hija mía, vienen a este lugar! Pero no te preocupe esos curiosos, hija mía, porque dentro de sus almas hay algo que los llama, hija mia.

Pero puede a veces el enemigo más.

¡Ah, hija mía! Son ellas, no es el enemigo, ellas que rechazan la gracia; esas pobres almas, que están necesitadas de que se les hable de mi Hijo, hija mía. Hablad de Cristo, y no os avergoncéis, por todos los rincones de la Tierra. No os avergoncéis, hijos míos, porque el Padre Celestial se avergonzará de vosotros, ante sus Angeles, como os avergoncéis de Cristo en la Tierra.

Que nadie, hijos míos, ¡nadie!, os confunda. Seguid adelante, y publicad por todos los rincones de la Tierra la palabra de Cristo.

Hijos míos, sed humildes, muy humildes, para poder conseguir el cielo. ¡Cuántas almas creen que todo se acaba en la Tierra! No, hijos míos; cuántas veces he dicho: ¿Qué significado tiene el ser humano en la Tierra, si no fuese porque hay otra gloria, para gozar en ella, hijos míos? Por eso os pido: QUE AQUI NO SE ACABA TODO. Aquí se acaba todo, pero luego hay una eternidad. Pensad, siempre, LA ETERNIDAD, LA ETERNIDAD. (Acentúa mucho la Santísima Virgen estas dos palabras.) Vale la pena sufrir, hijos míos, y vale la pena hacer sacrificio, para conseguir la Eternidad. Pobres almas, esas almas que están llenas de tinieblas, ¡lo que les espera, hijos míos!, porque ya he dicho que Dios es muy misericordioso, pero es muy justo, y dará a cada uno según sus obras, hijos mios.

¡Adiós, hijos míos! ¡Adiós!

(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial.)





MENSAJE DEL DÍA 2 DE MARZO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:



«Ay, hija mía, estás triste, mi Corazón también está triste porque los hombres siguen en la obstinación del pecado. En los hogares, hija mía, se pelean los hijos con los padres, los padres con los hijos, hermano contra hermana, hermana contra hermano, suegra contra nuera, nuera contra suegra. Hacen ellos mismos la guerra, hijos míos, se odian, hija mía, se odian, no quieren paz, quieren guerra. Por eso te pido, hija mía, que hagas mucha oración, la oración lo puede todo.

No te abandones, haz sacrificio, sacrificio y penitencia, hija mía. Piensa que aunque hay muchas almas que aún no se han convertido, hay otras muchas, hija mía, que están convertidas, han llamado a nuestros Corazones y nuestros Corazones han abierto la puerta de par en par, para que entren en ellos, hija mía. Por eso te pido oración, acompañado de sacrificio. ¡Pobres almas, hija mía!

Besa el suelo, hija mía, por todos los pecadores del mundo... (Amparo y muchos de los presentes besan el suelo), por todos, hija mía, porque todos sois hijos míos.

Vas a ver a mi Hijo, hija mía. (Al hablar ahora por Jesús, cambia el tono de voz haciéndose más imperioso, más fuerte):



EL SEÑOR:

Luz, ¿por qué estás triste? ¡Cuántas veces te he dicho que el discípulo no es más que el maestro! Piensa, hija mía, que a mí, siendo el Maestro, no me honraron en mi tierra; tú no eres más que Yo, hija mía, pero también piensa que Yo te llamé y tú oíste mi voz, y te mudé a mi rebaño, y nadie, nadie podrá arrebatarte de mis manos. ¡Pobres almas, hija mía! Aquellos que quieran destruir mi obra, ¡pobres almas! También, hija mía, aquellos que cierran el reino de Dios a los hombres, que no están en él, ni dejan entrar a todos aquellos que quisieran entrar, induciéndoles a no creer en Mí, hija mía. ¡Cuántas almas, hija mía, son fariseos hipócritas, que estáis por fuera muy limpios y por dentro estáis sucios!

Yo hice el cuerpo del exterior y del interior igual, por eso quiero que hagáis el cuerpo igual dentro que fuera, lo lavéis.

Tú ya sabes, hija mía, los que quieren destruir mi obra, ¡son serpientes, raza de víboras! Que no miráis vuestra viga en vuestro ojo y queréis quitar la paja en el ojo ajeno; quitad primero vuestra viga y luego quitad la paja del ojo ajeno.

Para Mí, hija mía, no estés triste, tu conversión lo mismo me da después que antes, para Mí los últimos son los primeros. ¿Quién sois vosotros para juzgar? Sólo Uno os juzgará, que será vuestro Padre Celestial.

Hija mía, refúgiate en nuestros Corazones, que si tú no te sales de Ellos, Ellos no te abandonarán. Estás en mi rebaño, y Yo soy el pastor, piensa que di la vida por todas mis ovejas, y, si tengo noventa y nueve, y una de ellas se me descarría, dejo todo el rebaño y me voy Yo por la descarriada.

Tú cuando estás enferma, hija mía, llamas al médico porque los enfermos son los que necesitan del médico, no los sanos, hija mía. En el cielo hay más fiesta cuando un alma se convierte que cuando hay muchos justos, hija mía.

Segura, hija mía, estás en mi rebaño, por eso te pido ¡no te aflijas!

Piensa, hija mía, que a Mí, por querer salvar el alma de toda la humanidad, por publicar mi Evangelio, me llamaban endemoniado, decían que estaba poseído de Belcebú, y que él hablaba en mi nombre, por eso te pido, hija mía, que demuestres la humildad que te he enseñado, sé muy humilde, hija mía, que con la humildad no se destruirá mi obra.

También te pido que ames mucho a todos tus hermanos, porque todos sois hermanos, todos, hijos míos, sois hijos de Dios, y herederos de una gloria que es eterna; vale la pena sufrir, porque luego, hija mía, recibirás una gran recompensa.

Bienaventurados los que son calumniados a causa de mi nombre, porque tienen su herencia segura, hija mía, pide por ellos.

¿Sabes, hija mía, quién me llevó al patíbulo de la cruz? Ya sabes que fueron los primeros, pide por ellos, para que lean el Evangelio, y recapaciten y mediten que no están obrando bien. La caridad es muy importante con el ser humano.

Regocíjate, hija mía, que tu corazón no se entristezca. Piensa que a lo largo de la historia, hija mía, ha habido grandes santos que han sido grandes pecadores, y ahora tienen una gloria muy grande, hija mía. Piensa en la gloria, no pienses en el sufrimiento, ni en la humillación.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, por esas pobres almas que están descaminadas, hija mía; pero todos no son igual; de ese pobre rebaño hay muchas ovejas que aman mucho a mi Corazón y al de mi amada Madre. Por eso te digo, hija mía, que todos no son igual, pero que no se acobarden, que defiendan a Cristo... (por segunda vez se besa el suelo), este acto de humildad sirve para esas pobres almas.

¿Cuál de vosotros, hijos míos, no tiene pecado? Esto lo he repetido muchas veces, todos, hijos míos, todos tenéis que pedir a Dios que tenga misericordia de vuestra pobre alma, y poneos a bien con El, hijos míos.

Acercaos al sacramento de la Eucaristía, pasando antes por el sacramento de la Confesión. Pensad, hijos míos, que muchos de los que pensáis ¿será obra del demonio?, el demonio no construye, hijos míos, destruye, y si no hablan en contra de mi Nombre no están en contra mía, hijos míos. Por eso os pido que con la oración lo podréis salvar todo, hijos míos.

Oración y sacrificio para poder salvar vuestra pobre alma.

Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde, para no poder destruir mi obra; con la humildad, hija mía, no se podrá destruir.

Os voy a bendecir, hijos míos; pero antes voy a bendecir todos los objetos, con bendiciones especiales para la conversión de las pobres almas pecadoras; levantad todos los objetos... (aquí prácticamente, todos los presentes levantan objetos religiosos para ser bendecidos en medio de profundo silencio), todos los objetos han sido bendecidos, hijos míos, id por todos los rincones de la tierra, publicad el Evangelio, hijos míos, hablando de Dios, es palabra del Evangelio.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo. Esta bendición va acompañada de la bendición de mi Madre.

Adiós, hijos míos, adiós.»





MENSAJE DEL DÍA 4 DE ABRIL DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



Tras una noche de intranquilidad, alrededor de las 5 de la madrugada del Jueves Santo, Luz Amparo recibe dolorosa estigmatización completa: Cabeza, hombro, espalda, costado, manos, rodillas y pies. Se conservan piezas de ropa ensangrentadas. Alrededor de las 11, durando todavía la estigmatización, transmitió el siguiente mensaje:

«Hija mía, mi agonía no fueron tres horas. Mi agonía sigue hasta el fin del mundo. ¿Sabes quién me hace esa agonía dura? Muchos de mis sacerdotes, de mis almas consagradas. Les he dado mucho. Son los que más han recibido. Y los peores, hija mía. Los que peor corresponden a mi amor.

Pensad, hijos míos, que estoy prisionero en el Sagrario por todos los hombres. Y también pido que améis mucho a mi Madre, porque el que ama a mi Madre me ama a Mí también, porque Yo amo mucho a mi Madre.

También os digo que pidáis por los sacerdotes. Y a los sacerdotes les pido un poquito de amor. Que estoy mendigándoles. ¡Un Rey Creador mendiga un poquito de amor! Pedid por ellos, hijos míos.

También te digo enérgicamente que les digas que despierten de ese sueño. Que están aletargados. El demonio los tiene así postrados para apoderarse de sus almas. ¡Mi Corazón los ama tanto! Pero corresponden muy poco a ese amor que siente mi Corazón. Son ingratos, hija mía. Han abandonado la oración y el sacrificio, pero aún los sigo amando. Y sigo derramando gracias para que se arrepientan. Pedid por ellos. Decidles que se unan a mi ejército de ángeles y que se dejen sellar por ellos. Estáis en una hora muy crítica, hijos míos. Dejaos sellar. Dejaos poner el sello de los escogidos. Satanás también está sellando y quiere apoderarse de la mayor parte de la humanidad. En muchas frentes y en muchas manos hay el 666, hijos míos. No os dejéis engañar por la astucia de Satanás.

Amad a mi Madre. Que mi Madre os traerá a Mí. Y yo os llevaré al Padre. Y vendré como Juez cuando venga. No vendré como amigo, hijos míos. Por eso os pido que procuréis hacer buenas obras. Amaos los unos a los otros, confesad vuestros pecados. Cumplid con los Diez Mandamientos para que os podáis salvar, hijos míos.

No penséis que el tiempo está lejos; que el tiempo está cerca, hijos míos. Ahora estoy derramando gracias y mi Corazón viene como amigo, lleno de misericordia; pero, cuando llegue ese momento, esa hora tan terrible, no oiré lamentos, hijos míos, no escucharé vuestros gemidos. Estad preparados, que es una hora muy importante. Mis ángeles están marcando, hijos míos, con el sello de los escogidos. Os amo mucho, hijos míos. No rechacéis mi amor.

Vas a beber las gotas del cáliz del dolor, hija mía. (Amparo se incorpora lentamente, toma algo entre sus manos, se lo acerca a su boca y hace ademán de beber, se oye la deglución y las arcadas. Pronuncia ayes entre las arcadas.)

Está amargo, hija mía. Esa amargura siente mi Corazón por todos mis hijos, pero especialmente por las almas consagradas; por esos sacerdotes que son sacerdotes de nombre; pero que no cumplen, hija mía. Pedid por ellos. Yo les he dado todo; incluso, hija mía, he entregado mi Cuerpo a ellos, para que ellos lo conduzcan donde quieran. Estoy sediento de amor.

Dadme amor, hijos míos; que mi Corazón está sediento. No seáis ingratos.

Tú, hija mía, vas a volver a beber del cáliz del dolor. Faltan pocas gotas, hija mía. Y cuando se acaben será el final. (De nuevo Amparo toma algo y bebe, volviéndose a oír las degluciones y las arcadas.)

¡Ay, qué amargo! (Mezcla ayes con la tos.) ¡Ay, Señor, ay Señor, ay Señor!

Te pido, hija mía, que te sacrifiques por los sacerdotes. Crucifícate diariamente por ellos. Quiero que vuelvan al buen camino. Con el sacrificio y con la penitencia se podrá alcanzar esto, hija mía. Con el santo Rosario, que es la plegaria de mi Madre, podréis evitar, como te he dicho otras veces, hija mía, una gran guerra, una gran catástrofe y muchos peligros que hay en el mundo. Por eso te pido: Crucifícate, hija mía, por las consagradas. Muchos de ellos no honran mi Cuerpo. Quiero que hagáis actos de desagravio por esos agravios que cometen muchos sacerdotes, hija mía.

Te pido que seas fiel, hija mía, y seas fuerte. Las pruebas han empezado duras. Para ti es muy dura esta prueba. Pero sigue luchando, sigue porque ni muchos de ellos mismos creen en la existencia de mi Madre. Y si no creen en la existencia de mi Madre, no creen en mi existencia. Que los sacerdotes y religiosos crean en nuestra existencia. Por eso os pido que reparéis con amor y hagáis actos de desagravio. No seáis ingratos.

Y muchos, hija mía, dicen que es obra del demonio. El demonio destruye, no construye. ¡Cuántas veces voy a repetir esta misma palabra! Obra del demonio es aquellos que no cumplen con mi Evangelio, hija mía; aquellos que ponen lo que les agrada y quitan lo que les molesta. Eso sí que es obra del demonio. Pero donde hay humildad y donde hay caridad, donde hay amor, Satanás no podrá, hija mía. Por eso te quiero humilde, muy humilde, para que Satanás no pueda entrar.

Refúgiate en nuestros Corazones; en el de mi Santa y pura Madre y en el mío, hija mía. Que ellos te fortalecerán. No estés compungida ni triste, hija mía. Estamos contigo. Y, estando contigo nosotros, ¿qué te puede importar nadie?

No los critiquéis, hijos míos. Pedid por ellos. Están muy necesitados de oración y de sacrificio. ¡Pobres almas! ¡Cuánto las ama mi Corazón y que mal corresponden a ese amor!

Amaos los unos a los otros. ¡Y cuidado con la lengua, hijos míos!, que es un cuchillo de doble filo, hija mía. No os critiquéis. Amaos como Yo os he amado, hijos míos.

Vas a escribir seis nombres, y hoy, hija mía, en recompensa a tu sufrimiento, serán escogidos por ti. Escríbelos en el Libro de la Vida y en el nombre de Dios. (Amparo toma algo en el aire y escribe repetidas veces de derecha a izquierda, volviendo a entregar lo que había tomado.) ¿Ves, hija mía, cómo tus sufrimientos son recompensados? ¡Vaya seis nombres, hija mía! Estos nombres no se borrarán jamás, hija mía. Y ahora te pido humildad y sacrificio por las almas consagradas, hija mía. ¿Ves a mi Madre, hija mía?

Voy a daros una bendición especial. Y esta bendición, hija mía, derramará muchas gracias y, especialmente, para aquellas almas que todavía no han ido al Sacramento de la Penitencia y de la Confesión. Hacedlo hoy mismo. No os avergoncéis de vuestras culpas. Dad amor al prisionero que está sediento de vuestro amor, hijos míos. Dadme amor, que mi Corazón está sediento. Y refugiaos todos en El, que estará abierto de par en par para vosotros.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo, que soy Yo, y con el Espíritu Santo. Por eso os digo: El Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios, el Padre es Dios. Es uno solo en tres personas, hijos míos, pero es el mismo. Ese misterio os será revelado cuando lleguéis a las moradas, hijos míos.

Bendecid a vuestros padres, hijos míos; que ellos os han dado el ser en mi nombre. Y honradlos, porque todo aquel que honre a su padre y a su madre entrará en el reino de los cielos, hijos míos. Sed humildes con ellos y amadlos mucho. No miráis vuestros defectos; no los miráis, pero miráis los de ellos. Primero mirad vuestros defectos y luego los de ellos, hijos míos. Os han dado el ser y les debéis la vida. Si no os hubieran dado la vida, no hubierais conocido a Dios, hijos míos. Desde aquí están bendecidos.

Levantad todos los objetos. Todos serán bendecidos. Adiós, hijos míos. Adiós.»





MENSAJE DEL DÍA 6 DE ABRIL DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Hija mía, aquí tienes la cita.

Tú me pediste venir, pero ¡como me lo han prohibido...! Me han dicho que me abstenga; para mí es prohibirme. ¿Tú qué dices?, porque yo lo paso muy mal, yo quiero venir a este lugar, pero ayúdame Tú, para ver lo que haces. ¡Ay, Madre mía, Tú que lo puedes todo!

Nadie, hija mía, nadie podrá destruir los planes divinos.

¡Ay!, pero a mí me están destruyendo con no venir aquí a este lugar.

Ven todos los días, hija mía; aquí te espero.

¡Ay, Madre mía, qué Grandeza! ¡Soy tan soberbia, que quisiera venir todos los días, y hablar contigo! Hay veces que estoy muy triste.

Obedece, hija mía, únete a ellos en la obediencia. No has hecho votos, pero para Mí es muy importante.

¡Ay qué Grande eres, Madre mía! ¡Ay!, hazme lo que quieras porque soy soberbia; si quieres, humíllame.

Mira, hija mía, todos estos que ves, con el Rosario en la mano, han sido mártires de mi oración.

¡Ay!, todos vestidos de blanco. ¡Cuántos Rosarios...! ¡Ay qué Grande eres!

Te sigo pidiendo, seguid rezando, hijos míos, seguid haciendo sacrificios.

También pido, hija mía, que pidas, QUE SE MORTIFIQUEN LOS SENTIDOS Y QUE AMEN A DIOS, SU CREADOR, CON TODO SU CORAZÓN, CON TODAS SUS FUERZAS.

Únete, hija mía, al Vaticano, pide por el Vicario de Cristo, no te salgas hija mía, ni escuches aquellos que vayan en contra del Vaticano.

Ámanos mucho, hija mía; te sigo repitiendo: crucifícate por las almas consagradas. Obedece, hija mía, la obediencia es tan importante...

¡Ay qué gozo! ¡Ay qué alegría siente mi corazón! ¡Ay qué Grande eres, Madre mía! Ayúdame a soportarlo todo. Ayúdame, Madre mía, quiero ser fiel y obediente, humilde, es muy duro, Madre mía.

Pide por los sacerdotes hija mía, pide, pero no los critiquéis; pide que se llenen de Dios, y que el Espíritu Santo los ilumine para que lleven la sal de la Tierra por todos los rincones del mundo y para que lleven almas al cielo.

Tú sabes, Madre mía, que yo os quiero mucho a los dos, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas. (Estas palabras las acentúa mucho.) ¡Os amo tanto, Señor! He empezado tarde a amaros, pero os amo con todo mi corazón, y quiero dar mi vida por Vosotros. ¡Ay, Madre mía! Tú dices que hay muchas maneras de ser mártir, pero yo quiero ser mártir. ¡Ay, Madre mía!

Todos los primeros sábados tengo una cita contigo, hija mía. Yo escogí este lugar, no lo escogiste tú, por eso yo te pediré a qué hora puedes venir a este lugar para poder comunicarme contigo. Yo escojo mis lugares, nadie me los escoge.

¡Ay, Madre mía, qué Grande eres!

Dad ejemplo, hijos míos, con vuestra caridad, con vuestra humildad y con vuestro amor. No pidáis paz, si antes no lo hacéis vosotros.

Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad. (Amparo besa el suelo y otras muchas personas al tiempo.)

Y sé humilde, muy humilde, y pequeña, muy pequeña, para poder moldearte a nuestro capricho.

También os voy a dar una bendición muy especial, hijos míos. Esa bendición vendrá del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Os bendigo a todos, hijos míos, Adiós.»

(transcrito de la cinta grabada en el Prado el día 6 de abril de 1985 a las 9 de la mañana, y tomada del altavoz del Prado el día 4 de mayo de 1985, al terminar el rezo del santo Rosario.)





MENSAJE DEL DÍA 1 DE JUNIO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Hija mía, reza y haz rezar. Esta recomendación, hija mía, es muy importante; de que reces y hagas a los seres humanos rezar. La humanidad, hija mía, ha perdido la fe. Refugiaos en mi protección, que Yo os protegeré.

Seréis protegidos, hijos míos, por mi Inmaculado Corazón. Yo soy Madre de la Gracia, del Amor y de la Misericordia. Venid a mi Corazón, que El os refugiará, hijos míos.

La justicia de Dios Padre gravita sobre la Tierra, hijos míos. Los hombres serán lavados de su propio pecado y en su propia sangre. Han abandonado los hombres, como en tiempos del diluvio, el camino del cielo y han introducido en sus corazones el espíritu de Satán, hijos míos. ¡LA JUSTICIA DE DIOS PADRE GRAVITA SOBRE LA TIERRA!

Los hombres con sus crímenes atroces, con sus pecados de impureza, son lavados, hijos míos, de su propio pecado con su propia sangre. Por eso la Justicia de Dios permite, hijos míos crímenes atroces; grandes tempestades; grandes terremotos; grandes catástrofes sobre la Tierra, porque el pecado de los hombres ha traspasado la bóveda del cielo. Por eso os pido, hijos míos, sacrificio y penitencia. EL SACRIFICIO Y LA PENITENCIA PODRÁN SALVAR MUCHAS ALMAS.

Tú, hija mía, te pido humildad para poder... (idioma desconocido). Tienes que predicar, como te he dicho muchas veces, con tu ejemplo, hija mía, y con tu humildad. No te abandones en la oración, hija mía; haz mucho sacrificio, que el mundo está necesitado. ¡MUY NECESITADO!

Estáis, hijos míos, casi viviendo el fin de los tiempos. (Pausa.) Por eso, hija mía, mi recomendación es muy importante:

REZA Y HAZ QUE RECEN EL SANTO ROSARIO, HIJA MIA. EL SANTO ROSARIO PUEDE EVITAR UNA GRAN GUERRA, UNA GRAN CATASTROFE Y UN GRAN CRIMEN, HIJA MIA.

Todo lo pueden evitar la oración, el sacrificio y la penitencia.

Los seres humanos, su mente la invierten sólo en el pecado, hija mía, y en construir armas mortíferas para destruir la mayor parte de la humanidad. También te pido: Reza mucho, hija mía, por mi amado hijo el Vicario de Cristo. ¡Mi Corazón le ama tanto...! Pero está en un gran peligro, hija mía, reza mucho por él.

Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad. Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las almas. Sé muy humilde, hija mía, y muy obediente; la obediencia es una virtud también, hija mía.

Ya sé que sufres; pero hay que ofrecer el sufrimiento y ese dolor por la salvación de las almas.

Rezad, hijos míos. No os acostéis ni un solo día sin rezar el santo Rosario. Rezadle a vuestra Madre Pura e Inmaculada esa plegaria que le agrada tanto. ¡ME AGRADA TANTO ESTA PLEGARIA, HIJOS MIOS...! Os lo pido, hijos míos:

REZADMELA, QUE VUESTRA MADRE OS PROTEGERA.

Sed firmes, hijos míos, y seguid por todos los rincones de la Tierra llevando mis mensajes. VUESTRA MADRE OS PREMIARA, hijos míos.

Amadme mucho, hijos míos, AMAD MUCHO A VUESTRO JESÚS; no quedaréis sin recompensa. Vuestro Jesús os dará ciento por uno.

Y tú, hija mía, hazte muy pequeña, muy pequeña, para que luego puedas subir muy alto.

Me agrada mucho tu obediencia, hija mía. Ofrécelo todo por la salvación de las almas; por mis almas consagradas; que mi Corazón también las ama mucho.

SACRIFICIO, HIJOS MIOS, SACRIFICIO Y ORAClON.

Voy a daros mi santa bendición. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Os voy a dar todas mis gracias, hijos míos, porque mi Corazón está deseando derramarlas.

Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos. (Pausa.)

Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!»





MENSAJE DEL DÍA 6 DE JULIO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



LA VIRGEN:

«Gracias por haber venido; qué alegría habéis dado a mi Inmaculado Corazón, hijos míos, porque veo que todavía tengo almas que pueden reparar los pecados de los demás, hijos míos.

AMAD MUCHO A VUESTRA MADRE, HIJOS MIOS, NO TENGAIS MIEDO; SI ESTOY YO CON VOSOTROS, ¿A QUIEN PODEIS TEMER, HIJOS MIOS?

Por eso os pido, hijos míos, que hagáis actos de reparación por tantos pecados como se cometen en el mundo, hijos míos. El mundo está al borde del precipicio; los hombres ingratos, cada día ofenden más mi Corazón.

AMAD MUCHO, HIJOS MIOS, AMAD MUCHO A VUESTROS SEMEJANTES.

Y tú, hija mía, quiero que aceptes con humildad estas pruebas tan duras, hija mía. Las almas víctimas tienen que sufrir hasta el final, hija mía. Refúgiate en mi Inmaculado Corazón. Mi Inmaculado Corazón, será el que triunfe sobre toda la humanidad, hija mía.

Haced actos de desagravio, por las ofensas tan graves que se cometen a mi Inmaculado Corazón, hijos míos. También os pido que vayáis de pueblo en pueblo publicando la palabra de Dios y extendiendo los mensajes de vuestra Pura e Inmaculada Madre, hijos míos. Haced actos de reparación, hijos míos. Besad el suelo, hijos míos, en acto de reparación a mi Inmaculado Corazón (muchas personas besan el suelo), porque mi Corazón Inmaculado os protegerá, hijos míos.

No tengáis miedo a los humanos, hijos míos; pueden matar vuestro cuerpo. Pero ¿y vuestra alma, hijos míos? El cuerpo no se mata sólo de un tiro, ni de una puñalada, hijos míos. ¡LA LENGUA MATA, HIJOS MÍOS! Tened cuidado, porque Satanás está alerta y quiere apoderarse de las almas. Por eso os pido: SACRIFICIOS, HIJOS MÍOS, SACRIFICIO Y ORACIÓN, porque en el sacrificio Satanás no está, hijos míos, ni en la penitencia ni en la oración. Pero que la oración salga de vuestro corazón, de lo más profundo de vuestro corazón, hijos míos.

AMAD A VUESTRA MADRE Y AMAD A MI HIJO, HIJOS MÍOS, Y REFUGIAOS EN MI INMACULADO CORAZÓN.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo, hijos míos.

¡Adióoos!»





MENSAJE DEL DÍA 3 DE AGOSTO DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Vengo derramando amor y misericordia. Di a los hombres, hija mía, que todavía es la hora de la misericordia, que no ha llegado la justicia todavía; que mi Corazón está aquí: derramando gracias, para todos ellos hija mía. Que no rechacen las gracias, que mi Corazón Inmaculado está intercediendo, a Dios Padre, por todos mis hijos, hija mía, que a todos los que tengan devoción, a este Inmaculado Corazón, les prometo que los salvaré, hija mía: imploraré a mi Hijo, para que mi Hijo pida

al Padre. Sí, hija mía, mi Hijo me manda, a muchos lugares del mundo, para dar avisos, pero ¡qué ingratos, hija mía!, cierran sus oídos a mis llamadas.

Por eso te pido, hija mía, que sin penitencia y sin sacrificio no se podrán salvar las almas.

Hago una llamada: PENITENCIA, HIJOS MÍOS, PENITENCIA Y SACRIFICIO.

También pido que todos los días vayáis a la Santa Misa. Te lo he dicho, hija mía, ¡cuánto valor tiene una Santa Misa! Mi Hijo se inmola diariamente en ella. Ese Sacrificio de la Santa Misa tiene un valor muy grande, hija mía; y todo aquel que no pueda diariamente ir a Misa, que vaya los días festivos, que no deje de asistir a este Santo Sacrificio. NO HACÉIS CASO, HIJOS MÍOS.

También os pido la confesión individual y el Sacramento de la Eucaristía.

Os pido que hagáis el santo Vía Crucis, y meditéis la Pasión de Cristo; y os pido también, hijos míos, el Rosario diariamente, ¡podéis salvar tantas almas con esa plegaria, hijos míos...!; como os pido devoción a vuestros Ángeles Custodios. Mucha devoción, hijos míos, porque ellos os guiarán vuestros pasos durante toda vuestra vida, hijos míos.

Implorad a vuestra Madre, que vuestra Madre os ama con todo su Corazón.

Pido hijos míos, que aquellos que no podáis acudir a este lugar consagrado, en familia, hijos míos, rezad el santo Rosario todos los días, y si podéis, rezad las tres partes del Rosario. No sabéis, hijos míos, el valor de mi plegaria ante mi Hijo. Yo intercedo a mi Hijo, hijos míos, pero vosotros tenéis que interceder ante Mí.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo. (Amparo besa el suelo y al tiempo muchas personas.) Sacrificio, hija mía, sacrificio y oración, acompañado de penitencia.

Sé fuerte, hija mía, con tantas pruebas. Bienaventurados aquellos que son calumniados a causa del nombre de Cristo, también recibirán la recompensa eterna. Y os pido, hijos míos:

AMAD A VUESTRA MADRE, AMADLA MUCHO. TAMBIÉN YO OS AMO A VOSOTROS. PORQUE ELLA OS AMA A VOSOTROS. AMADME MUCHO, HIJOS MÍOS, que mi Corazón Inmaculado será el que triunfará sobre la humanidad, hijos míos. ¿Qué madre buena puede negar a su hijo un capricho, hija mía? Vosotras que sois madres terrenas, ¡qué poco negáis a vuestros hijos los caprichos! Pues ¡cómo Yo os voy a negar, hija mía, como os voy a negar esta plegaria que me imploráis, hija mía, que me imploráis la salvación eterna! Vuestra Madre, hijos míos, no puede negaros... (Continúa unas palabras en idioma desconocido.) ¡Qué maravilla, hijos míos, cuando podáis alcanzar todo esto! Nada terrestre, hija mía, puede compararse a la felicidad eterna. Por eso os pido: AMAD MUCHO A VUESTRA MADRE, QUE VUESTRA MADRE AÚN NO AMÁNDOLA, OS SIGUE AMANDO, HIJOS MÍOS, y no dejéis el Santo Sacrificio de la Santa Misa, hijos míos, tiene un valor incalculable, hijos míos, no se puede calcular el valor que tiene. No le dais aprecio, hijos míos, pero ¡es tan importante...! (Otra vez le habla en el idioma celestial; luego le dice):

Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas. (Amparo vuelve a besar el suelo, y otras muchas personas al tiempo.) Y todos aquellos que vais de pueblo en pueblo, publicando mis mensajes, hijos míos, sed humildes, muy humildes y amaos los unos a los otros. No quiero, hijos míos, que entre vosotros haya contiendas; cuántas veces os lo he dicho, hijos míos: amaos, como Cristo amó a sus Apóstoles, y como Cristo os ama.

Voy a dar mi bendición, hijos míos, pero antes voy a bendecir los objetos. Levantad todos los objetos. (Pausa.) Todos han sido bendecidos, hijos míos, recibirán muchas gracias especiales.

También pido, hijos míos, que no os interpongáis en mi camino. Os pido, hijos míos, que cuando Yo pido que se vaya a una hora, seáis puntuales, hijos míos; pero también pido que nadie se interponga en mi camino. La obediencia es muy importante, hija mía. Sacarás mi obra adelante, con humildad y con obediencia, hija mía. Te quiero humilde, muy humilde, y sacrificada, hija mía.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos; adiós.

(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial.)





MENSAJE DEL DÍA 7 DE SEPTIEMBRE DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Hija mía, hoy te voy a hablar de la pureza, hija mía, para que hagas mucho sacrificio y mucha penitencia por esas almas que se consagran a Cristo y no dejan el placer. Ya te he dicho otras veces, hija mía, que para Jesús es muy importante la pureza. Para Dios Padre, mira si es importante, que cogió por Madre de Jesús la Mujer más pura de la tierra, antes y después. Te he dicho, hija mía, en otra ocasión, que el privilegio más grande fue (no confundáis los humanos), el más grande fue, ser Madre de Dios mi Creador; pero después de ser Madre de Dios mi Creador, el mayor don que Dios mi Creador me otorgó fue de ser pura e inmaculada. Por eso te digo, hija mía: ¡mira si tiene valor la pureza de los hombres ante Dios! En el Evangelio de Cristo dice varias veces, hija mía: «Si tu ojo te escandaliza, o cualquier miembro de tu cuerpo, arráncatelo y tíralo lejos, muy lejos.» ¡Ay de aquél, hija mía, que provoque el escándalo con su cuerpo, hija mía! Cuántas indecencias cometen y cuántas ofensas, hija mía, a mi Corazón Inmaculado. ¿Sabes por qué, hija mía?, porque son soberbios; porque donde hay humildad no hay lujuria, hija mía. Cuántas veces te he dicho que la humildad va acompañada de la pureza. Aquel que es puro, hija mía, es casto. ¡Ay de mis almas consagradas que no entregan ese tesoro intacto, sin mancillar, a Cristo! Pedid, hijos míos, para que su cuerpo no sea mancillado por el pecado. PIDE, HIJA MÍA, Y GRITA: QUE VELEN Y OREN PARA NO CAER EN ESE PECADO TAN GRAVE. ¡Qué poca importancia le dan después de caer! Es un pecado muy grave, hija mía, tú has visto los pecados de la carne; son los que más condenan al alma. El infierno está lleno de impuros, hija mía, Por eso te pido: vela mucho, hija mía, por esas almas; vela para que no caigan en ese horrendo pecado. ¡Pobres almas, hija mía! Satanás se está apoderando de la mayor parte de mis almas consagradas. No se dejan porque son orgullosos, hija mía, son soberbios y no escuchan mi Palabra ni la Palabra de Cristo.

Orad, hijos míos, orad, como decía mi Hijo, para no caer en tentación. Pensad, hijos míos, que la carne es débil, y el demonio se aprovecha de esa debilidad, porque Satán, con su astucia, hizo cometer el primer pecado de impureza al hombre que Dios había creado para amarle y glorificarle. Ese primer pecado fue causante, hija mía, de este infierno tan tremendo. (Amparo llora mucho al ver el castigo y dice):

¡Ay, no, no, no! ¡Ay, ten misericordia de todos, ten misericordia! ¡Todavía no, todavía no! ¡Ay, ten misericordia; todavía no! ¡Es terrible, es terrible! ¡Ay, ay, ay! (Habla la Virgen):

Sigue gritando, hija mía, grita fuerte; DI QUE LA HORA DE LA MISERICORDIA TODAVÍA EXISTE: mi Corazón derrama gracias para todas las almas, hija mía, y el Corazón de mi Hijo también.

¡POR PIEDAD, HIJOS MÍOS, POR PIEDAD, SED PUROS; OS LO PIDE VUESTRA MADRE; QUIERE QUE OS SALVEIS!

Mi Corazón, hija mía, está henchido de dolor. ¡Qué pocos puros, hija mía, se encuentran! Pedid mucho por esas almas, por mis almas consagradas, que siguen obstinadas en el pecado. Hija mía, haz mucho sacrificio y mucha penitencia. DONDE HAY SACRIFICIO, NO HAY PECADO, HIJA MIA.

Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados de las almas consagradas. (Amparo lentamente, pero con gran facilidad, se inclina y lo besa.)

Yo os sigo repitiendo, hijos míos, no seáis débiles, sed fuertes.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!»





MENSAJE DEL DÍA 5 DE OCTUBRE DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Hija mía, hoy mi dolor es más grande todavía que otros días. Hoy este dolor lo tengo por los mismos que se llaman míos, y van de pueblo en pueblo publicando mis mensajes, hija mía. No se puede hablar de caridad, hijos míos, si antes vosotros no la tenéis unos con otros. No se puede hablar de amor si antes vosotros no amáis, hijos míos. Mi Corazón está triste, porque veo que no hay almas capaces de ser humildes, hija mía. Por eso, hija mía, lloro amargamente por estas almas. (Se oye llorar y Amparo dice a la Santísima Virgen: «¡Que no llores...!» ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!... A los pocos momentos se oye llorar a Amparo al mismo tiempo, y el mensaje continúa entre sollozos.) ¿Ves hija mía cómo las almas no son capaces de dar nada por Cristo? Cuando las humillan se ponen furiosas. ¡Cómo tendría que estar Cristo cuando le humillan, que le humillan diariamente con su pecado! Aquí queda mi Hijo, hijos míos.



EL SEÑOR:

¿Quién de vosotros es capaz de estropear mis planes, los planes que tengo sobre los hombres? El odio, la envidia, la división, la desunión, es obra muerta, hijos míos; es obra de Satanás. Por eso os digo que os enseñé un Mandamiento, hijos míos: QUE OS AMASEIS LOS UNOS A LOS OTROS, COMO YO OS HE AMADO SIEMPRE, pero ¡qué poco cumplís ese Mandamiento!

Mis planes divinos nadie los puede estropear, porque luego, hijos míos, los responsables tendréis que dar cuenta a Dios.

NECESITO ALMAS, ALMAS QUE PUEDAN PUBLICAR EL EVANGELIO.

Hay necesidad, hijos míos, de almas; pero Yo no obligo, necesito aquellos voluntarios que quieran ir de pueblo en pueblo. No obligo, hijos míos, aunque necesito respeto, hijos míos, vuestra libertad. LA DESUNIÓN, LA DIVISIÓN, ES OBRA DE SATÁN. Mis obras son la luz, el amor, la caridad, la dulzura. ¿Cuál es capaz de dar la vida por su hermano? Ninguno sois capaces, hijos míos.

YO DI LA VIDA POR VOSOTROS. ¡Y QUE POCO CAPACES SOIS DE DAR LA VIDA POR MI!

Amaos los unos a los otros; no arméis contiendas entre vosotros, hijos míos: No os pongáis en los primeros puestos, pensad que los primeros son los últimos. Muchos escaláis por encima de vuestros hermanos, sin mirar el daño que hacéis, con tal de estar en el primer puesto, hijos míos. Amaos, hijos míos, y no creéis división. Necesito almas, almas de buena voluntad, que sean capaces de dar todo por Mí. ¡Cuántos, hijos míos, estáis en el grupo! ¡Si sois materialistas, hijos míos! Os dije también que dejarais todo para seguirme, hijos míos. Yo tuve doce Apóstoles, y entre esos doce había uno que me traicionó. No me traicionéis vosotros, hijos míos. También dejad participar a todas las almas que quieran participar, hijos míos. Dejad vuestro «yo» y sed humildes, que la humildad, hijos míos, es la base principal de todo.

En cuántos lugares, hijos míos, se está manifestando mi Santa y Pura Madre. ¡Cierran sus oídos a las llamadas, Y SOLO QUIERE SALVAR A LA HUMANIDAD! Sí, hijos míos, no rechacéis las gracias; no busquéis la desunión ni la discordia, hijos míos.

Besa el suelo, hija mía, por todas estas almas, para que sean capaces de darlo todo por Mí. RECHAZAN MI AMOR, REHUSAN MI MISERICORDIA, hijos míos; y mi Amor también agoniza, con mis Méritos, en la ciénaga de la culpa, hijos míos.

Los hombres son ingratos, no escuchan mi llamada; se han dejado seducir, hijos míos, por el rey de la mentira, de la envidia, de la lujuria, de la codicia, de la soberbia, del desorden; se han dejado seducir por ese rey engañoso. Se cree victorioso, hijos míos; pero os ruego: COGEOS DE LA MANO DE VUESTRA MADRE, QUE ELLA OS TRAERÁ A MI, y Yo arrebataré las almas que tiene Satán, que se cree victorioso y seguro.

Los Ángeles de mi Justicia, hijos míos, están preparados. No merece esta humanidad el perdón ni el amor, hijos míos; merece ser destruida.

Mirad si quiero las almas, hijos míos, que para arrebatarlas de las manos de Satán mando grandes purificaciones: como grandes terremotos, grandes catástrofes; y los hombres se revelan contra Mí como fieras heridas. ¡No saben, hija mía, que lo que quiero es salvarlos! ¡Las amo tanto a las almas hijos míos, que muero cada día por ellos!

Humildad os pido, hijos míos, HUMILDAD. ¿Sabéis por qué os entregáis al desorden y a la desunión? Porque os abandonáis en la oración.

NO SE PUEDE REZAR MECÁNICAMENTE, HIJOS MÍOS, POR QUE NO SALE VUESTRA ORACIÓN DE DENTRO DE VUESTRO CORAZÓN, HIJOS MÍOS.

Amaos los unos a los otros, porque aquel que rechaza a su hermano, y que le odia es homicida, hijos míos, y es reo de condenación. Por eso os pido: AMOR, UNIÓN Y PAZ ENTRE VOSOTROS.

Que vuestra cara esté siempre sonriente, que ahí está Dios, en esa sonrisa, en esa dulzura, en esa humildad, hijos míos.

NO OS DEJÉIS POR LA SOBERBIA, HIJOS MÍOS. AMAOS COMO CRISTO OS AMO. QUE EL AMOR SALGA DE LO MAS PROFUNDO DE VUESTRO CORAZÓN, HIJOS MÍOS.

No seáis hipócritas, fariseos. (Habla Amparo entre sollozos):

¡Ay!, ayúdame Tú, que yo también soy soberbia. Ayúdame Tú. (Dice ¡ay! repetidamente.) Aquí tampoco a veces tengo paz.

Cómo vas a tener paz, hija mía, en esa desunión, en esa división. (Continúa sollozando Amparo):

¿Qué dices? A ti te prometo, ¡ay!, que con tu ayuda seré humilde. Ay!, pero a veces no puedo...

¡Qué poca ayuda recibes, hija mía, de los humanos! Refúgiate en el Corazón Inmaculado de María, que Ella te protegerá bajo su manto, hija mía. Sé muy humilde, muy humilde, hija mía.

HUMILDAD PIDO, HIJOS MÍOS, HUMILDAD Y UNIÓN.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial.)





MENSAJE DEL DÍA 2 DE NOVIEMBRE DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«En ese lugar, hija mía, están engañando a los humanos. ¡Pobres almas! Son engañadas y les gusta ir a esos lugares por querer ser más, más. Mirad el infierno como existe, porque Luzbel quiso saber más que Dios. Bienaventurados, os dice Cristo en su Evangelio, bienaventurados aquellos que creen sin ver, porque tienen una gran recompensa.

Mira, hija mía, como los humanos no cambien...

(Amparo exclama):

¡Ay! ¡Ay, Señor! Fuego y fuego, tres, cuatro.

(Sigue hablando la Virgen):

Grandes columnas de fuego, hija mía, destruirán la mayor parte de la humanidad.

(Amparo da señales de angustia por lo que está viendo.)

Mira esa columna, viene del Este y va a destruir grande parte de Europa. Esa otra, hija mía, va en dirección a Roma.

(Amparo dice llorando):

¡Ay! ¡Ay, al Vaticano!

(La Virgen):

Grande parte de Roma será destruida, hija mía. Mira esa otra.

(Amparo):

¡Ay! ¡Ay!

(La Virgen):

Rusia y China.

(Amparo):

¡Ay! ¡Ay! ¿Y cuándo?

(Sigue la Virgen):

Esa otra, hija mía, es hacia Alemania.

(Amparo):

¡Ay! ¡Ayyy!

(La Virgen): Varias partes del mundo serán destruidas, hija mía, con fuego.

¿Sabéis por qué el demonio, hija mía, sigue rondando este lugar para destruirlo, haciendo ver en otro lugar que me estoy manifestando? Para destruirlo, hijos míos. Porque no hacéis bastante oración, ni penitencia, ni sacrificio. Vuestra oración no sale de vuestro corazón, hijos míos. ¡QUE POCO APRECIAIS MIS MANIFESTACIONES!

Sed humildes, hijos míos, sed humildes y no queráis buscar; buscáis, buscáis, ¿y qué encontráis en esos lugares? Mentira, engaño. Ese ser humano, desde niño, tiene una maldad en su corazón, una maldad destructora para engañar a los hombres, hija mía. ¡Pobre alma! Si lee este mensaje, todavía está a tiempo de reparar el engaño y la mentira.

Necesito almas, hija mía, almas que sean capaces de reparar las herejías que cometen contra Mí, hija mía. ¡Me dan tanta pena esas almas...! Pero quiero que se arrepientan, que pidan perdón de su engaño, de su mentira.

Besa el suelo, hija mía, por esas herejías que cometen Conmigo y con Cristo. (Pausa.) Hija mía, imitan mis mensajes en ese lugar; los mensajes que doy en este lugar. Imitan la voz, me hacen imitación, hija mía, para engañar a la gente. Está jugando con la Pasión de Cristo, con ese Sacrificio divino y santo. ¡Me dan tanta pena esas almas, porque nuestros Nombres los ponen en boca de los humanos, como un juguete en manos de un niño! Por eso digo, hija mía, que quiero almas, almas que reparen. (Amparo llora con mucho dolor y se oye llorar al mismo tiempo a la Santísima Virgen.)

( Amparo):

¡Ay, qué triste y cómo llora...! ¡Cómo caen tus lágrimas en el manto! ¡Ay, ay!

(La Santísima Virgen dice entre sollozos):

Hoy vas a beber del Cáliz del dolor; hace mucho tiempo que no bebes, hija mía. Sólo una gota. Sí, hija mía, está amargo, amargo.

(Se oye con qué esfuerzo traga Amparo: tose, se atraganta, y entre esfuerzos y tos dice):

¡Ay, qué amargo! !Ay, qué amargo! ¡Ayyy...! ¡Ay, qué amargooo! ¡Ay! ¡Ay, está muy amargoo! ¡Ay! ¡Ay, que amargo!

(Habla la Santísima Virgen):

Si una gota te sabe amarga, hija mía, ¡cuánto, cuánto dolor siente mi Corazón por esas almas, que juegan con Nuestros Nombres, hija mía! NECESITO, necesito almas para reparar. ¿Quién está dispuesto a reparar, hijos míos? No tomáis en serio las cosas, hijos míos; en cuántos lugares me estoy manifestando, de otras partes del mundo, para que los hombres cambien, para que se confiesen y se acerquen al Sacramento de la Eucaristía. Aquellos que no lo habéis hecho, hijos míos, hacedlo hoy mismo, no lo dejéis ni un minuto más.

Grandes catástrofes caerán sobre la tierra, hija mía, grandes plagas de enfermedades, de trombas de agua, de fuertes huracanes, de grandes terremotos. Caerán sobre la humanidad para purificarla, hijos míos. No os rebeléis contra Dios; amadle con vuestro corazón, con vuestra mente y con vuestros sentidos, hijos míos. Refugiaos en mi Inmaculado Corazón, él os protegerá, hijos míos, y os llevará a Jesús, para Jesús llevaros al Padre, y el Padre daros la gran recompensa, hijos míos.

Humillaos, hijos míos, que el que se humilla será ensalzado. Amad a vuestro prójimo con todo vuestro corazón, hijos míos, y amad a Cristo y amad a vuestra Madre, que vuestra Madre os está esperando con los brazos abiertos, hijos míos.

Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas. (Amparo besa el suelo, y otras muchas personas.) ¡Las ama tanto mi Corazón, hija mía! Pide mucho por ellas, ofrécete víctima de reparación, por tantas ofensas y tantos ultrajes como hacen a mi Corazón, hija mía. ¡LAS AMO TANTO! (Estas palabras las acentúa mucho la Santísima Virgen).

Cuando esto que te he dicho antes vaya a suceder, hija mía, te voy a dar una señal: Cuando los hombres dejen de amar a Dios; esto está sucediendo. Cuando almas consagradas abandonen su ministerio; esto está sucediendo, hija mía. Cuando en las escuelas no se hable de Dios, esto está sucediendo, hija mía. Cuando en los hogares haya pocas familias cristianas y cumplidoras de su deber como cristianas; esto está sucediendo, hija mía. Cuando el padre se rebele contra el hijo y el hijo contra el padre; esto está sucediendo, hija mía, entonces será la señal de todo esto que tú decías, hija mía.

(Amparo comenta):

Eso que veo es terrible. ¡Ay! ¡Ay! (Varias veces. Sigue la Virgen):

Por eso lo que puede salvar a la humanidad: LA ORACION Y LA PENITENCIA. PENITENCIA, PENITENCIA, HIJOS MIOS. ¡Qué poco caso hacéis a esta llamada, hijos míos, de penitencia!

Y VUESTRA ORACION QUE NO SEA MECANICA.

Amaos los unos a los otros, hijos míos. Tú sé muy humilde, hija mía; humilde, muy humilde.

Vas a beber otra gota del cáliz del dolor. (Amparo se atraganta, tose, se siente el esfuerzo que le cuesta tragar y dice):

Qué amargo está. ¡Ay! ¡Qué amargo...! ¡Ay! (Dice «;ay!» varias veces. Sigue hablando la Virgen):

Esta amargura siente mi Corazón por todos mis hijos, por todos, sin distinción de razas, hijos mios.

Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán bendecidos.

Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Adiós, hijos míos. ¡Adióoos !»





MENSAJE DEL DÍA 7 DE DICIEMBRE DE 1985

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)



«Mira, hija mía, mi Rostro velado por el dolor y mis ojos enrojecidos por las lágrimas; mi Pecho atravesado por siete espadas de dolor, hija mía. ¡Y TODAVÍA DICEN LOS HUMANOS QUE NO SUFRO! Mira, hija mía, cómo caen mis lágrimas, sobre mi manto negro; mis ojos, perlados por las lágrimas. (Amparo, al ver cómo sufre la Santísima Virgen, dice en un grito de dolor):

¡Madre mía!

Presta atención, hija mía, a lo que te voy a decir y revélalo a los humanos:

MI CORAZÓN ESTA DOLORIDO POR LA GRAN RUINA QUE VA A CAER SOBRE EL MUNDO. LA JUSTICIA DE DIOS ES GRAVEMENTE OFENDIDA, HIJA MÍA. LOS HOMBRES SIGUEN OBSTINADOS EN EL PECADO, Y LA IRA DE DIOS VA A CAER DE UN MOMENTO A OTRO. EL MUNDO, HIJA MÍA, VA A SER SACUDIDO POR GRANDES TERREMOTOS, GRANDES CATÁSTROFES, GRANDES EPIDEMIAS Y

CARESTÍA, HIJA MÍA. TAMBIÉN HABRÁ FUERTES HURACANES QUE HARÁN DESBORDARSE LOS RÍOS Y LOS MARES.

Grita fuerte, hija mía, para que los Misterios del Señor llamen a la Humanidad a penitencia y oración. Como no vuelvan sus ojos a Dios, también habrá una gran guerra (Amparo expresa angustia al oír estas palabras) porque los hombres sabios, subidos en el poder, usarán armas mortíferas para destruir grandes naciones: UNOS SERÁN BARRIDOS POR TERREMOTOS; OTROS, POR HURACANES, Y OTROS POR GUERRAS, HIJA MÍA. (Amparo vuelve a dar señales de dolor.)

Mira, hija mía, estoy implicada para proteger al mundo, hija mía; estoy sosteniendo el Brazo de mi Hijo. TODO ESTO TENÍA QUE HABER SUCEDIDO, pero cuando hay almas que piden a Dios, Dios sostiene el castigo, hija mía. (Amparo dice ¡ay! como en un grito de dolor.) DIOS NO ES TIRANO hija mía, como dicen los hombres, DIOS ES AMOR Y MISERICORDIA: pero los hombres se meten en el pecado y en el abismo. (Vuelve Amparo a dar señales de angustia y dolor.)



EL SEÑOR:

Os pido, hijos míos:

ID DE PUEBLO EN PUEBLO PUBLICANDO EL EVANGELIO, HIJOS MÍOS, Y ¡AY DE AQUEL QUE

QUITE Y PONGA LO QUE NO HAY EN EL EVANGELIO!, PORQUE MUCHOS DE MIS PASTORES QUITAN

LO QUE NO LES CONVIENE Y AÑADEN LO QUE LES CONVIENE, HIJOS MÍOS.

Pedid por las almas consagradas; pedid, hijos míos, por el Vicario de Cristo que está en un gran peligro.

Hija mía, vas a besar el suelo por las almas consagradas (Amparo y muchas personas besan el suelo), y haced, hijos míos, SACRIFICIO Y PENITENCIA, no hagáis caso de aquellos que os dicen que no hace falta penitencia para salvarse, ni oración ni sacrificio. CON LA PENITENCIA, HIJOS MÍOS, CON EL SACRIFICIO Y CON LA ORACIÓN, SERÉIS SALVADOS, HIJOS MÍOS. Yo no soy un Padre (Amparo dice ¡ay! varias veces), SOY AMOR, MISERICORDIA Y PERDÓN; no soy un Padre tirano, ni cruel, hijos míos. A TODO AQUEL QUE VENGA A MI, LE PERDONO, HIJOS MÍOS. (¡Ay -dice Amparo-, qué Grande eres! ¡Ay! ¡Ay!) Pero este mundo ES CRUEL CONMIGO, HIJOS MÍOS. Lo mismo que Sodoma y Gomorra, que cuando el Diluvio, hijos míos, este planeta VA A SER DESTRUIDO. Estad preparados, hijos míos, que os llevaré a la Tierra Prometida. Entonces, sólo Uno será vuestro Rey y vuestro Pastor, y sólo Uno os publicará el Evangelio y os predicará, hijos míos, sin engaños ni mentiras.

Hay grandes almas consagradas, hijos míos, grandes santos; pero hay también grandes lobos en mi Iglesia, forrados con piel de oveja. ¿Qué han hecho de mi Iglesia? Guarida de ladrones, hija mía.

Pedid mucho a vuestra Madre, que Ella os traerá a Mí, y Yo os llevaré al Padre, hijos míos.



LA VIRGEN:

Hija mía, haz oración y penitencia por esas pobres almas que están destruyendo tantas otras almas. ¡Me dan tanta pena...! ¡Cómo reniegan de mi Nombre!

Amadme mucho, hijos míos, QUE YO OS AMO CON TODO MI CORAZÓN

Os amo a todos, porque todos sois hijos míos. ¿Qué madre no sufre por un hijo, hija mía? Vosotras sois madres; si vuestro hijo se va por el mal camino, vuestro corazón lo tenéis henchido de dolor. Pues Yo soy Madre, hijos míos, y mi Corazón, MI CORAZÓN, HIJOS MÍOS, ESTA ATRAVESADO POR EL DOLOR. TENGO ESPINAS, HIJOS MÍOS, MUCHAS ESPINAS EN MI CORAZÓN, PERO TAMBIÉN TENGO AMOR, AMOR, MUCHO AMOR, HIJOS MÍOS.

No quiero que os condenéis, hijos míos, porque existe el infierno, Y EL INFIERNO ESTA PARA AQUELLOS QUE RENIEGAN DE DIOS, HIJOS MÍOS, QUE SE METEN EN LOS PLACERES DEL MUNDO QUE VUELVEN LA ESPALDA A DIOS CREADOR, HIJOS MÍOS. Existe el infierno.

Amad mucho a vuestro prójimo, hijos míos, y amad a Dios. Cumplid con sus Mandamientos, porque, hija mía, como te he dicho muchas veces, en los Mandamientos están los Evangelios, los Sacramentos y todas las Leyes de Dios.

Mirad, hijos míos, que vuestra Madre sostiene el Brazo de la Justicia de Dios, porque Dios es Juez, y dará a cada uno según sus obras, hijos míos. Seguid rectos y seguros por el camino del Evangelio, hijos mios.

Hoy es un día grande, aunque vengo llena de dolor porque los hombres no piensan nada más que en ofender a Dios.

Voy a dar una bendición especial, que servirá, hijos míos, para todos los moribundos, para todos aquellos QUE VISITEN DIARIAMENTE EL SANTÍSIMO, QUE RECEN EL SANTO ROSARIO, QUE RECIBAN A CRISTO DIARIAMENTE. PROMETO ASISTIRLOS CON MIS ÁNGELES, EN LA HORA DE LA MUERTE. MIS ÁNGELES LUCHARAN CON SATÁN PARA ARREBATARLE A LAS ALMAS.

Son bendiciones especiales, hijos míos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Voy a dar otra bendición. Esta bendición tendrá grandes indulgencias, hijos míos, para todos los objetos. Levantad todos los objetos. (Los asistentes levantan los objetos para que sean bendecidos por la Santísima Virgen).

Humildad te pido, hija mía; las pruebas son duras, pero tu humildad tiene que sobresalir de todos los demás. Ahora es cuando vienen las pruebas, hija mía.

Adios, hijos míos; adios.»

(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial en la mañana del día 7 de diciembre de 1985.)




APARICIONES DE PRADO NUEVO DEL ESCORIAL